Cap. 7

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Tal como Estanislao Di Baccione, el poseedor de los ojos color miel, lo había dicho, Giovanna, su hermana, se encargaba junto con Ana y sus hijas de la comida. Colaboraba en la cocina, hasta había pedido prestado ropa a Eloisa para no ensuciar la suya. Demostraba estar encantada con aquella familia. Ya llevaban una semana allí y se había adaptado muy bien al igual que los integrantes de la casa lo habían hecho con ella, en especial Eloisa, Eddyth y Emmaline, que se habían relacionado aún fuera de la cocina, tanto que parecían amigas cómplices de toda la vida. Gio estaba feliz, haciendo solo el papel de Giovanna y nadie más. Pues cuando vive en Escocia, debe dar el papel de señorita, en cambio aquí, ella es una mujer que hace las cosas de la casa, se divierte y hasta tiene con quién contar sus secretos sin tener que preocuparse por sus fachas o su figura.

Aquellas cuatro mujeres aprovechaban para salir por las mañanas a cabalgar y al atardecer visitaban el jardín. Giovanna deseó llevar esa vida, deseó ser hermana de las Acevedo y hasta deseó que no arreglaran jamás el barco y que nadie pudiera encontrarlos para poder quedarse allí para siempre.

Este último deseo, casi que se cumple. Pues los hombres estuvieron toda la semana tratando de reparar el barco, pero les fue imposible. No tenían las herramientas suficientes como para hacerlo. Se había sumado también al trío, Manuel, quien había decidido que sería lo mejor y que podía, de esa forma, controlar los movimientos de aquellos tres hombres, en especial los movimientos del mayor de todos ellos: Estanislao.

Ana y Matildita, permanecían en la casa todo el día, así lo prefería Ana pero no tanto Matilde. Ésta soñaba con ir con el cuarteto de jóvenes que cabalgaban y se divertían tanto. Pero su mamá ya se lo había dicho "-Son más grandes que tú, niña, ven y juega conmigo." aunque siempre le tocaba jugar con la amargada prima del conde, que por su parte, pasaba todo el día tirada en el sillón leyendo, durmiendo o mirando por la ventana, dónde en ocasiones aprovechaba para espiar a su primo mayor. Se negaba a ir con las chicas, varias veces su prima intentó convencerla pero tras un "Estoy cansada, no quiero ir" que su prima le decía, Giovanna, la joven rubia desistía de insistirle.

-No, niña. ¡Que no! No quiero jugar contigo ni con tu estúpida muñeca. Hoy no juego contigo. Ya vete, ¿quieres?- Le dijo firmemente atenta con la mirada hacia afuera a la pobre Matilde que al comprobar que Constanza no jugaría con ella, se quedó sentada en la habitación.

-¿Qué haremos entonces ahora?-Dijo Amadeo, el hermano de Constanza. Se había aferrado a sus primos y también a Manuel con mucha facilidad. Era tímido, sí, pero en menos de dos días la timidez desapareció y la confianza entre ellos afloró.

-Esperar Amaedito.-Dijo su primo menor dándole una palmadita en la espalda.-Esperar a que nos vengan a buscar. Pero bueno, no nos vendrá mal quedarnos unos días acá. Esto es paz... ¿no? ¿Ustedes qué piensan?.-Al ver que nadie decía nada, suspiró y agregó con esperanza.-¡Aah! Si fuera por mí... viviría todos los días de mi vida aquí.

-Se acabará eso, ustedes son de Escocia. No podrán quedarse aquí por mucho tiempo más. Me comprometo a ayudarlos a volver a casa.

-¡Manuel!-Interrumpió Estanislao tratando se hacer amistad entre ellos.- ¿Nos echas, amigo? Ven, vamos a pasarla bien. Hemos trabajado duro toda la semana y no pudimos hacer nada, es hora de descanzar. ¿Que nos recomiendas?

De pronto, aún sentada en el sillón, Constanza vió que sus primos, su hermano y aquel tal Manuel se encaminaban de regreso hacia la casa. Se levantó del sillón rapidamente para arreglarse la falda del vestido y el peinado, pero al cabo de unos segundos aquellos que se acercaban se detuvieron un instante. Ya no pudo entender nada, solo vió que se alejaban. 

-Tú qué crees... En mi hogar es todo perfecto, hacer las cosas bien, hablar bien, andar bien vestida, no cocinar nunca... ¡Y con lo que me gusta! Yo no encajo allí. Yo no soy una mujer que me deje hacer, ¿se entiende? No me gusta que nadie hagas las cosas por mi y no puedo hacer nada por impedirlo. 

Estaban en el jardín de flores, sentadas en el pasto en ronda. Las cuatro mujeres charlaban, reían y hasta de vez en cuando hablaban de hombres. La confianza entre aquellas cada vez aumentaba más. 

-Y qué. Renuncia a esa vida Gio. ¡Renuncia si no te gusta!

-No, Eddy, no puedo. No puedo renunciar a aquella vida, me corresponde como a ustedes les corresponde estar aquí, a mí me corresponde estar allí.

-Pero eres libre, ¿o no? Mi consejo es: no pierdas tu tiempo viviendo de una manera que no te gusta, permíteme decirtelo.-Agregó Eloisa, que a pesar de la confianza que había tomado con Giovanna también, no dejaba de olvidar quién era ella, y quién eran Eddyth, Emma y Giovanna.

-¡Pero Gio! Tú eres de aquí, eh. Sí, tu eres. Debes quedarte aquí para siempre, de verdad que sí. Serías bienvenida, muy bienvenida.-Sumó Emma a la conversación.

-¿Y nosotros Cereza,  seríamos bienvenidos a quedarnos aquí para siempre?

Todas giraron la cabeza y levantaron la mirada: a sus espaldas se encontraban parados Estanislao, Amadeo, Feliciano y Manuel, que vestidos de aquella forma (más informales) lucían mucho más sexy que vestidos de traje.

 ¿Habrían estado parados allí durante mucho tiempo? Lo suficiente.

Las cuatro mujeres observaban fijamente a los cuatro bombones que tenían parados en frente y se dieron cuenta que allí reinaba el silencio. Cada una para sus adentros se preguntaba qué estaría pensando la otra.

Por el contrario los hombres veían a aquellas mujeres, cada una de ellas metidas dentro de sencillos vestidos. Pero aquella sencillez hacía notar la belleza de las hermosas mujeres. 

-NO. -Respondió Emma alzándo un poco la voz, Estanislao la irritaba.- No podrán y mucho menos usted, señor. -Concluyó con una sonrisa en los labios y acercándose a él.

Entonces él pudo sentir nuevamente aquel perfume a flores que la mujer de rizos color cereza tenía. Estaba muy cerca suyo, bajó la mirada un instante y vio los hermosos pechos ajustados por el corset del sencillo pero delicado vestido. Emma, instintivamente, se dio cuenta de la escenita que le estaba dando a aquel hombre y se tapó con los brazos. Estanislao abrió los ojos desconcertado al ver como el perfume de flores se evaporaba. Emmaline ya no estaba allí, se había alejado de él para reunirse con las otras mujeres. De pronto él sintió un vacio.

Manuel era testigo de eso y conciente que no le gustaba ni un poco.

-Bueno, vayamos a comer algo. ¿Les parece?-Acotó Eloisa.

-Sí, vamos... yo te ayudo Eloisa.-Le siguió Amadeo y al instante se le sumaron: Giovanna que, con intención de querer dejar a las hermanas Acevedo junto con los hermanos Di Baccione, agarró del brazo a Manuel.-Vienes conmigo, ¿Manuel? Éste no se resistió y la siguió.

-Bien, vamos nosotras también.-Emma tomó del brazo a Eddyth y la tironeó. Pero ésta estaba como tonta escaneando con la mirada a Feliciano. Emmaline, comenzaba a creer que su hermana estaba interesada en aquel y tironeó una vez más, ahora sí esfumándo sus pensamientos.-Vamos, hermana. Deja ya de mirarlo o quedarás mal... Muy mal.-Le susurró.

Como si le hubieran tirado agua congelada en la cara, así se despertó de su imaginación que incluía a aquel hombre de ojos grises que la había hipnotizado, sin dudas, desde el primer momento. Con apuro salieron de allí, se escaparon como si alguno de ellos dos pudiera hacerles algo. 

Los hermanos Baccione, incapaces de poder hacerles algo a nadie y mucho menos a las hermanas Acevedo, permanecieron parados observando cómo aquellas se iban. De pronto Estanislao, una vez pudo reaccionar, vió cómo su hermano apreciaba la silueta de una de ellas sin poder quitarle mirada de encima y rió.

-Buena elección hermano.-Dijo el conde, Estanislao,  colocándo una de sus manos encima del hombro de su hermano.

-La tuya también.-Respondió aquel mientras se iba para sorpresas del dueño de los ojos color miel.

Estanislao Di Baccione quedó allí en el medio del jardín de flores, pensando... 

¿Tan malo era ocultando sus sentimientos?

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Llévame contigo-María S.Onde histórias criam vida. Descubra agora