34: La Pandilla Fiestera

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¿La bienvenida a Hawái? Maravillosa ¿Si nos dieron el collar de flores con el que Phoebe alucinaba? ¡Estuvo precioso! ¿Qué si me tocó una buena habitación? Claro, está a cinco habitaciones de la de Drew ¿Que qué estoy haciendo ahora? Me arreglo para la salida al club que nos prometieron.

Todas las chicas nos encontramos reunidas en la habitación de Anne Levine arreglándonos para de una vez partir hacia el club.

El suelo está repleto de tacones, vestidos y bolsas de maquillaje.

Todas vamos enfundadas en el vestido más lindo que hemos encontrado en nuestro closet, algunas con tacones y otras con tennis. Todas tienen un bonito maquillaje y peinado. Caroline ha pasado la tarde alisando el cabello de todas las que han querido, yo maquillando y Sophie arreglando outfits para todas.

¿Trabajo en equipo? Podría decirse que sí.

Una vez que todas nos encontramos listas para partir, salimos de la habitación enganchadas del brazo de alguna de nuestras amigas para no morir de camino al ascensor.

Todas salen entre risitas y piropos.

Drew sale de su habitación y se queda en su sitio petrificado. Le dedico una mirada coqueta, aunque sé que no soy la única en hacerlo.

—Señoritas, se ven fenomenales —dice pasmado.

—Muchas gracias, señor Gallagher –el coro dice.

Drew hace una reverencia.

—Parecen unas diosas –dice-. La van está abajo, esperándolas en la puerta principal.

-¿Usted estará ahí? –pregunta Josephine.

—Asegurándome de que nadie beba más alcohol del necesario —dice encarnando una ceja—. Seamos sinceros, nadie podrá detenerlos, hagamos lo que hagamos. Las veo allá.

Y dicho eso hace una última reverencia antes de desaparecer por algún pasillo.

—¡Por poco y te engulle con la mirada! —exclama Phoebe en mi oído una vez que el grupo de chicas se adelanta lo suficiente como para no oír nuestra conversación.

Me sonrojo sin poder evitarlo de alguna manera.

—Se ve guapísimo —digo con voz soñadora.

—Y es todo tuyo —dice con una mueca— ¡Qué envidia!

Pongo los ojos en blanco antes de que Phoebe estalle en carcajadas.

—Le diste una cucharada de su propio chocolate —dice.

—¿Cómo?

—Ahora sabe lo que es quedarse petrificado ante la imagen de un semi-dios —dice levantando ambas cejas sugerentemente.

—Gracias por lo de semi-diosa —digo.

Una vez que todos estamos dentro de la van las fotos no se hacen esperar, todo lo que veo son teléfonos, pantallas y flashes. Para entrar en ambiente le pedimos al conductor que encienda la radio, y hacemos nuestra pequeña pre-fiesta dentro de la van.

—¡Díganle 'hola' al señor Hardy! —exclama Lance desde el frente de la van enseñándonos su pantalla.

El volumen de la música desciende.

El profesor Hardy nos sonríe desde la pantalla de Lance y saluda con su mano alegremente.

—¡Señor Hardy! —se escuchan los gritos de felicidad.

¡Profe, No Borre El Pizarrón!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora