49. Lazos irrompibles

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― ¡UBER!

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― ¡UBER!

― ¡Ah, me cago en Dios!

― ¡Uber, no digas esas cosas blasfemas!

Tapé la cámara de la laptop con la mano, aún Vio podía verme un ojo y la barbilla por la rendija de entre los dedos. Me dolía la cara por reírme de su frase de señora.

― ¿De repente eres cristiana?

― No es eso, no seas grosero.

― Está bien, mamá...

― ¿Por qué estás así? ¿Con quién te peleaste? ¿Estás bien?

― Deja de preguntar tanto.

Le había dado a la tecla de video llamada sin pensar. Estaba tan ilusionado por verla que se me había olvidado que ella también me vería a mí.

― ¿Qué te pasó?

― Nada.

― Tu mamá tiene razón. Eres horrible mintiendo...

―Vino mi hermano.

Unos segundos de silencio.

― Quita los dedos, anda.

― No quieres verme.

― Claro que quiero verte. ¿Te echaste algo?

Le mostré la bolsa de hielo que tenía pegada a la mejilla, mientras apartaba la mano de la cámara.

Tenía la ceja hinchada, toda la mitad de la cara, la verdad. Mi hermano abarcó todo con un solo golpe. Sus puños seguían siendo pesados.

Gracias al cielo no me había aflojado ningún diente, pero estuvo a punto. Me había sacado el aire y lanzado al piso, donde golpeé la mandíbula con la cerámica, de haber tenido la lengua afuera es posible que me la hubiera cortado mucho.

Tuve suerte de que papá nos apartara, y echara afuera a mi hermano justo antes de que me lanzara una lámpara por la cabeza.

También tenía una abertura en la quijada, pero no tan grande como para ponerme puntos. Al menos le había quebrado la nariz, y esperaba que por lo menos le hubiera descuadrado la mandíbula con el puñetazo que le di y se viera mucho peor que yo.

Vio me miró horrorizada cuando le conté lo que pasó. Se pasó los dedos por los ojos.

― ¿Estás llorando?

― ¡No! - se le quebró la voz.

Eso me partió el alma por la mitad. Quise meterme dentro de la laptop y sostenerla entre mis brazos.

― Vio, estoy bien. No es nada... No llores.

Sentí que se me aguaron los ojos, y me acerqué a la pantalla.

― Se supone que iba a decirte que tengo licencia de conducir.

― ¿Qué?

― Y que mi abuelo te quería conocer.

― ¿Tienes un abuelo?

― Mi abuelo es Ángelo José Uribe... Bueno, Parmenio Galíndez-no esperé que abriera los ojos así, pensé que no lo iba a conocer.

― ¿Tu abuelo es Parmenio Galíndez?

― Lo acabo de decir.

Vio se rió, limpiándose las mejillas.

― ¡No parece! ¡Para nada! ¡Se supone que yo te daría un regalo a ti, no tú uno a mí!

― No importa. ¿Por qué no parece que sea mi abuelo?

― ¿Has leído la poesía que escribe?

― Bueno... muy poco... -Solamente lo que ella me había prestado.

-― Por algo lo entrevistaron...

― ¡Ya sé! -estuve muy avergonzado de admitir que había olvidado decirle que él escribía poesía.

― Bueno, tú no te la pasas leyendo poesía.

― Claro qu-que no. -Sí, bueno, un par de veces.

― Ah, se cortó un poco la llamada. ¿Qué dijiste?

― Que no. -Me apoyé en la bolsa de hielo. Vio me sonrió.

― Claro que me encantaría conocerlo. ¿Por qué me quiere conocer?

"Porque quiere saber quién me hizo madurar" sonaba demasiado... de todo. Demasiado triste, demasiado forzado.

― Porque le he hablado de ti.

― Pero si no soy interesante.

― Para mí, eres lo más interesante del mundo.

Fue la primera vez que se sonrojó y no me desvió la mirada con incomodidad. Le sonreí, y de inmediato el músculo se quejó por el esfuerzo.

― Esto va a ser difícil...

― ¿Qué cosa?

― Hablar contigo sin sonreírme.

Ella sonrió esta vez, y me tuve que contener otra puntada de dolor. No quería arruinarlo. No quería desaparecer esa sonrisa por nada del mundo.

~

Nota del autor: Quedan 2 capítulos y un epílogo :D

Me gusta la idea de provocar la sensación de tener el libro en las manos. Pocas páginas para llegar a las últimas, así como el peso de todos estos capítulos más en la mano izquierda que la derecha. Se lo imaginan ¿no? Bueno, falta poquito.

~ Editado el 8 de julio de 2018

Madurez voluntaria (o algo así trágico)Where stories live. Discover now