Cap. 5

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Desde lejos se veía cómo aquella gente que Ana había descripto,se dirigía hacia  la entrada de la casa  de las hermanas Acevedo con todas las valijas. Parecía ser que querían instalarse allí.

-Un momento.-Gritó Emma acercándose. Al oir aquella voz, los recién llegados se dieron la vuelta para mirarla.-¿Pero qué se creen ustedes que están haciendo aquí?-Atacó.

-Venimos a hospedarnos aquí. ¿Algún problema?- Dijo uno de los hombres. La mirada de Emma se centró en aquel y lo escaneó. Aparentaba unos treinta o cuarenta años, era morocho, alto, apuesto, sus ojos eran de color miel y vestía muy bien, al igual que todos aquellos desconocidos. -Mi nombr...

Mire.-Cortó Emmaline. ¿No podía creer lo que estaba sucediendo. ¿Cómo habían entrado? ¿Quienes eran aquellos intrusos?-No me interesa su nombre ni el de ninguno de ustedes. Esta es nuestra casa, aquí vivimos nosotros. Vaya a otro lugar a hospedarse, señor. Vayáse por su cuenta, porque sino será por la mía.

-Y por la mía también.-Agregó Eddyth posisionandose a la altura de su hermana. En ese momento, Anna y Manuel se acercaron donde ellas estaban para dar a entender que no estaban solas en eso.

-Bueno, no vamos a pelearnos. ¿no?-Sentenció otro de los hombres. Éste aparentaba ser más jóven y por lo visto más pacífico que el anterior. Al contrario del hombre de ojos miel, este no parecía querer apoderarse de la casa, sino pedir permiso para hacerlo.

-Vienen, pasan de Ana, y se quieren apoderar de nuestra casa. ¿Que pretenden señores? ¿que no haya pelea?-Soltó Manuel que hasta el momento se había mantenido callado al igual que Ana. Esta última asintió con gesto de aprobación. 

-Por favor, estamos cansados...-Insistió una de las desconocidas, que hasta hacía un momento estaba inmóvil. Era rubia, de ojos claros y tenía mirada y sonrisa compradora. Parecía ser la más educada de todos, al menos pidió "por favor".

-Hemos viajado durante mucho tiempo, venimos desde Rusia y vamos hacia Escocia, Inverness. Pero nuestro barco se ha averiado y no podemos seguir nuestro camino. Será solo un tiempo hasta que lo arreglemos o alquien nos venga a buscar. Solo les pedimos amablemente qu...

-De ninguna manera, señor. De ninguna. Ah, ah. No hay posibilidad.-Soltó Emma sin querer dar el brazo a torser. El hombre pacífico volvió a hablar pero Emma se lo impidió. No iba a tolerar que aquellos desconocidos se quedaran en su casa y mucho menos los hombres. Tenía un problema con todos los hombres luego del hecho que había ocurrido con el novio de su tía: desconfiaba completamente de ellos. Y ahora tenía a tres desconocidos para hospedar. No estaba de acuerdo ni un poco.-Además la casa es chica para tantos huespedes.-mintió.

Eddyth, que había entendido lo que su hermana pensaba acerca de hospedar a aquellos hombres, dibujando la mejor de las sonrisas, la apoyó:

-Disculpad señores. Mi hermana tiene razón. No hay suficiente lugar para...

-Miren señoritas. Se acabó. Les guste o no nos quedamos. Hemos viajado durante mucho tiempo y estamos cansados, sucios y hambrientos. Por ende, nos quedamos.-El hombre de ojos de miel miró a sus acompañantes y levantándo el equipaje entró en la casa. Detrás de él todos lo siguieron.

-¡¿Quién se cree que es para violar esta propiedad, señor?!-Corrió Emmaline hacia aquel hombre con ojos color miel que ya estaba dentro de la casa y se posicionó delante de él. Pudo apreciar muy de cerca los ojos de aquel.Pero tuvo que levantar la cabeza para escanearlo tan de cerca, aquel hombre era altísimo, tenía una piel perfecta, pestañas largas y al lado de suyo, ella era una pulgarcita. 

Él sintió el aroma a fresas que de la piel de aquella mujer de rizos rojos emanaba. Era de piel tostada, tenía los ojos más brillosos que jamás había visto, las pestañas tan largas como él y unos labios rosados curvados que lo desconectaron de dónde estaba. La miró fijamente con seriedad y luego soltó una carcajada.

-Es verdad, todavía no le he dicho mi nombre, disculpad Rizos de Cereza...-Respondió aquel todavía con la sonrisa en sus labios. Dejó las valijas en el suelo y se arrodilló con una sola rodilla. Tomándo la mano de Emmaline y dandóle un beso en ella, prosiguió.- Estanislao Di Baccione, conde de Inverness.-Soltó la mano de Emmaline, y esta inmóvil, ya no supo qué decir ni qué hacer.Detras de ellos dos, en la puerta, se encontraban observando la escena: Los acompañantes del Conde, Ana, su hermana y Manuel que ardía. No toleró que aquel hombre tocara a su prima.

- Así es. -Revolvió en uno de los bolsos y sacó unas hojas.-Aquí están los papeles. ¿Sabe leer?-La morocha que no había pronunciado palabra hasta el momento dudó unos segundos y con una sonrisa siguió- De seguro que no. Se lo leo: "Estanislao Di Baccione, conde de Inverness"-Leyó.-Aquí, aquí y... aquí están los papeles dónde está sentado que Esti es el verdadero conde de Inverness y el sello, por supuesto. -Guardándolos, agregó.-¿Algo que acotar?

La mujer de cabellera negra rió al comprender que había ganado la partida a Emma. Y Emma se revolvió. Aquella mujer parecía ser una asquerosa. Por supuesto que sabía leer, no era una analfabeta, su padre le había enseñado.

Estanislao se colocó al lado de la asquerosa  y con una sonrisa de oreja a oreja en sus labios, le dió un corto beso en la cabeza  y  la rodeó con uno de sus brazos tomándola de la cintura. A la partida ganada se le sumaron el hombre pacífico y el morocho, al parecer: mudo. Porque era el único que no había pronunciado vocal alguna. Se adentraron en la casa y enseguida, con timidez,  les siguió aquella rubia que había sido la más educada. No estaba de acuerdo con quedarse allí si no era para nada bienvenida, pero lo cierto es que estaba muy cansada. 

-Emma, ¿qué hacemos?-Le susurró su hermana.

-Esperar hermana. Esperar a que se vayan cuanto antes de aquí. 

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Llévame contigo-María S.जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें