Colgados en familia.

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-       ¡Papá, papá! ¿A que el mejor Porsche es mejor que el mejor Maseratti? – dijo un niño malcriado señalando el coche de Matteo.

Era un crío repelente, con un polito blanco de Ralph Lauren (seguramente comprado a mitad de precio en un outlet) y con el cuello vuelto hacia arriba. Aunque, si hay que ser honesto, sus padres no se quedaban atrás. El padre llevaba otro polo, de esos que tienen un escudo gigante que ocupa casi todo el pecho, también con el cuello vuelto; la madre, muy escurrida ella, flaca como una cigüeña desnutrida, con el pelo rubio pajizo y con la piel bronceada por los rayos UVA de la peluquería, miraba al Maseratti de Matteo con cara de asco. Bueno, se podría decir que aquella mujer miraba todo con cara de asco, no se sabe si era por falta de su momento “All Bran” o por la cantidad de bótox que inmovilizaba sus músculos faciales.

Matteo arrastraba su maleta por el parking del aeropuerto. Llevaba las llaves del coche en la mano e intentaba acordarse de cuál era la plaza de aparcamiento en la que lo había dejado la semana anterior. No tuvo que pensar mucho, se encontró a una familia entera alrededor de su Maseratti negro.

-       Sí, hijo. Este Maseratti ya está muy viejo, es del año pasado, además se nota que el dueño no lo cuida. No tiene unas llantas como las nuestras, y sus faldones son muy cutres. Este coche es el “quiero y no puedo” de los niños de papá – dijo con toda la calma. Claro que su Porsche Cayenne de tercera mano no era nada cutre. Tampoco lo eran sus pantalones de Zegna llenos de taras y desperfectos, ni su mujer. Su mujer sí que no era cutre, daba fe de ello. Fue más costosa toda la cirugía que ella había necesitado para arreglarse la cara, el culo y las tetas, que su maravilloso y fantástico Porsche.

Matteo le dio al botoncito de la llave para abrir el coche. Las cuatro luces de emergencia brillaron un instante, acompañadas por un pequeño pitido que indicaba que el coche se había abierto correctamente. El niño y su padre se giraron hacia atrás, sobresaltados. La mujer seguía con su cara de asco habitual.

-       ¡Mira papá! – el crío salió corriendo hacia Matteo - ¿Es usted Matteo Venanzi?

Matteo sonrió.

-       Sí, ¿y tú quién eres? – preguntó el futbolista.

-       Mi papá dice que el fútbol es un deporte de pobres y que es muy vulgar. Además dice que es mejor el golf porque no es tan agresivo, es para gente con clase, como yo. Además tu coche está viejo, no lo cuidas y tus faldones son muy cutres.

Matteo dejó de sonreir. El padre del niño se puso rojo como un tomate, la madre cambió su cara de asco por otra de lascivia, dirigida hacia Matteo, por supuesto.

El futbolista, que, para suerte del niñato aquel, aún conservaba parte del buen humor propio de haber ganado unos cuantos partidos, decidió tragarse las cuatro malsonantes palabras que se habían agolpado debajo de su lengua para salir, y pasar de largo.

Matteo se dirigió hacia el maletero para guardar su equipaje, pero el niño lo persiguió. El padre intentó detenerlo antes de que dijera algo de lo que pudieran arrepentirse. Pero claro, a no ser que le ataran la lengua con una soga, el niño seguiría soltándole maldades a Matteo.

-       Los futbolistas sois unos incultos que no sabéis nada, no habéis estudiado y todo el dinero que tenéis es por suerte y porque os lo regalan. Mi papá me ha prohibido ser futbolista. Aunque tengáis tanto dinero seguiréis formando parte del vulgo y de la clase baja de este país. Y que sepas que este coche es súper cutre – hizo un gesto muy exagerado con su mano izquierda. Después se la pasó por su pelo engominado y aplastado hacia atrás.

Fuera de juego © Cristina González 2012//También disponible en Amazon.Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon