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Cambridge, Massachusetts, Universidad de Harvard.

—¿Y bien? ¿Me contarás lo que te sucede? Desde que volvimos de vacaciones has estado muy rara y no he querido preguntarte nada, pero ya estás comenzando a preocuparme. No hablas tanto como antes, ni si quiera te he visto comer tu bolsita de arándanos y te encierras aquí a escuchar música de Marilyn Manson. Y tú nunca escuchas a Marilyn Manson.

—Por dios, Nancy... —comienza a decir en un resignado suspiro.

—Adalia —interrumpe.

—Se trata de un chico —dice en un susurro, abrazando sus rodillas y mirando sus blanquecinos pies. La chica se encuentra sentada en una de las camas, la cual trae puesta unas sábanas con una enorme imagen de alas negras—. Un chico extraño.

—¿Quién? ¿Zarek? ¿El que por alguna razón siempre ha tenido problemas con la mayonesa?

Nancy, una chica de cabello lacio que le cae como cascada hasta los hombros, le sonríe sentada desde su propia cama. Sabe que se trata del ex de su mejor amiga, que es él quien la tiene así.

—No —responde mirándola.

Ella se sorprende.

—¿Entonces de quién?

Adalia hace una mueca al pensar en las explicaciones que tiene que darle a su única amiga. Ella siempre ha tenido problemas para socializar y más aún para hablar de sí misma, así que trata de ordenas las ideas en su mente para hallar la forma de decirlas en palabras coherentes. Nancy era paciente, y eso era algo que la chica le agradecía miles de veces en silencio. La esperaba sin invadir mucho su espacio, entendía cuando ella no tenía ganas de hablar y la escuchaba cuando lo necesitaba.

—Se llama Scott, lo conocí en Canadá —explica mientras se cruza de pies y recuerda la escena del chico moribundo en el pavimento, un dato que prefirió guardarse—. Es... parece... Simplemente es lindo. Su cabello es como el oro fundido, ¿sabes? No muy corto. Tal vez un tanto parecido al estilo de Jamie Campbell en la película de Cazadores de sombras. Tiene facciones tan perfectas que te hace dudar si estás soñando; y luego está su sonrisa, Nancy. Por dios, su sonrisa es malditamente perfecta. Es tan natural y real. Y al reírse es imposible no contagiarse, se ríe de una manera especial, como si fuera algo que siempre hace. Incluso podría decir que es un don.

—Vaya, ¿estás segura que no chocaste de camino hacia allá? ¿O te emborrachaste? ¿Fumaste algo? ¿Fuiste aducida por algún horrible alien que te hizo ver eso?

—Es real —dijo sonriendo tímidamente.

—Mi amiga, entonces prácticamente viste a un príncipe.

—Los príncipes son reales, y verlo a él no tiene nada de realista.

—¿Y te gusta? —pregunta sonriendo pícaramente mientras aplaude con entusiasmo.

—No estoy segura. Es decir, aun extraño a Zarek y sigo sintiéndome fatal por pensar de que tal vez yo no le di la confianza para que me dijera lo que estaba pasándole; pero por otro lado creo que no hay ninguna posibilidad de que vuelva a ver a Scott, así que enamorarme de él sería una pérdida de tiempo.

—¿Y si lo volvieras a ver? Mira, Adalia, lo que Zarek hizo fue una jotada —dijo con rudeza y poniéndose de pie—. Irse así, sin ninguna explicación, ignorándote por completo durante días, mentirte y dejarte plantada en un restaurante el día de su aniversario, realmente no tiene perdón. Te mereces más que eso. A alguien como Scott, tal vez.

Adalia sintió un hueco en el corazón al recordar todas esas cosas que el chico pelirrojo le había hecho hace tiempo. No negaba que lo que hizo fue poco caballeroso, incluso estúpido, pero algo en ella le decía que Zarek tenía una gran explicación para su repentino cambio. Él no podría hacerle algo así de la noche a la mañana, estaba segura que no era esa clase de chico que iba por ahí dejando corazones rotos, pero Nancy no pensaba lo mismo. Aun así se guardó su comentario para defenderlo. No quería provocar una discusión.

Adam [¡DISPONIBLE EN FÍSICO!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora