Descubrimiento

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Hacia las siete de la mañana, Emma se despertó sobresaltada, una luz intensa sobre la cama la sorprendió. Giró la cabeza refunfuñando y vio encima de ella un panel que no había sido cerrado, dejando que el sol diera directamente sobre la cama. No había visto el botón al lado de esta para cerrar el panel, el confort de las casas modernas se le escapaba totalmente a Emma. Completamente despierta, se extasía ante la vista que tenía a través de la cristalera y a paso lento se encontró delante de la bañera en la otra estancia. Sonrió y se dijo a sí misma

«¡Por nosotras dos, belleza!»

Hizo correr el agua, cogió lo que parecía ser un producto espumoso y se quitó rápidamente sus ropas. Al dejarse deslizar en el agua caliente, no pudo retener un gemido de satisfacción. Se puso sus auriculares, dejándose acunar por una melodiosa música. Incluso se puso a canturrear y cerró los ojos, fantaseando en su lecho de espuma.

Cuando el despertador de Regina sonó, eran las 08:30. Tenía por costumbre levantarse temprano para ocuparse de Henry, y lamentó no haber cambiado la hora de la alarma. Estirándose suavemente, se preguntó si su invitada se habría despertado. Se levantó y se puso una bata de satén. Sus gestos eran rápidos y precisos. Abrió la puerta de su habitación, no escuchó ningún ruido, aunque las habitaciones estaban bien insonorizadas. Bajó a la planta inferior y tecleó en una caja de comandos táctil que había sobre la mesa de la cocina. Quitó el dispositivo de seguridad y dedujo que su invitada estaría tomando un baño y que las contraventanas de las cristaleras estaban abiertas en la habitación que Emma ocupaba. Así que hizo un copioso desayuno y lo colocó en la mesa de la terraza.

Esperó un poco y al no ver a Emma bajar, entonces tomó la decisión de llamarla, sin éxito, subió ya que la rubia no había dado señal. Abrió delicadamente la puerta de la habitación de Emma, y aún sin respuesta. Al introducirse lo más despacio que pudo en la habitación, escuchó la voz de su invitada canturrear en el cuarto de baño. Golpeó en la puerta casi con tanto éxito, y apareció ante Emma que se sobresaltó en el baño, mientras que Regina se quedó mirándola por unos segundos antes de girarse rápidamente.

«¡Hey! ¡Hay que llamar antes de entrar!» dijo Emma mientras se quitaba los auriculares.

«Miss Swan, la he llamado cinco veces, ¡me temo que sus auriculares la alejaron un poco del resto del mundo!»

«Ah...Perdón...Euh, ¿Y?»

«El desayuno están listo...La espero»

«Voy, puede pasarme la toa...»

Emma se detuvo a la mitad de su petición, dándose cuenta de que quizás no era una buena idea revelar su desnudez delante de Regina. Esta se giró y continuando mirando a la rubia a los ojos, cogió delicadamente la toalla dejada en el borde del lavabo y la colocó sobre un pequeño mueble, al lado de la bañera, previsto para tal fin. Su mirada oscura no había dejado por un segundo la de Emma, dejándola petrificada, mientras que Regina acabó por mostrar una sonrisa divertida, feliz por haber aterrorizado a su invitada. Un beneficio secundario, sin duda, de ser como era ella. Como un depredador divirtiéndose con su presa. Pero su sonrisa se borró rápidamente una vez en el pasillo, pensó que había ido un poco fuerte y que una vez más había dejado hablar a sus instintos antes que contenerse delante de la otra mujer.

Emma, por su parte, una vez envuelta en la toalla, tenía una expresión menos asustada que hacía un momento, reía interiormente ante los pequeños juegos de Regina. Definitivamente todo era pretexto para un juego de seducción o de dominación en esta mujer, era a la vez divertido e inquietante, según lo que estuviera en juego. Se vistió rápidamente, dejando que sus cabellos se secaran al aire.

Turbio pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora