Cap. 9

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Nunca había galopado tan rápido, pero los nervios, las imágenes del pasado y la tensión de haber estado tan cerca de un hombre (y no cualquier hombre) la había puesto mal, muy mal.

Llegó a la casa e intentó amarrar al caballo, pero aún sus manos temblaban. Todo su cuerpo temblaba y las lágrimas seguían rodando por sus mejillas. 

-¿Emma? Emma, ¿qué haces aquí, no estabas en el lago?-Ana llegó hasta ella a sabiendas que no se encontraba bien. De espaldas,Emma, hacía hasta lo imposible por amarrar al caballo que no se quedaba quieto y sus temblorosas manos, no la ayudaban nada.-¿Emma? ¿Que te sucedió Emma? ¿Por qué estás así mi niña?

Emma se echó a llorar aún más.

-Toma. Átalo tú por favor.

Odiaba que la vieran llorar, por lo que salió corriendo y huyó.

-¡Emma! Emmitaaa! ¡Espera, mi amor! no te vayas así...-Gritó Ana preocupada mientras veía cómo su niña corría. 

Al cabo de unos cinco minutos Estanislao era el que venía descolocado como Emma pero sin llorar. Estaba nervioso, aunque un poco menos que el de Emma, también todo su cuerpo temblaba. Tenía miedo que algo malo le sucediera y se sentiría culpable si algo le pasaba y además de sentirse culpable, no soportaría ver que Emma sufriera.

-¡Ana! ¿Ha visto a Emma?

Él. ¿Quién más sino que Estanislao Di Baccione para partirle el corazón a su niña? Las lágrimas eran a causa de aquel. Ana lo confirmó y conocía muy bien a su niña. Si él acudía a su niña, Emma, en ese estado, luego se enojaría con ella, y eso era lo último que quería. Ana, suspiró y ladeó la cabeza. Se amaban.

En el jardín de flores, o mejor dicho en su segundo hogar, se encontraba Emma. Sentada en el pasto, sin importarle absolutamente nada, lloraba desconsoladamente.

-¡Papi! Lo extraño tanto, nada hubiera pasado si estuviera aquí conmigo. Lo extraño tanto como a mi madre.

Se recostó sobre el pasto y respiró hondo, ya no tenía más para llorar, estaba cansada de hacerlo, solo quería estar en paz y recordar a sus padres con amor. Así siguiera llorando sabía que no volverían. Optó por cerrar los ojos y recordarlos con amor. Ya no estaban los malos recuerdos de la violación sino los buenos recuerdos, los rostros de sus padres amándola desde lejos. Se sintió consolada, como cada vez que acudía a aquel jardín a ordenar sus ideas, ésta como tantas otras, lo estaba haciendo. Sentía que había algo en aquel lugar que la hacía conectar con sus padres. Sí, allí estaban, más vivos que nunca, podía sentir la presencia de aquellos. Sin poder evitarlo, dos lágrimas salieron lentamente de sus ojos.

Se levantó sobresaltada al sentir un calor en su hombro. 

-¿Qué hace aquí? ¿No le he dicho que se fuera?-Gritó borrando el calor que la mano de Estanislao sobre su hombro emanaba. Fue un cosquilleo lo que sintió justo dónde él había posado su mano y fue un estímulo el haberse apartado. 

Se dió la vuelta y le dió la espalda. ¿Lo había imaginado allí como imaginaba a sus padres o de verdad era él? Porque si era él no podía comprender lo que el simple contacto de la mano sobre su hombro había hecho. 

-Emma, por favor, discúlpame. No sabía nada y cómo iba a saberlo si no me lo habías dicho.-Dijo con suavidad.

Emma, al escuchar su voz cada vez más cerca de ella (se estaba aproximando y no toleraba su presencia pero aún no sabía por qué). Soltó una carcajada.

-¡JA! ¿Y qué pretendía?, ¿que le contara mi vida a un hombre al que apenas conozco, que odio su presencia y que se piensa que por ser el Conde de no sé dónde puede venir a decirme unas cuantas en mi cara?-Le gritó mirándolo a los ojos pero se dió la vuelta y le dió la espalda para limpiarse con el dorso de la mano las lágrimas que seguían cayendo y suspirar hondo.

Estanislao ya no podía verla  sufrir más y tampoco podía soportar que lo ignorara un segundo más. Le tomó la mano con la que se estaba limpiando las lágrimas y le dió la vuelta para que lo mirase. La agarró de la nuca, miró sus labios llorosos, su naríz roja a causa del llanto, y esos labios que parecían de seda. Le tomó la cara, acercó sus labios a los de ella y la besó con dulzura. Sus manos se desplazaron por la espalda de Emma hasta llegar a la mitad y la sostuvo con posesión. 

Emma separó sus labios de los de él al instante, pero él la tenía agarrada de la cintura y no pensaba soltarla. Le gustaba tenerla pegada a él. 

-No tengas miedo Emma, no pienso hacerte mal. -Le susurró posando su mirada en los ojos que lo miraban tímido.-Lo juro, perdonam...

Esta vez fue ella quien lo besó apasionadamente. Y esta vez no fue solo un cosquilleo en el hombro, esta vez fue un cosquilleo en todo el cuerpo, en sus labios, en su piel, en su abdomen y en sus intimidades que pedían a gritos ser tocadas por aquel hombre que subía la temperatura a cualquier mujer.

Si minutos antes tuvo miedo que aquel hombre la besara y la arrastrara hacia el pecado: la pasión, pues ahora era lo único que quería.

-Te cuidaré, no lo haremos si no quieres.-Con la respiración acelerada interrumpía aquel momento. Emma lamentó eso, entonces supo lo que quería: A él dentro suyo.

-Es lo que más deseo. Cuando lo vi por primera vez, supe que quería algo y ahora comprendo que era lo que quería.

-Casualmente, yo también quiero algo.-Le susurró al oído y ella sonrió.Su voz le hacía cosquillas.

-¿Qué quiere?

-Que vengas conmigo y te sumerjas a las profundidades de la pasión que nuestros cuerpos piden a gritos.

Emma sonrió. Minutos antes estaba llorando desconsoladamente y ahora era la mujer más feliz del mundo. 

-Llévame contigo entonces. Llévame.

Él soltó un grito varonil, la tomó en brazos y la besó para luego recostarla debajo suyo sobre el pasto. 

Se deshicieron de sus ropas en un periquete. Ella se aferró con sus piernas a las caderas de él, se miraron a los ojos y cuando supo que ella estaba a punto, la penetró e hicieron el amor con pasión. Emma sintió que era virgen y que aquel hombre se apoderaba de su virginidad. Olvidó las imágenes del pasado y lamentó haber pensado que aquello que estaba haciendo era un pecado porque lo cierto era que aquello era la octava maravilla del mundo.

Estanislao le había dicho que no le haría daño y cumplió, con delicadeza la hizo mujer. Y esa mujer que ahora era, por primera vez se sintió en las nubes.

Aquel jardín reunía todos los sentimientos para Emmaline y ahora estaba haciendo el amor con el hombre que se había apoderado de ella en un santiamén.  

Desde detrás de los árboles, nuevamente, Constanza lo observaba todo. ¿Se había acostumbrado a mirar detrás de los árboles? Esta vez vió algo que no le hubiera visto ver: el hombre de su vida con otra mujer. Lo había tratado de conquistar durante mucho tiempo y soñó muchas veces con ser su mujer. Deseó haber sido Emmaline.

Lo único que podía hacer era alejarse, ¿Manuel tendría razón? ¿Alejarse era la solución o debería seguir peleando por su amor aunque no la amara?

Con lágrimas en los ojos, se alejó, dejando atrás a su hombre (que en realidad no lo era) pero que amaba perdidamente. 

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Llévame contigo-María S.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora