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Antes de comenzar este relato quiero hablarles. Ustedes saben que cada historia contenida aquí es verídica. El propósito de cada línea es hacerlos reflexionar, de hacerles ver que hay salida de relaciones toxicas o que no nos convienen. Agradezco infinitamente su confianza es mí, por escribirme a la bandeja de mensajes y contarme sus desdichas. Hay relatos más impactantes que otros; unos más fuertes que otros. El que leerán a continuación ha sido el que más me ha afectado. No solo por el hecho de que estoy escribiendo una historia que envuelve este tema en la trama, sino porque es de una chica muy estimada por mí. Es una gran chica a la que admiro mucho más que antes. Quiero que lean este relato con seriedad y que al final comenten palabras de aliento para ella; quiero que le hagan saber que no está sola y que saldrá de esta.

NO quiero comentarios despectivos hacia ella, mucho menos que la juzguen o que la hagan sentir culpable, porque, créanme, los bloquearé de mi perfil.

«Ojalá alguien me hubiera dicho que tener razones para huir no bastan para irse. Que para esto se necesita valor y alguien que nos ayude.»


Tal vez deba mencionar que él es mucho mayor que yo... o que es usuario de una droga que se conoce como perico... o bueno, tal vez tengo que ir al principio de esta historia:

Nos presentó una amiga. Para hablarles sinceramente, tenía cierta perspectiva de los hombres que me doblan la edad. Para mí eran sinónimo de madurez, estabilidad y compromiso; características que no hallaba en los de mi generación. Ahora sé que es absurdo hacerse una idea de lo que son X grupo de personas, puesto que cada persona es individual y los factores como la edad, el peso o nivel social no definen a nadie ni mucho menos los hacen seres de bien.

El don me gustó mucho.

A medida que nos conocíamos pude distinguir características que consideraba muy atractivas en un hombre; era detallista, romántico, caballeroso, bohemio; tenía creencias y convicciones sólidas. Era dueño de un restaurante (todavía lo es), me apoyaba en mi carrera universitaria. Inclusive me alentaba diciéndome que cuando me graduara me iba a poner mi primer consultorio como psicóloga. Veía un futuro estable con él. Por tal razón, comenzamos a vivir juntos.

Y todo cambió.

Me volví esclava de la casa, del negocio, de sus hijos y de sus reglas.

El restaurante estaba teniendo pérdidas y yo comencé a trabajar allí como gerente. Lo saqué de las cenizas y lo puse a correr de nuevo. Fue aquí cuando supe que todo lo que tenía lo debía. Vivía de apariencias porque ni siquiera tenía para la pensión de sus hijos.

Cuando llegaba a casa, lo atendía como dicta el manual de mujeres sumisas. Sus hijos me amaban, yo estaba al pendiente de ellos. Pero él ni siquiera los procuraba; yo hacía el esfuerzo porque correlacionaran.

El vicio con el perico se intensificó... y con ello, la violencia contenida en su interior. Yo tenía conocimiento previo de que era usuario, pero de una forma moderada. Sin embargo, cuando comenzamos a convivir, el consumo fue compulsivamente.

Y llegaron las infidelidades.

La primera amante que le conocí fue a una chica menor que yo, la cual trabajaba como mesera en el restaurante. Cuando las sospechas se estaban materializando le reclamé y el muy descarado me dijo que "esa nena le recordaba a su hija". También quiso "acomodársela" a su propio hijo. ¿Se imaginan lo jodido de eso? Iba a presentarle al hijo la chica que se tiró. Porque sí, se acostaron.

La segunda que le conocí fue una señora y que el denominaba como "lesbiana" ... Vete tú a saber las mentiras que se inventan los hombres infieles. La cosa era que no era gay y que, en efecto, estaban liados.

Mientras eso ocurría, en casa él me trataba horrible. Me amenazaba, me prohibía ir a la universidad (esto porque quería mantenerme vigilada), y me obligaba a tener relaciones sexuales con él. Yo no quería, él me daba asco y miedo. Me encerraba en el baño, atemorizada por lo que era capaz de hacer. Pero siempre lograba entrar y comenzaba a profanar mi cuerpo sin temple ni piedad.

Las humillaciones ya no se limitaban en privado, en público también. Los celos, los espectáculos, los insultos eran constantes. No importaba si estábamos con su familia, en una cena, siempre me menospreciaba.

Dormir se me hacía imposible, debía recurrir a las pastillas controladas para conciliar el sueño.

Cuando se volvió físico supe que debía irme, pero para este punto ya yo sentía que no tendría escapatoria. Mi mamá sospechaba, pero él me encerraba y no tenía permitido verla. Incluso, mi madre llegó ir al cuartel de la policía suplicando que hicieran algo, pero la respuesta de los agentes era que ya yo era mayor de edad y que como madre no podía poner la querella.

Traté de dialogar y dejar la relación, pero no fue efectivo. Un día me iba a ir a hurtadillas y me atrapó en ello. No hace falta mencionar el escándalo y las consecuencias sumamente dolorosas.

Dos años estuve sometida a su dictadura. 730 días de dolor, de malos tratos, de violaciones, de control absoluto de lo que pensaba, hacía o decía.

Un día llegó muy drogado. Me golpeó y una vez más quería obligarme a tener sexo. Me rehusé y en un descuido pude agarrar el teléfono (también me restringía el celular) y llamé a la policía.

Se fue antes de que los agentes llegaran.

Y un nuevo comienzo llegó...

Actualmente estoy en tribunales para que me conceda una orden de protección y alejamiento. Ha tratado de contactarme por medio de terceros, pero no voy a permitir que vuelva a acercarse.

Estoy sufriendo más desde que salí de allí, porque he empezado a razonarlo todo y a ser plenamente consciente de lo que sufrí y viví. No niego que estoy bien jodida emocionalmente, que estoy recibiendo ayuda para poder alejar el recuerdo de esa pesadilla. Pero a la misma vez, he convertido el miedo en fuerza, el temor en esperanza... Hoy puedo gritar a viva voz que soy libre.

No sé si otras corran la misma suerte que yo, pero si están pasando por esto quiero decirles que no son culpables. Que la fuerza vendrá de su interior... Que no le pertenecemos a nadie, que debemos aspirar a ser libre, aunque estemos con alguien. Que «no» es «NO» y que debemos estar con alguien que respete eso.

Si estás pasando por esto, grita; Dios siempre enviará un ángel por ti. Pero grita fuerte.

Y a los que no, les digo que no se dejen llevar por el físico y las apariencias. No le den importancia al factor edad o la aparente estabilidad económica. Al final, son solo números. Estuve con un hombre de casi 50 que no es para nada como esos que la sociedad quiere hacer creer que son. Las flores, el que te abran la puerta, el que no te quepan en la boca y la caballerosidad son elementos inverosímiles y no hacen a un verdadero hombre.

Corazones rotosحيث تعيش القصص. اكتشف الآن