Un váter con espejo y varios periodistas en celo.

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Cuando Matteo salió de la ducha y se miró al espejo, cayó en la cuenta de que llevaba un par de días sin afeitarse. Abrió el cajón de la encimera del baño pero no había cuchillas. Afortunadamente había traído un par en su propio neceser. Sin embargo tendría que salir del baño e ir a buscarlas en su maleta lo que implicaba ver a Inés desnuda dentro de su cama otra vez. Matteo contuvo la respiración. <<Me parece que voy a tener que darme otra ducha fría>> pensó.

-       Inés – gritó Venanzi desde el marco de la puerta. - ¿Puedo salir del baño sin invadir tu intimidad?

-       Ya has invadido mi intimidad muchas veces – respondí. ¿No era obvio?

-       Vale pues allá voy. Quiero que sepas que no me hago responsable de lo que mis ojos vean. – Matteo puso la venda antes de la herida. Literalmente. Un golpe más de Inés y acabaría en la uvi.

Rápidamente cogí la toalla blanca que había a los pies de la cama y me envolví en ella como buenamente pude. Cuando salió, Matteo me miró de arriba a bajo. La toalla no era muy extensa que se diga y me tapaba lo justo y necesario.

-       Te he dicho que no me hacía responsable de lo que mis ojos vieran Inés.

-       Pero puedes hacerte responsable de tus actos así que estáte quietecito mientras me voy a la ducha.

-       No de eso nada. Voy a afeitarme.

-       Pues solo hay un baño. Me temo que vas a tener que esperar.

-       Eso no es justo yo entré a ducharme primero.

-       La vida no es justa. Tú no pagas impuestos y yo te quito el baño. Acostúmbrate.

-       ¿Y a ti quién te ha dicho que yo no pago impuestos?

-       Si pagaras impuestos no tendrías ni un Lamborghini ni un Maseratti porque el Estado se quedaría con un treinta por ciento de sueldo como mínimo. Si los futbolistas aportaráis algún granito de arena a las arcas públicas no existiría déficit.

Entonces me fui corriendo al baño dejando a Matteo con la palabra en la boca y la cuchilla en la mano. Pero él no iba a resignarse a esperar fuera. Claro que no.

Cuando escuchó a Inés meterse en la ducha abrió de golpe la puerta del baño y comenzó a echarse espuma de afeitar.

-       ¡Descarado! – le chillé - ¡Te he dicho que iba a ducharme! ¿Es que no sabes esperar?

-       Soy un hombre. Y los hombres no solemos tener mucha paciencia.

-       Pues lo que yo tengo es muy mala leche así que prepárate porque cuando salga vas a lamentar haber entrado. – esto lo dije mientras me cubría con las manos como podía. Por desgracia el espejo y el lavabo estaba justo en frente de la bañera por lo que Venanzi podía verme por el reflejo.

Miré al futbolista que sólo llevaba una toalla alrededor de la cintura dejando al descubierto su espalda trabajada. Por el reflejo observé como se marcaban con suavidad sus abdominales. No eran excesivos, iban a juego con sus hombros y sus brazos. Tenía una figura proporcionada y muy masculina. Sobre todo, muy sexy.

-       Si sigues así vas a tener que ducharte con agua fría tú también – me dijo Matteo sonriendo.

Retiré la mirada de inmediato. Me había pillado admirando su torso. La situación ya no podía ser más incómoda. ¿O sí? Sin quererlo la toalla que lo cubría de cintura para abajo se soltó y cayó al suelo dejando el resto de su anatomía al aire libre.

Fuera de juego © Cristina González 2012//También disponible en Amazon.Where stories live. Discover now