3: Como Darcy

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Entre los primeros capítulos de Orgullo y Prejuicio, entre algunos de los párrafos, hay una pequeña frase sobre Mr. Darcy que decía: "Se descubrió que era un hombre orgulloso, que pretendía estar por encima de todos los demás y demostraba su insatisfacción con el ambiente que le rodeaba".

Y pues, a mi parecer, esa pequeña frase queda muy bien con la personalidad de mi querido señor Gallagher, sobre todo ahora que literalmente me ha tapado la boca con cinta adhesiva.

"No soporto escucharte hablar tanto" dijo antes de poner cinta sobre mi boca.

Yo no tenía la culpa de que Lance me estuviera hablando tanto sobre su banda favorita.

–Te juro que no aguanto otros cinco minutos acá –susurra Jossie a mi lado.

Yo solo asiento con la cabeza y levanto mi pulgar, dándole a entender que comparto el pensamiento.

¿Cuánto más tendré que esperar para quitarme la cinta de los labios? Están empezando a dolerme de tanto jaloneo.

Por suerte no soy la única, Lance también tiene la boca tapada.

–Para mañana, quiero que traigan en resumen de los siete primeros capítulos y un análisis de los personajes que consideren sus favoritos ¿está bien? –dice dejando la escayola sobre una de las mesas–. A penas entre a la biblioteca quiero encontrar sus trabajos justo sobre esta mesa. No quiero que le copien la tarea a otro ¿Entendido, señorita Plotkin?

Asiento levemente.

–Puede retirar la cinta de su boca –dice–, pueden ir a casa.

Retiro la cinta de mi boca con absoluto cuidado y empiezo a guardar mis cosas.

Mis labios están pegajosos.

–Qué tenga un buen día, señor Gallagher –digo saliendo de la biblioteca.

Saliendo del pabellón principal, contemplo la idea de ir a casa caminando, pero al ver que en realidad estoy cansada, opto por tomar el autobús.

Me estiro un poco antes de empezar mi corto recorrido hacia la parada de autobuses.

–Plotkin.

La voz que llega a mis oídos es tan familiar que por un momento considero arrancarme las orejas.

Ahora no, por favor...

Me giro con cara de pocos amigos.

–Sophie –saludo sin mucha emoción.

–¿Estuviste en clases de reforzamiento? —pregunta— ¿Quién puede ser malo en literatura? Es decir, sé que eres algo tonta pero... ¿Quién puede ser tan tonto?

Frunzo el ceño, sin poder entender qué puede ganar diciéndome cosas así. Hago un esfuerzo sobrehumano por no dejarme arrastrar hacia su pelea.

–Personas como tú, al parecer –digo–, también estás en la lista, no sé por qué no estuviste hoy ahí. Y por si no lo sabías, yo estoy ahí por error, a diferencia de ti, yo no desapruebo cursos tan fáciles como arte y educación física.

Ella pone los ojos en blanco mientras sostiene con más fuerza sus carpetas rosadas bañadas en brillantina. Sacude su larga cabellera pelirroja contra el viento y me dedica una mirada hostil.

Es como ver a una caricatura.

—¿Quién da las clases de reforzamiento? —pregunta ignorando mi comentario anterior.

¡Profe, No Borre El Pizarrón!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora