Segundo día

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Volví a la residencia, subí las escaleras hasta mi habitación, allí entré y cerré la puerta tras de mí, después me quedé apoyada de espaldas en la puerta y me deslicé hasta quedarme sentada en suelo. Así estuve un par de horas mirando hacia el infinito y sumida en mis pensamientos. El primer día había sido un verdadero desastre pero lo que realmente me había abatido de esta manera habían sido las últimas palabras de ese futbolista engreído.

“Lo acabarás queriendo”, había dicho. Desde luego había dejado claras sus intenciones, no había lugar a dudas. En aquel instante me arrepentí de haberle chillado por firmarme los apuntes, tenía que haberlo dejado estar, pero lo hecho, hecho está y no había marcha atrás. Tenía miedo de que su actitud pudiera perjudicarme en las calificaciones de las prácticas, pero de lo que realmente tenía miedo era de enamorarme, tenía miedo de enamorarme de él y de cualquier otro, no quería sentir amor, no quería volver a hacerlo otra vez. Por eso sus palabras me asustaban tanto, tenía miedo de lo que me pudiera pasar. Si te enamoras te expones a que te partan el corazón, a que te engañen, te vuelves vulnerable, sufres, lloras. Yo no quería volver a pasar por aquello, había sido demasiado doloroso.

-       Fazzari, apaga la luz ya, intento dormir. – dijo entre sueños Ángela.

Es frustrante lo rápido que pasan las horas ¿verdad? Yo había conseguido arrastrarme desde la puerta hasta la cama y llevaba toda la tarde dándole vueltas a la conversación con Venanzi. La había diseccionado palabra por palabra, tratando de encontrar recovecos, dobles sentidos, ironías, metáforas, algún sentimiento bueno (o malo)… Pero no conseguía llegar a ninguna conclusión así que decidí que me mantendría alejada de él y sería lo más amable y distante posible. Me puse una vez más mi pijama de Hello Kitty que estaba cuidadosamente doblado debajo de la almohada. Era un pijama con una camiseta de tirantes y unos shorts muy cortos de color rosa, era mi favorito porque es de las pocas cosas que me regaló mi madre hace un par de años, antes de que muriera de cáncer. Perderla fue un duro golpe porque yo sentía que era la única de persona que me quería de verdad, la única que cuando me miraba me veía y me hacía sentir que yo estaba ahí, que era importante.

Mi padre me quiere, lo sé, pero está demasiado ocupado siempre, mucho trabajo, muchas reuniones, muchas mujeres, tiene tantas cosas que hacer que no tiene tiempo para llamarme ni para preguntarme qué tal estoy y lo que más me molesta es que trata de suplir sus faltas de atención y de cariño con dinero y regalos caros. Es un poco triste.

Me metí bajo mi edredón nórdico y como siempre derramé un par de lágrimas por mi madre. Me hubiera gustado que estuviera aquí y me diera ánimos en mi primer día. A veces me pregunto si allá dondequiera que esté se siente orgullosa de mí, también susurro en bajito y le pido que me cuide como cuando era una niña y se sentaba conmigo todas las tardes a hacer los deberes y a escuchar mis problemas.

 Se me hace raro que ya no esté, fue todo tan rápido.

-       ¡Pipipipí pipipipí pipipipí! – son las nueve de la mañana en Milán, según mi despertador. Hoy me lo había puesto más tarde porque no había clases, salvo un seminario de una hora por la tarde. Me incorporé y vi a Ángela completamente frita, su sueño era tan profundo que ni siquiera había escuchado mi alarma. Yo, sin embargo, me levanté y me fui al baño a ducharme y a vestirme. Me gusta empezar el día pronto, así tengo la sensación de que tengo más horas por delante y de que aprovecho el tiempo. Además, dormir me resulta muy aburrido.

Recogí mi melena roja hacia atrás con una diadema negra y me puse unos vaqueros ajustados y una camiseta de tirantes amarilla a juego con unas Converse amarillas. Finalmente, cogí mi bolso y me fui. Tenía planeado ir a la cafetería y desayunar, después iría a la biblioteca a coger unos libros y luego volvería a la habitación a repetir mis apuntes. Pero ocurrió algo inesperado. Allí estaba, en frente del ascensor Paolo, el hermano de Ángela.

Fuera de juego © Cristina González 2012//También disponible en Amazon.Kde žijí příběhy. Začni objevovat