Un médico sobornado y una diabética en apuros.

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Cuando entré al vestíbulo del hotel vi a mi padre que me miraba con cara de impaciencia.

No estaba muy segura de qué era lo que quería decirme. Yo solo suplicaba para mis adentros que no sospechase del incidente de la viagra.

Le sonreí tratando de parecer una niña buena.

-       Hola - saludé.

-       ¿Te ha gustado la inauguración? – me preguntó inocentemente.

-       Supongo. ¿Qué importa?

-       La aparición de Venanzi ha sido todo un acierto.

-       ¿Sólo me has llamado para eso?

-       No. Sólo para avisarte de que voy a poner un lote de acciones a tu nombre.

-       Ah. Vale. ¿Y?

-       Sólo para que lo supieras. Ah, y creo que esto es tuyo. Bueno, me voy ya. Pasa a saludar cuando os marchéis mañana.

Me dio una bolsita que llevaba un objeto dentro. Después se fue, sin más. No me dio tiempo a despedirme. De camino al ascensor para subir a la habitación abrí la bolsa y miré lo que había dentro. Un pequeño bote que me resultaba muy familiar. Viagra.

Entonces me di cuenta de lo extraño de su reacción. No estaba enfadado. No me había regañado. Simplemente me había devuelto el bote. Miré en el fondo de la bolsita y vi un pequeño trozo de papel. Parecía una nota. Por un instante tuve miedo de leerla. Me pregunté si después de leerla se autodestruiría explotando y haciendo volar parte del hotel. Como en una peli de James Bond. No, no ocurriría aquello, pero eso no quiere decir que yo no lo deseara. La nota decía así:

Llévatelo, no lo necesito. Pero gracias,

Estefanía era inaguantable y no sabía cómo librarme de ella.

Has hecho el trabajo sucio por mí.

Estudia mucho y sé buena.

Tu padre.

Leí y releí la nota varias veces. Hay que fastidiarse. Encima le había hecho un favor. Desde luego la virtud o defecto de ser impredecible debía de ser cosa de familia.

Y me pregunto, ¿por qué un hombre, ya mayor, a punto de tener edad para jubilarse, se casa con una mujer diez años más joven a la que no soporta en absoluto?

A preguntas tontas, respuestas estúpidas. Sexo. Sí, seguro que era eso. Sexo. Él quería sexo y ella quería dinero. Pero, ¿y no hubiera sido mejor no casarse? Dejé a mis pensamientos vagar por el infinito planteándome innumerables preguntas y barajando posibles respuestas.

Pero al final me cansé de pensar sobre eso. La vida amorosa de mi padre es siempre lo mismo, es un ciclo continuo que siempre tiene el mismo comienzo y el mismo final. Sólo que yo fui una tangente a uno de sus ciclos y ahora tenía que hacerse responsable de mí.

Introduje la llave en la cerradura y abrí la puerta de la habitación. Dejé la viagra en una mesita que había en la entrada y fui a ver a Matteo a quien encontré tumbado en la cama tapado con una manta y con un termómetro en la boca.

-       ¿Qué te pasa?

-       Me encuentro un poco mal. – dijo él.

-       ¿Quieres que llame a un médico? – le pregunté sin mucho interés.

Fuera de juego © Cristina González 2012//También disponible en Amazon.Where stories live. Discover now