Protector

261 40 28
                                    


― ¿Qué estás haciendo aquí?

Me volteé a ver a Violeta, más porque preguntó con curiosidad. Como si lo que hubiera pasado hacía una semana hubiera sido algo sin importancia. En parte era mejor así. No es que éramos las personas más conversadoras del salón, pero no había tanta tensión como supuse que habría.

― Te esperaba.

Me miró extrañada.

― ¿Cómo que me esperabas?

― Bueno... Quería acompañarte. Es tarde. Es viernes. Ayer robaron a unos alumnos a la calle para subir al metro.

― No. –Sentenció.- Siempre me voy sola.

Bajé las cejas.

― ¿No te da miedo?

― No.

‹‹Carajita obstinada››.

― ¿Y cómo sabes que tomo esa calle? –me sentí sonrojar.

― Te he visto.

― Qué acosador eres.

Lo dijo con un tono extraño, y una sonrisita minúscula. Me pareció el rostro más bonito del mundo.

― ¡No lo soy!

― Me iré sola igual.

― Te voy a acompañar aunque no quieras.

Se puso las manos en las caderas, sin creerse lo que le había dicho.

― O sea ¿No tengo elección? Adiós.

― ¡No! Espera...

Eran más de las tres de la tarde, y los viernes casi no había actividades de clubs, salvo clases de refuerzo o reuniones de coordinadores del salón para las actividades de la semana siguiente. ¿Y de verdad no tenía miedo, o es que no quería estar conmigo?

Ella no aminoró el paso ni se volteó a mirarme, pero la seguía de cerca, muy cerca.

Bueno, no podía evitar que fuera con ella, no es como si no fuera en la misma dirección de todos modos.

Pasó un minuto así, volteándose un par de veces. Antes de cruzar la calle se volteó.

― ¿No te cansas?

Negué con la cabeza. Si eso evitaba que la robasen, entonces la acompañaría todas las veces.

Cruzamos la calle, y luego otra. Ella se detuvo en el último edificio de la acera, antes de la acera de una pequeña plaza cercana al metro, a donde casi todos los alumnos se dirigían cuando salían de clase.

― Ya, me acompañaste. ¿Contento?

― Uh... -No le respondas feo Uber, aunque ella hable así. Vamos...- ¿Sí?

― Bueno. Adiós.

― Hasta... El lunes.

¿Hasta el lunes? Cállate Uber ¿Cómo que hasta el lunes? No volteé a verla al irme, me sentí demasiado tonto.

Pero no fue hasta el lunes. No fui a clases...Tuve que ir al médico por una reacción alérgica. Quién diría que una avellana tenía el poder de matarme.

El martes fui de los primeros en llegar al colegio... parecía que estar en peligro de vida o muerte hacía que mi papá se preocupase, y me dejó en la puerta del colegio en su camioneta. Así que ese día vi llegar a la gente entrar al salón y no al revés. Era extraño.

Tuve oportunidad de manchar de pega o poner chinches en los pupitres, o voltearlos todos hacia la pared, o amontonarlos, o dibujar un güebo gigante en el pizarrón, pero no lo hice. Preferí esperar a mis amigos y ya está.

Violeta entró con Tania al salón, mientras Enmanuel decía que se había producido otro robo el lunes, pero no sabía quién había sido realmente. En el salón no se hablaba de otra cosa.

― A Violeta la robaron ayer también...

La rodearon con rapidez todos, incluido yo.

― Me trancaron el paso con la moto... y me dijeron que les diera mi teléfono...

Me hirvió la sangre. Decido acompañarla para protegerla, me pierdo un día... ¿Y la roban? Maldita sea.

― ¿Y qué hiciste?

Violeta estaba tan extrañada por la atención que se sonrojó. Respondió rápidamente sin pensar, mirando a su inesperado público.

― Me volteé y salí corriendo... pero me halaron del bolso, me caí... y me lo quitaron.

― ¡Qué mal!

― Qué cobardes...

― ¡Pobre! ¿Te lastimaron?

― Bueno... -ella se acarició el codo, oculto bajo el suéter- no realmente... pero creo que tenían ganas.

Apreté los puños. Quería partirles la cabeza a esos hijos de puta.

Violeta los describió después. Dos tipos en una moto, ambos con cascos cerrados de color rojo y gris. Le regalé algunas hojas de mis cuadernos grandes y un lápiz –aunque ella ya había tomado sus previsiones- con la excusa para que me diera más detalles de los maleantes, pero eso era todo... Además de que no eran estudiantes, eran altos y con voces adultas.

Era arriesgado... pero quería hacerlo. Lo haría.

Iba a cazar a esos hijos de puta y les iba a quebrar las manos. 

~

Editado el 5 de julio de 2018

  "Quién diría que una avellana tenía el poder de matarme. " You get it you get it? The last name? No? Ok.

Madurez voluntaria (o algo así trágico)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant