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Julián estaba encima del cuerpo de ella. No estaba profanándola sin autotización; al contrario, ella había accedido sin mucho ruego.   Eso fue inesperado. Él ya estaba acostumbrado al rechazo, a los intentos fallidos para que ella accediera a un encuentro íntimo.  Muy a pesar de ello, él sentía la incomodidad de aquella mujer que desde el día uno lo había cautivado. ¿Por qué si no lo deseaba estaba allí, justo debajo de él? No lograba arrancarle gemidos, no podía ver la cara de placer. ¿Qué estaba haciendo mal?

Ella apretaba los ojos fuerte, evitando así a toda costa contacto visual con Julián. Pero justo en la fracción de segundo en que ella los abrió, todo fue muy claro: había otro en sus pensamientos; era la mirada de un corazón roto, de alguien que acababa de ser rechazada por el hombre que ella creía era el indicado.

Julián quería seguir. De hecho, podía seguir penetrando su cuerpo en busca de su satisfacción, pero se detuvo.

Procedió a postrarse a su lado y abrazarla. Mientras, ella hecha un ovillo, lloraba... Lloraba por los amores imposibles, por el dolor de lo inevitable, por la despedida de algo que jamás iba a pasar.

Ambos seres se quedaron dormidos con el alma fragmentada.

Corazones rotosWhere stories live. Discover now