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Mis manos temblaban mientras abría el sobre. Dentro estaba la respuesta que tanto había esperado. Desdoblé la carta. Mi corazón golpeaba frenético en mi caja torácica mientras posaba mis ojos en el escrito. No me preocupé por el principio de la misiva; fui directo a las letras en mayúsculas: "¡ENHORABUENA USTED HA SIDO ADMITIDO(A) EN LA ESCUELA ESPECIALIZADA CROEM!"

Grité de emoción y empecé a dar saltos en el mismo lugar. Yo era una simple muchacha, de la que nadie esperaba nada. De esas que todos imaginaban que terminaría casada con un marido machista y controlador que solo traían el dinero a la casa y nada más; con cuatro hijos y toda una vida de lamentos y deseos de superación, pero ninguna motivación. Yo no quería nada de lo mencionado. Por tal razón, solicité para una escuela en la que te aseguraban un futuro próspero.

Dejé el barrio en el que crecí, me separé de mis mejores amigos —creo que fue una de las cosas más difíciles—, y me mudé hacia el recinto. Ah, sí porque la institución era una especie de internado en el que pasabas cinco días de la semana conviviendo con otros estudiantes.

Nada resultó como esperaba. La escuela era demasiado para mí. Ahí supe que la enseñanza pública no te prepara para el mundo profesional, que no te da ninguna herramienta útil para un nivel más alto de educación.

Bueno, no quiero desviarme del tema. No quería sentirme fracasada ni mucho menos regresar al pueblo que dejé atrás. No deseaba sentir miradas sobre mí ni escuchar murmullos sobre "la muchacha que no aguantó el empuje." Así que, hablé con mi hermana y me fui a vivir con ella. Comencé una nueva etapa, una vez más.

Me matriculé en una escuela vocacional. El "amor de mi vida" no se encontraba dentro del plantel escolar; lo vi pasar por casualidad. No sabría decir qué sentí, pero él chico delgado y lleno de tatuajes me encantó. Se llamaba Tony. Luego de varias miradas lascivas y coquetas, supe que si lo dejaba entrar en mi vida, la voltearía de pies a cabeza. Yo tenía novio. Sé que fue precipitado y que, probablemente, si hubiese conocido a Tony primero, sería mi pareja en aquél entonces. O tal vez no, quizá nuestro destino era amarnos por separado, estando con otros; no sé. La cosa era qué él también tenía novia. La atracción entre nosotros era evidente; quemaba, ardía y chispeaba por todos lados. Un día, cuando mi relación se sumió en oscuridad, Javier y yo nos pedimos tiempo. ¿Ustedes han escuchado eso de que el "tiempo" tiene nombre y apellido? Señores y señoras, es totalmente cierto.

Como cosa del destino, o casualidades de la vida, Tony también había roto con su pareja. Ambos vimos la oportunidad de dar riendas sueltas a lo que sentíamos. De modo que Tony me invitó a salir. Hicimos una cita doble; él y yo, mi prima y su amigo. Dimos una vuelta por las calles folclóricas de un pueblo que acostumbraba a cerrar una avenida entera para formar algarabía. Nuestra salida estaba llena de mucho alcohol y música urbana. La pasamos muy bien. Él fue un caballero, nos agarramos de la mano y caminamos así todo el tiempo. Me sentía en las nubes. Era algo irreal, literalmente.

Tuvimos sexo incontables de veces y nos vimos a escondidas muchas otras más. Fuimos dos amantes que sentían mucho, mucho más que una aventura a medianoche.

Pero como dije, era una simple fantasía. A medida que lo iba conociendo, me daba cuenta de que él no era un hombre del que me debía enamorar. No era solo a mí la que trataba bonito, no era yo la única que tenía el privilegio de recorrer su cuerpo. Por eso decidí volver con mi novio Javier. Yo deseaba algo seguro y estable, y eso Tony no podía brindármelo. Javier, sí.

Desconozco si en realidad él me amaba. Era difícil creerle sabiendo su historial y escuchando los murmullos de los demás que lo pintaban de mujeriego. Era un hombre que no quería ningún tipo de ataduras. Y por contradictorio que suene, me encantaba su libertad, la forma en la que iba y venía sin preocupaciones. En cierta manera, lo envidiaba. Yo vivía con el miedo al qué dirán, estaba obsesionada con tener el control de mi vida, quería estabilidad y alguien que me amara. No importaba si yo no sentía lo mismo.

Evidentemente yo estaba enamorada de él, pero no era hombre para tomarse las cosas en serio.

Seguimos viéndonos y amándonos en el asiento trastero de su auto. Él era una droga altamente adictiva. Lo sabía, pero yo no quería ni deseaba rehabilitarme. Tony me juraba amor, me decía que por mí era capaz de dejar la mala vida. Pero jamás le creí.

Un día cualquiera nuestros caminos se separaron. Él brincó el charco y yo decidí formar una familia junto a Javier. Yo creía haberlo superado, pero me vi haciendo redes sociales falsas solo para saber de su vida y hablarle fingiendo ser otra persona.

Cuando vi una publicación de una relación formal, los celos se instalaron en mí. Cuando al poco tiempo su mamá me dijo que sería abuela, también los sentí. Era egoísta experimentar esos sentimientos, yo había hecho lo propio, pero me era devastador pensar que esa pude ser yo; la mamá de su hijo, la mujer que tanto presume en su Facebook. Pero no, solo soy la que vive lamentando lo que pudo ser y nunca más será.

Estoy casada, pero no con el amor de mi vida. Y creo que viviré con este sentimiento hacia Tony por lo que resta de mí.

Corazones rotosWhere stories live. Discover now