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Me lo dijo indiferente, como si fuera una noticia casual. ¿Pero qué iba a saber él que iba a quebrarme un poco aquella confesión?

No solo me decía que había alguien más que lo inspiraba a querer subirse, otra vez, a la montaña rusa que es el amor; con aquellas palabras hundió la daga; esa que te llena de inseguridad, de nubes grises, de preguntas sin respuestas. ¿Por qué ella sí? Me había dicho que no estaba listo, que quería fluir, que su corazón estaba lastimado por la anterior. Lo respeté y me convertí en una amiga. Esa que escucha, aconseja y que siempre está. Quería verlo sanar y superar mientras le demostraba que hay personas que sí vale la pena conocer. No hay nada más triste que escuchar lo buena que eres, lo incondicional, lo maravillosa, pero no ser esa que inspire querer más. 

Me besaba en la oscuridad, en cada luz roja cuando el auto se detenía, en el rincón de la discoteca, en las despedidas. Había algo, de eso estaba segura. Pensé que ir despacio esta vez funcionaría. Que dejar entrar de a poco resultaría en el comienzo de algo sólido. Supongo que no funciona así.

No quiere que me aleje, quiere que esté presente; que vea su felicidad, que escuche cómo se enamora de la chica. ¿Cómo se sobrevive a eso?

Le prometí estar con lágrimas en los ojos y el alma rota.

Corazones rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora