Capitulo 12

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Se marchó sin despedirse y se dirigió a la cocina. Caminaba tan deprisa que estuvo a punto de llevarse a rosa por delante.
-ah, precisamente iba al despacho para preguntar si querían al postre ahora o les apetecía algo de beber.
____ se ruborizó de nuevo.
-No gracias, yo no quiero nada, me voy a acostar ya. Buenas noches.

-Tendrías que haberle buscado un apartamento- protestó Simone al otro lado de la línea.- ¿Estás seguro de que llevarla a casa es una buena idea?
-No se si será una buena idea, pero no podía permitir que siguiera viviendo en aquel lugar.
-No, claro que no, pero llevarla a tu casa.... -insistió- harry, debes tener mucho cuidado con las mujeres como ella. Corres el peligro de que se acostumbre al lujo y no se quiera marchar.
-Tenemos un acuerdo. Lo firmó anoche. Se marchará en cuanto dé a luz.
-¿Y crees de verdad que podría volver a ese barrio despues de haber vivido en tu casa?
-¿Por qué te preocupa tanto?- preguntó Harry, extrañado por su insistencia- cualquiera diría que tienes un interés personal en este asunto.
Simone dudó antes de responder.- No me preocupa tanto. Es que no quiero que se aproveche de ti.
Harry se acordó de la reunión con ____ en el despacho, cuando estuvo a punto de besarla. Se preguntó si ella habría provocado la situación con animo de seducirlo, pero desechó la idea, ni le parecía posible, ni por otra parte, había pasado nada.
-Olvídalo Simone. Ya me conoces. ¿de verdad crees que, despues de tantos años de hacer negocios, voy a permitir que una mujer como ____ cameron me engañe?
Simone suspiro.- Harry, es una mujer. Una mujer a la que su esposo ha abandonado y que, por si no te has dado cuenta, lleva un hijo tuyo. Por supuesto que intentará manipularte. Con acuerdo o sin el, lo intentará. Además, no tiene nada que perder.
-Gracias por la advertencia. Aunque dudo que exista alguna posibilidad de que me enamore de una mujer como ella.
Simone reaccionó de la forma que Harry pretendía. soltó una carcajada y olvido el asunto.
Minutos después, cuando terminó de hablar con ella, Harry intentó convencerse de que le había dicho la verdad. No existía ni la más remota posibilidad de que se enamorara de ____ cameron.
Se sentía atraído por ella, pero no había pasado nada y no iba pasar nada. Solo tenía que mantener las distancias y cenar en el despacho como antes de que la llevara a su casa.
Por otra parte, su contrato no decía que estuviera obligado a entretenerla durante su estancia, solo se comprometía a ofrecerle alojamiento hasta entonces. Y cuando diera a luz, se marcharía.
Definitivamente, _____ no era un problema para él.
A fin de cuentas, no había dado tantas vueltas por el mundo para acabar cayendo ante los encantos de una mujer como ella.
A pesar de la suavidad de las sabanas, de la comodidad del colchón y del sonido de las olas, _____ no podía dormir.
Había estado a punto de cometer un error imperdonable en el despacho de Harry Styles, quien parecía más tenso que de costumbre, como si su presencia lo pusiera nervioso.
Decidió firmar los documentos tan deprisa como fuera posible y marcharse de allí. Pero cuando giró la cabeza y lo encontró a escasos centimetros de distancia, mirándola con aquellos ojos oscuros e intensos, volvió a sentir un acceso de deseo.
Tendría que haberse levantado entonces.
Tendría que haberle dicho que necesitaba tiempo para leer el contrato antes de firmar, pero permaneció donde estaba y esperó.
Ni siquiera sabía a qué.
Quizás, a que la besara.
Se dio la vuelta en la cama y se tapó la cabeza con la almohada, pensando que sus hormonas se habían vuelto locas y que la estaban volviendo loca.
Además, Harry Styles no podía tener ningún motivo para besarla. Si necesitaba una mujer, podía elegir entre lo mejor, y no a ella.
Y por si fuera poco, ni ella significaba nada para el ni el significaba nada para ella.
Era una locura. Indudablemente. Pero no iba correr el riesgo otra vez.
A partir de entonces, se quedaría en la suite y cenaría sola con la excusa de que estaba cansada.
Los sonidos de aquella casa no se parecían nada a los que oía en su barrio. Pero sería mejor que no se acostumbrara.
No era su casa.
La luz del garaje se encendió.
Normalmente, el despacho de Harry era su refugio, un lugar donde se podía encerrar durante horas. Pero aquella noche no lo era. No podía serlo, por que tenía el arma ligeramente afrutado y el recuerdo de los ojos y los labios de la mujer a quien había estado cerca de besar.
Harry echo un vistazo al garaje, tan grande que casi parecía un aparcamiento de la ciudad. Sus coches brillaban bajo la luz.
Apartó la mirada de los coches. No estaba en el aquel lugar con intención de conducir un rato, si no para buscar un objeto que debía estar allí, en alguna parte, aunque no recordaba donde.
Tardo una hora entera, pero al final lo encontró.
A simple vista, solo parecía un fardo viejo. Y lo era. Un fardo viejo, pero lleno con las herramientas que su padre solía utilizar para tallar los animales de madera, y las vírgenes y crucifijos que vendía para sacar dinero extra.
El simple hecho de mirar aquellas herramientas bastó para que Harry se sintiera en otro sitio y en otra época.
Tomó la gubia y casi le sorprendió que su peso fuera exacto, de niño, las herramientas de su padre le parecían gigantescas porque, evidentemente, no le cabían en la mano, pero ya no era un niño.
Bajó la cabeza y cerró los ojos con todas sus fuerzas, intentando bloquear los recuerdos del pasado.
No lo consiguió. Se vio a si mismo sentado en las rodillas de su padre mientras éste trabajaba la madera con sus enormes manos y le enseñaba a manejar las herramientas para obtener el resultado que quisiera. Él le enseño a crear los contornos básicos con la gubia y a dar los detalles con el cincel. Le enseñó a alisar la superficie y a pulirla de tal forma que estuviera completamente suave al tacto.
Al recordarlo, se emocionó y se preguntó cuando había olvidado a hacer las cosas que su padre le enseño.
La respuesta era obvia.
Las había olvidado cuando aprendió que ganar dinero era importante.
Las había olvidado cuando aprendió que sin dinero no se podía ayudar a los seres queridos.
Pero el dinero no había salvado la vida de Sophia.
Enfadado, salió del garaje y se dirigió al cubo donde habían terminado los restos de madera del cenador después de que los trabajadores terminaran la obra.
Escarbó entre ellos y sacó un pedazo de unos quince centímetros.
No era madera buena para tallar. Sabía que su padre no la habría aprobado, pero tendría que servir.
Volvió al garaje, se sentó en un banco y observó la pieza. Luego la fijó al banco de trabajo, tomó la gubia y golpeó. Como había olvidado la practica, la gubia resbaló en la superficie de la madera y faltó poco para que se cortara un dedo con ella.
Respiro hondo, puso la gubia en el angulo correcto y lo intentó otra vez.
Sudaba como si hubiera estado corriendo toda la noche, pero cuando miró el reloj, descubrió que apenas habían transcurrido dos horas desde que empezó a trabajar la pieza que se encontraba ante el.
Se sentía mejor que nunca. No se había dado cuenta de que echaba de menos las herramientas y el trabajo físico.
Pero el trabajo no era precisamente satisfactorio.
Observó la pieza con detenimiento y la miró por todas partes antes de lanzarla a la basura, donde cayó con un golpe seco.
Era basura.

Vida entrelazadas      |HS|Where stories live. Discover now