Una invitación inesperada

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Regina no se sentía bien para ir a trabajar, de todas maneras ya eran las once de la mañana, y por una vez en los dos años de mandato, se escaqueó. ¿Qué podía hacer para corregir su error? No, ella no podía obtener algo carnal con Emma sin darle la más mínima explicación. Pero ¿tendría el valor? ¿Acaso la rubia sería comprensiva con su historia, con su problema?

De todas maneras, como había dicho el doctor Hopper, había ido demasiado lejos. Era hora de que intentara rectificar su error esperando la benevolencia de Emma para perdonarla. Se dirigió a su caja fuerte, sacó una llave, a la que le dio varias vueltas en la mano y sobre la que posó nerviosamente los labios. Después llamó a su secretaria y le dio algunas directrices.

Por su parte, Emma Swan estaba en su tercer café, buscaba en la calidez del vaso algo de consuelo, no podía hablarle a nadie y sobre todo no a su hermanastra. Mary Margaret no comprendería, y además, ¿cómo hablar de la extraña propuesta de Regina? Durante un breve instante, se había cuestionado el hecho de querer aceptar esa proposición torcida y sin razón, ¿podría ella, aunque fuera una vez en la vida, tocar a esa mujer a la que encontraba deseable, pero que siempre le había parecido inalcanzable? Y por varias razones, Emma Swan no había nunca acariciado el deseo de poder tener algo con Regina Mills, ni en el plano de la amistad ni en el de otra cosa. Demasiado elegante, una mujer que no era, sin duda, de su mundo, con la que no parecía compartir sino un hijo en común. Así que no, Emma nunca se había atrevido a expresar algo que pudiera poner en peligro su derecho de visita a su hijo y en ese caso, fuera de toda discusión cortejar a la madre de su hijo. Y además, por alguna razón idiota, se había convencido que ser heterosexual en una pequeña ciudad de Maine parecía ser lo más aconsejable. Era una terrible mentira, pero se acostumbraría, había pensado en su momento.

Cuando su teléfono vibró, encontró un mensaje escrito de la morena

#Encontrará un mensaje en su email. Le agradecería que lo leyera atentamente. R.

Emma entrecerró los ojos y ya dudaba del contenido del email, ¿qué tendría esta mujer retorcida aún en la cabeza? ¿Otra humillación? ¿Otro chantaje, una nueva proposición asquerosa? Suspiró y abrió su email y nerviosamente retorció el cable del ratón. Pudo leer esto:

"Miss Swan,

Le ruego que acepte mis más humildes excusas, mi proposición le ha debido parecer chocante e insólita, le debo una disculpa cara a cara, pero no aquí, no sería capaz por razones que le explicaré más adelante.

Necesitamos hablar de muchas cosas, de eso, pero también de Henry...Sé que es mucho pedir.

Para hacer bien las cosas, de manera correcta, y créame, no voy a cometer el mismo error, le rogaría que le preguntara a su hermanastra si puede quedarse con nuestro hijo unos diez días. Le doy a usted diez días libres también, David la reemplazará.

Le pediría que se uniera a mí en el lugar indicado en una carta que mi secretaria tiene para usted en su escritorio.

Si a las 17:00 usted no ha recogido ese sobre, ella me informará de que usted no desea hablarme, lo que comprenderé, le concederé de igual manera los diez días de vacaciones como he convenido. Por mi parte, yo ya no estoy en mi despacho, sino en el sitio señalado.

Coja lo que necesite para varios días.

R."

«¡Pero está chiflada!» soltó Emma sola para sí misma en el despacho.

Regina la invitaba no se sabía a dónde durante al menos diez días. ¿Qué significa ahora esta trampa? ¿Comprendía que la otra mujer quería mantenerla a su alcance durante diez días? Emma pasó su mano, nerviosamente, por sus cabellos. La morena quería presentarle sus excusas, pero eso no debería llevar diez días. Todo eso parecía improbable y tan poco común a Regina como modo de actuar.

Turbio pasadoWhere stories live. Discover now