Shakespeare no sabía de sexo, ¿o sí?

69.1K 3.6K 312
                                    

Día tras día, noche tras noche, he esperado para volver a amar. Qué bonita es la letra de esa canción, ¿verdad? Por lo menos, a mí me gusta mucho, tanto, que cuando me despierto por las mañanas me suele venir a la cabeza y la tarareo entre sueños. Otras veces me viene algún acorde de ACDC, pero eso sólo ocurre en época de exámenes o cuando me baja la regla. Es el famoso “Highway to Hell”, sí: autopista al infierno… No hace falta que aclare por qué esta canción y no otra, ¿verdad?

Y hoy, como ni tengo la regla, ni estoy en época de exámenes, me he despertado canturreando cierta melodía romántica, al lado de Matteo. Ah, olvidé un pequeño detalle: no son las ocho de la mañana, son las ocho de la tarde. Y tengo mucha hambre.

-       Matteo… - alargué mi mano derecha para acariciar suavemente su brazo – Matteo…

Como no respondía, me di media vuelta y lo abracé. Era tan… Blandito. Y tan… Grande. Misteriosamente grande, he de decir. No recuerdo que Matteo fuera tan suave, peludo y grande. Empecé a toquetear aquella cosa frenéticamente. Era muy mullida y cada brazo suyo tenía el tamaño de mis dos piernas juntas.

Entonces, cuando mi perezoso sentido común decidió salir de su estado de duerme – vela y ponerse a trabajar, abrí los ojos.

-       ¡La madre que lo parió! – grité en un arrebato de pánico momentáneo – qué susto… - me llevé la mano al pecho para tranquilizarme.

Sólo es un peluche, Inés. Sólo es un peluche. Un peluche gigante de Hello Kitty. ¡Qué guay! Salté sobre él como una niña pequeña, lo abracé y le di un besito. ¡Siempre quise tener un peluche que fuera más grande que yo!

-       ¡Sonríe! – gritó alguien desde el otro lado de la puerta, alguien que estaba apoyado en el marco de la puerta, alguien que tenía una cámara de vídeo que grababa desde la puerta.

-       ¡AAhh! – grité, saltando lejos de la cama y lejos del peluche gigante - ¿Otra vez grabando? ¿Te crees Steven Spielberg?

-       Es que estabas tan graciosa…  - dijo él haciéndose el moñas. Moñas, ¿qué demonios es eso? Nunca he terminado de descifrar el significado de esa palabra. Da igual, Matteo está haciendo el moñas, estoy segura, aunque no sepa exactamente qué es.

-       Sí, vale, oye no lo cuelgues en Twitter, haz el favor.

-       ¿No te gustó que colgara lo del grillo?

-       ¿¡QUÉ!?

-       Es broma… - dijo él riéndose, por cierto, aún continuaba grabando.

-       Deja la cámara, a no ser que quieres que le haga un striptease y luego lo cuelgue en Facebook. Así todo el mundo verá a Inés Fazzari en pelotas – le amenacé.

-       ¡Vale! ¡Empieza! ¡Tarirotariro! – tarareó él. Al parecer, mi amenaza no era una amenaza, era la ilusión de su vida. Un striptease.

-       No tiene gracia – le dije muy seria – Si lo hago todo el mundo va a verme desnuda y moviéndome sensualmente mientras me quito la ropa – repetí.

-       Ya, bueno. Pero yo seré el primero – me rebatió él. Riéndose a carcajadas.

-       Serás… - me contuve, con todas mis fuerzas, para no soltar una larga lista de improperios varios.

Y finalmente, cuando Matteo consideró que ya me había hecho de rabiar lo suficiente, apagó la cámara.

-       ¿Y esa cara agria que tienes? ¿No te ha gustado la Hello Kitty gigante? – me preguntó.

Fuera de juego © Cristina González 2012//También disponible en Amazon.Where stories live. Discover now