¿Madrina?

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Vio 9:32

Te tengo que decir algo 9:32

¿No te puedes esperar? 9:33

No L 9:34

‹‹Coño de su madre vale››.-Pensé, muy frustrada.

Estábamos en clases de matemáticas ¿De verdad tenía que ser en ese momento? Ya había entendido lo que eran los logaritmos y no necesitaba realmente ver cómo resolvían un ejercicio fácil –otra vez-, pero no me gustaba el perderme algo ¿Qué tal si había algún truco o indicación nueva que me pudiera perder?

Me estiré un poco en el pupitre, poniendo el teléfono bajo la hoja del cuaderno de espirales. Alcé la mirada.

Ese trimestre no me había puesto a detallar el salón tanto como el año anterior... Me aprendí mil manchas del techo, los raspones de las paredes y del suelo, cuáles pupitres estaban buenos y cuáles no... No había sido muy difícil, de un día para otro no tenía a nadie con quién conversar. Solamente Tania, y tenía un pupitre de distancia de mí.

Lucía se había ido, su pupitre lleno de marcadores de colores era una bonita muestra de rebelión contra la autoridad. Le habían pedido limpiarlo antes de irse, pero se fue un día antes de lo prometido, y no lo limpió. Ahí estaba. Ridículamente lo usé unos días, mirando sus detalles, aprendiéndome sus grafitis precarios... hasta que al final del año hubo que echarle alcohol, cloro y pulitura para que pareciera un mueble decente otra vez.

Suspiré cuando el celular vibró de nuevo, regresándome al presente. Pero no lo tomé de inmediato. Esa clase la habían movido a ella de asiento, y aunque quedaba en la misma fila, estaba demasiado atrás para notar si estaba mirando el teléfono o no.

Miré al señor Urbina. Un viejito entrado en años que tenía que estar en su casa, atendiendo su jardín o cocinando pastelitos de arroz y no intentando enseñar a simios sin remedio sobre un ejercicio matemático que tal vez un cuarto del salón lograría ver en su carrera universitaria.

¿Qué tenía que decirme Tania que era tan importante?

Noté que había alguien mirándome a mi izquierda. Claro. Me giré un poco, y Uber desvió la mirada a la ventana, a la puerta abierta...

Qué evidente.

Me sonreí un poco... Está bien, tenía que admitir que me gustaba un poco la atención. Nunca me había pasado algo así. Le miré disimuladamente. Tenía unos zapatos marrones, unos mocasines grandes como una canoa. Está bien... No tanto, pero mis pies eran pequeños y casi cualquier otro pie me parecía inmenso.

Uber puso el tobillo sobre su rodilla y miró la pizarra, tamborileando los dedos sobre el cuaderno. Usaba un simple portaminas negro, robusto y grueso. Su cartuchera era muy pequeña, sacó de ella un borrador y repuso la mina para volver a escribir.

¡Oh! ¡Uber estaba anotando la clase!

Pensé que era hora de revisar el teléfono.

Cam me pidió unas fotos... 9:34

Pero después de que las mandé 9:35

Me di cuenta que se veía mi cara 9:35

D: 9:35

¿Es en serio? 9:41

¿Tienes que decirme en clase de matemáticas 9:41

Donde vas más raspada que nunca? 9:41

Que le pasaste unas nudes a Camilo? 9:42

¿Y que además fueron unas nudes con tu cara? 9:42

¿Eres estúpida? 9:42

No joda 9:42

No sé ni para qué me dices 9:43

Si te aconsejo y nunca 9:43

NUNCA 9:43

Me haces caso 9:43

No seas así 9:44

Alcé la vista. El señor Urbina se veía cansado. Como para demostrarle a Tania que no me interesaba tanto su problema, le hice una pregunta más o menos obvia. Urbina recobró algo de energías al dar un ejemplo. Al que presté atención, asentí y fingí anotarlo en el cuaderno.

Tomé el teléfono otra vez, cuando lo iba a desbloquear Uber me miró.

― ¿Puedes explicarme eso? No entendí...

― Mira, es muy sencillo.

Le hice un gráfico un poco grande con los pasos a seguir para resolver el logaritmo. Pensé que no estaba prestando atención, pero repitió lo que dije casi palabra por palabra y tocando con la punta del portaminas el ejercicio, moviéndola en el aire aludiendo a los pasos que había que hacer.

― Pues sí... Es eso. –no pude evitar mirarlo sorprendida.

― Fino... Gracias.

Alguien estaba saliendo entre los pupitres y volvimos a acomodarnos. Alcé la mirada cuando Tania salía del salón.

Urbina ni siquiera se dio cuenta... no se podía salir así como si nada al baño o a donde fuera, pero tuve un impulso y salí tras ella.

La encontré en el baño, estaba sentada en el mesón de los lavamanos, llorando.

―Tania... -me le acerqué.

―Déjame –dijo entre sollozos.

― Vamos ¿qué te pasa?

― ¿No leíste el mensaje que te mandé?

Cerré los ojos para no volteárselos.

― Que le mandaste fotos a Camilo.

― ¡Ese no!

―Bueno pero andábamos en clase... no estaba pendiente del teléfono todo...

―Creo que estoy preñada.

‹‹Embarazada››, le quise corregir. Pero me contuve. Y caí en cuenta.

Fuck...

― Ay qué fóc ni qué nada...

Miré mis pies, mientras ella volvía a llorar.

― Vio...

¿Qué se supone que le diría?

― ¿Qué haré, Vio?

Pues atenerte a las consecuencias de tus irresponsables actos... ¿no? Pero...

― ¿Qué haré, Vio?

Decir algo significaría empeorarlo todo. Sus sollozos amenazaban con llamar a los míos. Tomaba aire para llorar otra vez, de manera más incontrolable cada vez.

― ¿Vio?

Y ella esperaba que dijera algo. La única amiga que me quedaba y no sabía cómo ayudarla.

―Vio...

Mi silencio era la respuesta.

~

Editado el 7 de julio de 2018

Madurez voluntaria (o algo así trágico)Where stories live. Discover now