Diecisiete

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Y estuvimos ahí tumbadas hasta que los primeros rayos del sol asomaron. El frío viento de la mañana nos dio los buenos días. Los pájaros cantaban y la suave brisa movía las ramas de los pinos y los robles de los alrededores. Ese particular olor a campo llenaba el ambiente.

Entre las horas de la madrugada un par de besos y caricias surgieron de entre nosotras. No había techo sobre nosotras, solamente un par de mantas y una fogata. Sin embargo, me sentía como en casa. Y todo porque estaba con ella. Ella era todo lo que necesitaba. Camila Cabello. Estar con ella me hacía sentir a salvo y como si no me faltara algo. Menos sola, menos triste, menos vacía. Ella era la mejor sensación que había sentido en toda mi vida. Camila Cabello.

Vi mi reloj de mano y noté que ya eran las 7:00 AM. Lastimosamente, el tiempo vuela cuando todo es perfecto. Me hubiera gustado pasar el resto de mi vida ahí. Olvidarme de todo el asunto del dinero de Leekie y los problemas de salud de Mani. Me hubiera gustado crear mi propio paraíso personalizado con Camila aferrada a mí. Pero el sufrimiento siempre tiene su manera de salir a flote.

¿Karma? Tal vez. 

Pase más de dos horas contemplando a Camila mientras dormía. Si los ángeles existen, definitivamente lucen como Camila cuando duerme. Gracias al cielo Camila no tenía clase y tampoco debía ir a trabajar por lo que la podía dejar dormir cuanto ella quisiese.

Con cuidado, me solté del agarre de la morena y en silencio me dirigí hasta la fogata. Fogata que ahora estaba reducida a cenizas y pequeños trozos de carbón. Tomé varios leños y al cabo de quince minutos ya estaban ardiendo. Después, fui hasta el auto, saque una sartén y prepare el desayuno. Camila tenía el sueño pesado. Después de todo esto, Camila aún estaba profundamente dormida.

Al cabo de veinte minutos...

— Buenos días. — Dijo la más joven con su voz áspera.

— Buenos días. — Le contesté. — ¿Qué tal dormiste?

— Excelente. — Dijo con un tono algo sugestivo.

— Por lo menos tú dormiste bien. Yo por el contrario, no pude dormir por tus ronquidos. — Fingí que estaba molesta.

La cara de la morena estaba en shock por mi comentario.

— ¿E-Es en serio? — Me dijo.

— No. — Solté una carcajada.

— ¡Idiota!

Después de un rato, le serví el desayuno. Como siempre, el gran apetito de Camila me dejo sin palabras. ¿Cómo es posible que una persona tan pequeña pueda comer el doble de su tamaño?

Después de dos horas gozando el hermoso paisaje, decidimos regresar. En nuestros teléfonos, no había nada de señal por esa razón no nos habíamos comunicado con Dinah. Empecé a conducir de nuevo, y tan pronto tuvimos una raya de recepción, ambas le dejamos mensajes a nuestra amiga para que no estuviera preocupada.

Recorrimos el mismo camino de la noche anterior. Esta vez era como si todo hubiera cambiado. Había luz y todo se veía más colorido. Volvimos a pasar por las solitarias casas, la pequeña iglesia y el pequeño cementerio. Tenía una conclusión, la noche disfraza la realidad. En ese momento, todo se veía tan hermoso e inofensivo, pero aquel mismo lugar a las 9 PM parecería el lugar indicado para encontrar un asesino serial.

Tras un par de minutos mire con el rabillo de mi ojo a Camila. Esta parecía estar gozando el paisaje. Había una diminuta sonrisa en su cara. La luz que se colaba por la ventana hacia ver sus ojos chocolates más claros. Había descubierto que tenía una debilidad por ellos. Sus ojos. Las ventanas de su hermosa alma.

— ¿Cómo aprendiste a encender una fogata así? — Preguntó Camila intrigada.

— Mi padre. — Le dije.

— No hablas mucho de tu familia.

— No es eso. — Sonreí. — Hablo si me preguntan.

— ¿Puedo preguntar? — Dijo Camila.

— Claro.

— ¿Cómo son? — Volvió a preguntar.

— Mis padres son personas... amables. Mi padre se llama Mike y mi madre Clara...—  Cuando estaba contestando la pregunta de Camila esta gritó de la nada.

— ¡DETENTE! — Gritó la morena.

Frené en seco sin saber lo que pasaba. Mire a Camila confundida. Estábamos en plena avenida y no había rastro de otros autos en el lugar. Aun nos rodeaban árboles. Había una cerca que servía de lindero entre el bosque y la carretera. Entonces, lo vi. Entendí la razón del grito de Camila. Había un ciervo no muy grande atorado en la cerca. Luchaba para soltarse sin tener éxito.

Sin pensarlo dos veces, baje de un salto del coche y corrí hasta donde estaba el animal. Era su cabeza y su pata derecha las que estaban atoradas. Sentí una presencia a mi lado. Camila estaba de pie junto a mí. Me agaché y tire de la parte superior, mientras que Camila tiraba de la parte baja de la cerca creando así el espacio suficiente para que el animal saliera. De un salto ya estaba libre y corría de regreso al bosque.

— ¡Lo logramos! — Gritó la más joven.

— ¡Lo hicimos!

Nos abrazamos emocionadas por la hazaña que habíamos logrado. Sin darme cuenta, terminé levantando a Camila en mis brazos como si fuera una niña. Cuando la baje, me di cuenta que nuestros ojos estaban conectados. Ella sonreía, tan hermosa y tan perfecta. Su mirada bajo hasta mis labios que inconscientemente mojé.

Después de unos escasos segundos, el momento llegó. Juntamos nuestros labios llegando así el tan ansiado contacto. Ella sonreía en mi boca. Estaba besando su sonrisa. Era maravilloso.

De no haber sido por el venado en el camino, le hubiera contado la verdad sobre mis padres. Y si le decía eso, quedarían las puertas abiertas a otros temas. Temas que incluían a Leekie, Normani y lo de Miami. No debería alegrarme por un animal en apuros, pero ese venado salvó a Camila de la verdad.


Fugitiva | CamrenWhere stories live. Discover now