De nuevo y para siempre.

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Él era Matteo Garibaldi. No era un cualquiera. Su traje de Hermenegildo Zegna azul marino y su carísima corbata no mentían. El dinero procedía de una bien posicionada empresa de logística europea. Su padre la había fundado allá por su lejana juventud, trabajó muchísimo, y poco a poco fue juntando dinero hasta llegar a alcanzar la privilegiada posición actual. Matteo Garibaldi, a raíz de todo aquel dinero se convirtió en un crío mimado y caprichoso, a pesar de los esfuerzos de su padre por inculcarle determinados valores. Él hizo oídos sordos a los consejos de su progenitor y he aquí el resultado actual: un semiadolescente alto, apuesto y con el cráneo vacío (con un exuberante cabello rubio engominado y algo de caspa).

Se miraba en el espejo admirándose a sí mismo. Había que reconocer que era muy guapo. Estaba claro que iba a impresionar a esa desequilibrada de Inés Fazzari. Clavaría sus ojos azules, casi transparentes, en ella y la sometería con su halo de grandeza. Sí, eso iba a hacer: someterla.

Se dibujó una maquiavélica sonrisa en su rostro. Después se ajustó la corbata al cuello de la camisa azul aguamarina

que vestía debajo de la chaqueta del traje. Muy mal tenía que dársele para no mojar aquella noche.

Se miró al espejo una vez más, haciendo gala de su exagerado narcisismo.

Miró su reloj de muñeca y vio que eran casi las siete y media de la tarde. Había quedado en bajar a la habitación de la pelirroja a las ocho, pero ¿y si se adelantaba un poco? Tal vez la pillaría a medio vestir... Y eso sería muy interesante, sobre todo para él. De todas maneras, siendo realistas, ella no abriría la puerta estando medio desnuda. Pero soñar era gratis, aunque él tuviera dinero para todo, y más.

Metió su teléfono móvil en el bolsillo del pantalón y agarró la llave de la habitación. Caminó hasta el ascensor pero en el último momento decidió bajar por las escaleras. Llevaba unos mocasines negros brillantes que resonaban en cada escalón que se posaban.

En menos de dos minutos estaba frente a la habitación de Inés. Golpeó la puerta con suavidad. Y, sorprendentemente, Inés dio un gritito desde dentro:

-¡Pasa! ¡Está abierto!

Matteo Garibaldi frunció el ceño, extrañado. Vale que Inés era una chica complicada, a la vista estaba, pero de ahí a poner el semáforo en verde con tanta rapidez...

No obstante, Garibaldi no le hizo ascos a la idea de entrar. Abrió la puerta, pero en la habitación no había nadie.

El travesti ya se las había ingeniado para que su cliente no tuviese la tentación de salir corriendo, por lo menos no a la primera de cambio.

Se escuchaba la ducha abierta en el baño.

-Inés... - la llamó él. Cada vez más emocionado ante la perspectiva de encontrarla en la bañera completamente desnuda.

- Matteo... - dijo ella, con voz ronca. ¿Estaría resfriada?

Él se acercó, ya babeando por las perversas escenas que su imaginación trataba de adelantarle.

Abrió la puerta del bañó y encontró la melena pelirroja de Inés sobresaliendo de la bañera, ella parecía estar sumergida.

Se adelantó hacia ella dando grandes zancadas. Antes de asomarse recapacitó, ¿y si estaba drogada? Bueno, también podría ser que su novio futbolista la hubiese dejado y, entonces, a lo mejor estuviera dispuesta a vengarse de él echando un buen polvo. ¿Y quién mejor que el propio Garibaldi para ello?

Él sonrió y asomó la cabeza por la mampara. Y lo vio. Lo vio a él. O a ella, para sus amigos. Posiblemente, el shock aturdió a Garibaldi de tal manera que no fue capaz de darse cuenta de que no era Inés hasta pasados unos segundos. Era pelirrojo, tenía los ojos verdes y los rasgos muy angulosos – a pesar del maquillaje que llevaba encima -. Se marcaban los puntitos oscuros propios de la barba de un hombre bajo la capa de polvos que llevaba en la cara. Pero había algo, algo muy importante, algo que distingue a un hombre de una mujer. Y es que, aquel shemale que estaba en la bañera, tenía un pene grande y duro que emergía por encima de la espuma propia de las sales de baño.

Fuera de juego © Cristina González 2012//También disponible en Amazon.Where stories live. Discover now