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Karla, quiero que publiques esta carta y que cuando alguien la termine de leer, corra hacia la persona que ama y le diga todo lo que siente. No importa si no es correspondido; la idea es decirlo y no conventir las palabras y sentimientos en un hubiera.



Gaby:

Si el hubiera existiera, no me encontrara en esta gélida y sucia habitación buscando las palabras que necesito para rellenar la hoja de papel que tengo de frente. Pero no existe, y por eso debo descargar los sentimientos que nunca te dije. Por cobarde, por inmaduro,  por estúpido. 

Es difícil,  jodidamente difícil escribirte esto y saber que nunca lo leerás. Cualquiera diría que es absurdo y que he enloquecido. Y sí, puede que tengan razón, pero necesito desbordar las palabras que nunca te dije.

¿Por qué jamás me di cuenta de que te amaba? 

Siempre estuviste ahí, sin embargo, nunca lo noté.

Me decías que me amabas de tantas formas distintas y ni una sola vez me percaté de ello.

Me lo dijiste cuando me rescataste en aquél bar. Estaba demasiado borracho como para notar la preocupación que destilaban tus ojos. Ahora sé que sufrías por mí, pero no como una madre, sino como alguien que estaba a punto de  perder el amor de su vida en una pelea absurda entre ebrios. Esa noche curaste mis heridas con tanta delicadeza que más bien parecían caricias tímidas. También noté el rojo de tus mejillas cuando descendías por mi abdomen. Me deseabas. Lo sabía. Pero no me pareció importante; ya estaba acostumbrado a que lo hicieran.

Otra ocasión en la que me profesaste tu amor fue cuando me enfermé y me hospitalizaron. Fuiste la única que se mantuvo a mi lado durante todo el proceso. Pero lo vi como un acto de amistad. No como uno de amor incondicional.

Fueron tantos los momentos en los que me dijiste que me amabas.  Pero estaba ciego. Demasiado.

Me pregunto qué pasaría si existiera el hubiera. Ojalá se nos permitiera girar las manecillas del reloj y convertir en realidad todos los hubiera que nunca hicimos.

De esta forma no te hubiera lastimado con mi falso matrimonio.  Nunca te hubiera pedido que fueras madrina de esa unión que maldijo mi vida. Nunca... Nunca... Nunca...

Son tantos los hubiera que quiero hacer y decir.

Pero también tú necesitabas los "hubiera"... Porque si al menos una vez me hubieras dicho lo que sentías yo habría despertado. Y me hubiese dado cuenta de que también te amaba.

Pero el hubiera no existe, ni para ti ni para mí. Ni para nadie que quiera dar el tiempo hacia atrás.

Y ahora cargo con tu muerte y con la nota que dejaste en mi maleta.

Gaby, maldita sea,  si me hubieras dicho lo que sentías, nunca habrías huido ese día. Porque, créeme, yo te iba a retener en mis brazos y jamás te hubiese soltado.

Preferiste ser cobarde y abrir el corazón en un trozo de papel.

No puedo dejar de imaginar la escena de tu deceso.  Imagino que ese día, cuando me iba del país y depositaste tus sentimientos, corriste tan deprisa con los ojos llenos de lágrimas que no viste el maldito carro que causó que te fueras de este mundo... y de mi lado.

No puedo evitar sentirme responsable por lo que pasó.

Tu ausencia es como una daga que perfora mi pecho y se va incrustado cada vez más hasta llegar a mi alma.

Es duro. Doloroso. Angustioso.

Te extraño cada vez más; en los días, en las tardes y cuando el sol se esconde en el horizonte.   Las noches se redujeron a insomnio y a pensamientos girando entorno a la posibilidad de que existiera el hubiera.

Pero eso es imposible, así cómo lo es un primer beso tuyo.

Maldita tu ausencia y malditos los hubiera que nunca dijimos o hicimos., Gabrielle. Maldita sea.

—Lenic

Corazones rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora