Cuarto día: la fiesta de inauguración.

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-       Eso es todo por hoy. – y así concluyó la clase el profesor, el jueves 12 de septiembre.

Todos los alumnos salimos despavoridos hacía la residencia, ya eran las seis de la tarde y la fiesta era a las nueve y media. Yo estaba algo nerviosa, hacía mucho tiempo que no iba a ninguna fiesta y la verdad era que me hacía ilusión, salir y bailar para desconectar de los últimos acontecimientos era lo mejor que podía hacer.

Me fui con Marianna a mi habitación, habíamos decidido que nos vestiríamos y nos peinaríamos juntas. Me había comprado un vestido fantástico de Rosa Clará (una diseñadora española) ya que al final no había ningún Armani que me quedara del todo bien. Era un vestido de color rosa, algo corto que, además, tenía un escote espectacular de tipo palabra de honor que dejaba así mis hombros al descubierto. Sé que queda mal decirlo, pero lo mejor de la fiesta iba a ser estrenarlo.

Por un momento me acordé de Matteo y del viaje a Suiza que nos esperaba. Él me hacía sentir… cómo decirlo, especial aunque me fastidiara tanto, aunque me sacara de mis casillas, en el fondo me atraía, pero yo no hacía más que mentirme a mí misma y negarlo todo.

-       Estás fantástica. – Marianna me miró de arriba a bajo y luego me ató el lazo del vestido a la espalda. – De verdad, pareces una princesa.

Me puse unos tacones también rosas, a juego con el vestido que me hacían parecer un poco más alta y que estilizaban mis piernas. Marianna, por el contrario, llevaba un vestido negro ajustado de Dior que la quedaba impresionante y que además resaltaba sus ojos azules. Ya sólo nos faltaba peinarnos. Habíamos contratado a una peluquera a domicilio para que nos arreglase a las dos. Yo me hice un moño semirrecogido que dejaba caer parte de mi cabello rojo oscuro con suaves ondas sobre uno de mis hombros.

Una vez terminados todos los preparativos ya eran las nueve en punto y se nos había hecho un poco tarde. Decidí llevarme el Lamborghini que me había regalado Matteo a la fiesta, porque como en esta universidad somos todos niños de papá (sí ,yo incluida) intuí que un Mini Cooper no iba a dar la talla en aquella cena.

Metí la dirección de la casa de Sonia en el GPS del coche y cuando calculó la ruta que había que tomar arranqué y me dispuse a vivir la noche como no lo hacía desde hace mucho tiempo.

Cuando llegamos a la Vía de Giuseppe Mazzini nos encontramos un gran tumulto. Había cola para entrar al edificio y una gran cantidad de aparcacoches esperando a los invitados. No tardaron mucho en pedirme las llaves del coche para llevárselo al Parking. Marianna y yo nos bajamos y fuimos hacia la entrada con nuestras respectivas invitaciones. Había un “segurata” en la puerta con la lista de las personas que podían pasar, no nos puso ningún inconveniente. Entonces me llevé una gran sorpresa, esto no era la casa de Sonia y si lo era, era un lugar para vivir muy raro. Era una sala de fiesta, una discoteca de súper lujo con gran cantidad de asientos reservados, barra libre y una extensa pista de baile.

-       Marianna

-       Dime. – me miró.

-       ¿Sonia vive aquí?

Entonces mi amiga comenzó a reírse. ¿Me he perdido algo?

-       Sí, pero vive en el ático que arriba del todo del edificio, esta sala la reserva para sus fiestas particulares.

-       ¿Y tú cómo sabes eso?

-       Pues bueno, te lo contaré, pero no se lo digas a nadie ¿vale?

-       Te escucho. – no sabía que Marianna también guardase secretos.

-       Sonia era mi mejor amiga, cuando teníamos quince años. Yo entonces, salía con un chico, fuimos novios durante un par de años. Le quería mucho, pero entonces Sonia se encaprichó con él y empezó a rondarle. Alessandro me lo contó y me enfadé mucho con ella, pero ¿sabes lo que me dijo?

Fuera de juego © Cristina González 2012//También disponible en Amazon.Where stories live. Discover now