Guionistas

234 35 15
                                    


Al día siguiente había una reunión de profesores que nos daba el día libre, un día perfecto para comenzar con el trabajo. O eso pensaba Violeta. Era un día perfecto para dormir.

Me demoré más de veinte minutos escogiendo la ropa, sintiéndome como el propio marico. Me puse una chaqueta negra, escogí unos zapatos limpios, metí el cuaderno y mis cosas en un bolso más pequeño y me peiné frente al espejo, intentando que quedara... bien.

― Pensaba que ibas a hacer un trabajo, no a pasear.

Me volteé. Mamá me vio arreglarme, y me acerqué.

― No voy a pasear.

― ¿Y por qué tan arreglado?

― Porque es una chica y... -me alisó la chaqueta.

― Cuidao con una vaina...

― ¡Mamá!

― Me avisas cuando llegues, y me das...

― El número de la casa, de ella, del papá... Ya sé. –La abracé. Ella se preocupaba demasiado.

Desayuné antes de salir. A las nueve estaba frente a la puerta de su edificio, tocando el intercomunicador.

Violeta ese día tenía jeans y no falda. Se veía bonita, aunque extrañaba el vestido. Le quedaban bien los colores oscuros, ese vinotinto, por ejemplo.

Me abrió la reja y me saludó inclinándose suavemente hacia mí. Nos saludamos con un beso en la mejilla.

‹‹¡Síiii!››

― Pensaba llegar algo más temprano pero... -Ella se acomodó un mechoncito rebelde que había escapado de su moño, bostezando.

― Uber... de por sí deberíamos estar dormidos. ¿Desayunaste?

― Sí.

Me senté en su mesa mientras desayunaban. Su madre parecía una modelo en miniatura. Su rostro era alargado y anguloso, de boca pequeñita, sin un cabello fuera del moño brillante y apretado. Contrastaba con su esposo, que parecía un cuadrado enorme ocupando una silla demasiado pequeña para él. Pero las actitudes de ambos eran contrarias. Él era todo amor con Violeta y grotesco al comer. Ella comía la arepa con cubiertos y se pasaba una servilleta cada varios bocados, mirando al frente siempre.

― ¿Y qué trabajo harán hoy?

― Ah, un guión de una obra de teatro, señora Carolina.

― No suena difícil...

― En inglés.

Se tensó como si le hubiera dado una mala noticia. Violeta terminaba de desayunar, y sirvió más jugo para todos.

― A Violeta le cuesta mucho esa materia... ¿Y tú? –me atravesó el alma con sus ojos oscuros, muy oscuros. -¿Eres bueno?

― Sí... es la única materia que siempre eximo.

Estaba orgulloso de eso, y me di cuenta muy tarde que fue la peor manera de decirlo. Me miró de arriba abajo, como evaluando qué más se podría rescatar de mí.

― Bueno, es algo... si necesitan ayuda, hay un diccionario de sinónimos y antónimos, en español e inglés, en la biblioteca. También un libro de Shakespeare que los puede ayudar.

― Ya los puse en mi cuarto.

― Excelente –dijo la señora Carolina con un tono tan seco que era evidente que no era nada excelente, sino pasable-. Me voy ya, Roberto.

El señor Roberto la tomó de la mano y la haló hacia sí, besándola en la mejilla. Me sorprendí al verla alta cuando... noté sus tacones enormes. No sabía cómo caminaba con ellos, pero la hacían ver más autoritaria aún.

Madurez voluntaria (o algo así trágico)Where stories live. Discover now