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Esta es la historia de Anna, madre soltera, a quién admiro ahora más que nunca.

Gracias, mami chulita, por contarnos tu historia.

        Cuando conocí a Paolo apenas tenía diecinueve años de edad. Para ser sinceros, fue su físico lo que hizo que enloqueciera. Era un hombre grande, de complexión fuerte, seguro y autoritario; todo lo que me encantaba. Nos conocimos mejor y al poco tiempo nos hicimos novios. Estuvimos tres años saliendo antes de que él colocara una sortija en mi dedo. Un año después nos convertiríamos en padres. Destilaba felicidad por cada poro de mi cuerpo. Tenía todo lo que una vez pude soñar.

       En esta etapa, la del embarazo, conocí otra cara de Paolo. La relación se tornó agresiva y violenta. Incluso me enteré de más de una infidelidad por parte de él. El sueño se había convertido en una pesadilla de la que no podía escapar ni despertar.
No tenía el valor de cortar los lazos que me mantenían atada al chico corpulento, alto e imponente que tanto amaba.

      Su situación empeoró; se volvió adicto a las drogas, deambuló por las calles, pedía dinero en las luces. Pese a todo esto, yo seguía considerándolo el amor de mi vida. Un día él decide buscar ayuda. Es aquí en donde se traslada a Estados Unidos para su internado en un centro de rehabilitación. Fue un gran paso y yo estaba entusiasmada porque lograba ver un poco de luz en la oscuridad.

     En unas navidades viajé al Estado en donde vivía. Ya estaba rehabilitado y tenía un trabajo decente. Entre lágrimas y sollozos nos prometimos luchar por ese amor que tanto nos jurábamos... por el bien de nuestra familia.

    Las vacaciones culminaron y yo volví a la isla para poner en marcha el plan que habíamos trazado para nuestro futuro: terminaría mi bachillerato, matricularía a mi hija en una escuela allá afuera y pasados cinco meses volveríamos a encontrarnos para vivir juntos.

      Faltaban diez días para el esperado reencuentro. Ya mi hija estaba matriculada en una academia, las gestiones para un empleo realizadas y los pasajes comprados. Todo marchaba perfecto hasta que recibí una llamada suya. Sus palabras fueron breves, pero lo suficientemente profundas como para derrumbar mi mundo.

—No puedo seguir contigo, espero que puedas ser feliz. —Fue lo que dijo.

Tres días después hizo pública su relación con la ex pareja de su amigo.

Corazones rotosWhere stories live. Discover now