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A Fran, que hizo que los sentimientos afloraran y los sintiera a flor de piel

Pozo de corazones rotos
[Relato corto]

Para ella, él era una idealización; sinónimo de imposible, inalcanzable y perfección. Nunca se había animado a escribirle, mucho menos hacer una confesión abierta. Pero cierto día lo hizo y con ello, se lanzó al abismo del amor no correspondido, al pozo de los corazones rotos.

Sentir aquello por él era el acto más egoísta. La mujer estaba comprometida con una relación fría, seca, muerta. Se había dado cuenta de ello desde el primer día en que comenzó a vivir con ese hombre. Por dos largos años, ella fue fiel, aguantó, guardó su dolor para sí. Fue en ese tiempo en el que notó al otro hombre que se convertiría en el deseo de lo no obtenido, de lo imposible. Dedicaba uno o dos minutos al día a ver lo que él publicaba en sus redes sociales. Analizaba todos los elementos de la foto, imaginando qué podía estar sintiendo en esos momentos, si era feliz, si estaba conociendo a una chica… si había sido atrapado por la dulce mentira que es el amor.

Lo notaba, era un hombre solitario, un hombre con muchas ganas de amar y sentirlo todo. Sabía, también, que era capaz de despertar curiosidad no solo en ella: había otras.

El día en que todo empezó, ella fue impulsada por el deseo de sentirse viva otra vez. Tomó el riesgo de escribirle. Él respondió y ella sonrió. Se desató un juego de seducción entre los dos. Ella saboreaba el sentimiento de correspondencia, de lo imposiblemente posible… conocía de sobra que él seguía siendo un sueño, una idealización, pero lo disfrutaba tanto. Dios sabe que disfrutaba las conversaciones, el intercambio de palabras indecentes, la posibilidad de un encuentro.

Tal vez él quería jugar un poco, tal vez no era en serio el deseo proclamado… Muy seguramente mientras ella se adueñaba del juego, él no esperaba nada más y sabía que todo moriría en la bandeja de entradas de mensajes.
Cuando el fuego se hubo disminuyendo, se situó la confianza entre los dos. Ya no era solo un intercambio verbal excitante. Se estaban conociendo de verdad. Pero eso estaba muy lejos de relacionarse al amor o algo parecido. La amistad se alzaba como barrera entre un encuentro furtivo a la mitad de una noche estrellada o una cita consumada en el cuarto de un motel.

Él estaba interesado en una chica, pero no en ella. Se sintió cómodo y seguro contándole esa verdad.

Ella se alegró auténticamente, pero también experimentó un vacío en el centro del pecho. Se sintió estúpida por la confesión inicial, por el juego anterior, por sentir un deseo voraz hacia él a pesar de ello. Le dijo muchas cosas, entre ellas que debía tomar el riesgo, que debía conocerla, que se merecía experimentar un sentimiento tan intenso como la ilusión o el amor. Le alentó a que se arrojara sin pensarlo.

Le había prometido, además, que no se interpondría si la chica era capaz de robar un pedazo de él. Al notar cómo la idealizaba, cómo la describía, cómo sonreía al pronunciar su nombre, entendió que debía marcharse. Se despidió de lo posible y de todo lo que comenzó, sin querer irse realmente.
Él logró devolverle sonrisas auténticas, hizo que tuviera más valor para enfrentar su fallida relación, le hizo confesar sentimientos de lujuria hacia él… Le robó un pedazo de su corazón fragmentado. Por eso siempre lo llevará atravesado en el pecho. Ahora más que nunca, que lo conoció, que lo sintió, que supo sus miedos e inseguridades, sus inquietudes, sus sueños, su vida, que pudo hacer que rompiera su coraza… No iba a poder arrancarlo, nunca… Lo sabía, lo sentía en los huesos.

Lo de ellos es de esos amores que mueren en silencio, pero que basta un solo roce para revivirlos. Y ella vivirá esperando ese día… Para hacer lo imposible posible, una vez más.

Corazones rotosWhere stories live. Discover now