;Diecinueve❅

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Habían pasado días.

La mansión habia vuelto como antes, solitaria y tranquila.

Dipper sentía un gran vacío en su corazón sin el pequeño ahí.

Mabel también estaba algo decaída, podía odiar a quien sea, pero ese niño se había ganado su cariño.

El castaño caminaba por los pasillos de las habitaciones, se detuvo al ver la que antes era de Will.

Ya no había nada, no estaban la cama, las cortinas tampoco, faltaban pocos muebles que quitar, estaban con polvo, mientras un rayo de luz que entraba por la ventana, reflejaba el piso.

Dipper no pudo evitar suspirar pesado y seguir su camino.

Estaba tan apunto de entrar a su habitación, pero algo lo detuvo, algo había visto en esa habitación.

Regreso acercándose a la habitación, entrando a esta y ver fijamente algo de un color raro que hacia detrás de un pequeño librero.

Se agacho para tomarlo y se sorprendió al verlo.

Era el conejo de Will.

Lo sostuvo entre sus manos viéndolo de reojo con su semblante serio.

¿Cómo es que pudo soportar a un niño?

Ni siquiera él se la creía.

— Hey Dipper. —Habló su hermana que estaba en el marco de la puerta.— ¿Estás bien?

— Eh, sí. —Oculto el peluche detrás de su espalda justo cuando volteo a ver a su hermana.

— Bien... ¿Seguro? —Cuestionó con algo de duda.

— Seh, estoy bien... —Se acerco junto con ella aún teniendo el peluche detrás suyo.— Saldré un rato.

— ¿A dónde iras?

— No te importa —Respondió bajando las escaleras.— No me tardo.

— ¡Dipper!





Mientras por otro lado, un pequeño peliazul estaba acostado en su cama viendo al techo con un aire de melancolía.

Últimamente, se rehusaba a salir mucho de su cuarto.

Si comía, era en su cuarto.
Si hacia tarea, era en su cuarto.
Si quería jugar, era en su cuarto.

— ¡Hey Will! —Entró el rubio al cuarto del menor sentándose en la orilla de la cama de este.— ¿Te apetece ir por un postre sin azúcar? —Sonrió, aunque no hubo respuesta alguna, sólo el menor volteandose de espaldas ignorando completamente al mayor.

Bill hizo una mueca y cambio su sonrisa.

— Will... Anda, no me gusta verte así. —Puso una mano en su espalda.

— Si no te gusta verme así entonces vete... —Murmuró.

— Tampoco te pongas en ese plan. —Torció la boca.— ¿Qué tienes?

No hubo respuesta, se negaba a hablar con él.

Pocos segundos después se escuchó el timbre de la puerta, haciéndose que Bill se levantara.

— Iré a ver quién es...

Bill se dirigió a la puerta, cuando la abrió hizo una gran mueca de desagrado.

— Hey Cipher —Saludo el castaño.— ¿Cómo estas?

— No debería importarte. —Respondió recargándose en el marco de la puerta cruzándose de brazos.— ¿Qué haces aquí?

— Bueno... Me encontré esto en la mansión. Supongo que es de Will. —Le entrego el peluche el cual Bill tomo rápidamente.

— Sí... Gracias —Murmuró.

— Y... ¿Cómo está? —Puso sus manos en su bolsillo.

— ¿Qué? ¿Ahora te importa? —Rió cínico.— Hipócrita... —Murmuró.

— Me ha importado desde que lo estaba cuidando. Y quisiera verlo. —Dijo con su tono y semblante serio.

— Tsk, ni creas que lo verás. —Respondió.— Tú siempre fuiste y seras un peligro para él... —Y cerro la puerta.

Al darse la vuelta se encontró con el menor viéndolo con ojos vidriosos y enojados.

— ¿Por qué...? —Preguntó con voz quebrada.

— Will, hay cosas que tú no...

— ¡Basta! ¡Dejame de tratar como un niño pequeño cuando no lo soy! —Apreto sus puños mientras lágrimas salían.

— ¡Pero eres mi pequeño hermano! ¡Te debo de proteger!

— ¡Pero debo de aprender yo solo...! —Lo miro a ver con sus mejillas llenas de lágrimas resbalando.

En cierto modo, Bill pensaba que era cierto.

El ya no era un niño pequeño.

— P-por favor...

Bill suspiro pesado.

— Te lo contaré todo.

Niñero ❀Dipwill❀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora