EXTRA: El Zapato Que Vuela

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Tiro los almohadones y almohadas hacia una esquina de la habitación, totalmente sumida en el pánico.

—¡¿DÓNDE ESTÁ MI ZAPATO?! —exclamo, aun sentada al borde de la cama, sin poder moverme.

—No lo sé —murmura Phoebe con expresión horrorizada.

Sophie busca dentro de mi antiguo armario, bajo la cama y en el baño. Escucho como revuelve cosas y finalmente.

—Esto es serio, no están sus zapatos —dice preocupada— ¿Estás segura de que te trajeron la caja?

Hago memoria de todo lo que hice la última vez que revisé los preparativos. Confirmé los contratos, confirmé con los de iluminación, llegó el vestido, los anillos.

Llegó el traje de mi padre, los zapatos de mi hermano, el buquet de flores.

Levanto la mirada hacia Sophie, horrorizada y apunto de desmayarme.

—Creo que olvidé los zapatos en la boutique —confieso.

Phoebe se levanta de su asiento como un rayo y pesca el bolso de mi cómoda.

—Voy con Wade por tus zapatos, será rápido.

—¡Tengo que ir a la iglesia, ya! —exclamo señalando el enorme reloj que dejó mi padre sobre el escritorio.

Fantástico, para recordarme que me quedan solo minutos para partir hacia la iglesia.

—¡Ve, no tardes más! ¡Estaremos ahí en un minuto! —exclama Phoebe saliendo de la habitación.

Yo, tiesa como gato electrocutado, observo a Sophie, ella me ofrece una mirada tranquilizadora.

—Vamos, todo va a salir bien.

Mi padre asoma la cabeza por el umbral de la puerta.

—Debemos salir ahora, todos los invitados están ahí ya... —dice—. Ponte otros zapatos.

Las ganas de llorar incrementan. No tengo zapatos aquí, no tengo tacones, ni ballerinas brillantes solo tengo un par de zapatillas para correr que usaba en la escuela.

Al ver el par de zapatillas blancas en la esquina del armario grito de frustración.

Me levanto en un grito de guerra y pesco las zapatillas, me siento en el borde de la cama y me las calzo de inmediato.

—Me veo como un puto enano —digo, observando mi reflejo en el espejo.

Unos zapatos no van a arruinar mi boda.

—Estás hermosa —corrige.

Sophie sonríe, poniéndome el velo sobre la cabeza—, después del día de hoy... Oficialmente te tendré envidia, Madison Plotkin.

—Me robas el esposo y te dejo en una zanja —bromeo.

Ella ríe divertida.

—Estoy aquí para robar tus vestidos no tu esposo —rueda los ojos—, eso hacemos los amigos.

Me ofrece su brazo y yo lo acepto. Salimos de la habitación mientras intento convencerme de que los chicos van a llegar temprano.

*****

El auto estaciona frente a la iglesia. Alcanzo a ver como las puertas de la iglesia se cierran con todos los invitados adentro. 

Dije que iba a estar tranquila y que solo eran unos zapatos... Pero no es cierto, quería que todo sea perfecto y no puede ser perfecto si llevo los mismos zapatos que usaba en la secundaria en el día más odiado de todos: los lunes de educación física.

¡Profe, No Borre El Pizarrón!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora