John Lennon se va de acampada.

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¿Qué tienen los reality show para atraer tanto a la audiencia? ¿Cuál es su secreto? ¿Será la difícil convivencia entre adolescentes problemáticos lo que llama la atención del público? ¿El “edredoning”?  ¿El sexo entre los participantes? ¿El sexo entre participantes del mismo sexo? ¡Oh, venga! ¡Estoy harta de oír hablar de sexo!

Pero el mundo del reality show ofrece un sinfín de posibilidades. Porque recordemos que existen artistas famosos que se molestan en filmar sus “actividades cotidianas” para después exponerlas al público. Y, todo sea dicho, tienen bastante éxito.

Con el tiempo, han sido producidas diversas variedades de “realities”, como por ejemplo: en la decoración de interiores (una pareja de homosexuales escoceses, llamados los “Asaltacasas”, se dedican a redecorar infiernos domésticos), realities de cambio radical (actores muy desarreglados y andrajosos, a propósito de la ocasión, que después de pasar por un estilista, un dentista y un cirujano, parecen ser los primos segundos de Claudia Schiffer), realities para peder peso (gente a dieta: novias a punto de casarse que no entran en el vestido, gente con obesidad mórbida que necesita ayuda para salir adelante…), realities de supervivencia, y un largo, larguísimo, etcétera. Bueno, los de supervivencia no están tan mal. Ángela contemplaba en la pantalla a un hombre que explicaba como, en mitad de la jungla, se podía extraer agua hasta de los lugares más inverosímiles: se ataba trapos en las espinillas para recoger el agua del rocío de la mañana, perforaba los troncos de algunos árboles, abría los cocos, meaba en la… Funda… De… Una… Serpiente… Y… Se… Lo… Bebía…

¡Alto! ¡Cambio de canal!

Sin embargo, para Ángela sigue resultando un verdadero misterio la razón por la cual, estos programas, logran acaparar tal cantidad de seguidores. A su juicio, no aportan nada edificante a la sociedad. Pan y circo, como mucho.

-       Qué asco… - dijo mientras hacía zapping.

En el dormitorio tenían una tele de plasma de unas catorce pulgadas, que estaba colocada encima de un pequeño mueble de color claro, entre la ventana y la puerta del baño. Ángela estaba tirada en el suelo, llevaba un pantalón de chándal blanco y una camiseta negra de tirantes ajustada. Tenía el mando a distancia en la mano izquierda, con la derecha sujetaba un bote de Aquarius.

No tardaba ni medio segundo en cambiar de canal: teletienda, reality, más teletienda, telenovela, otro reality sobre un grupo de chicos juerguistas, película del oeste, dibujos animados, más dibujos animados, siguen los dibujos animados… ¿Pero cuántos canales hay ahora para los niños? ¡Yo de pequeña me tenía que conformar con ver los “Vigilantes de la playa”! No me extraña que los médicos se quejen de la obesidad infantil… Deben de estar todos pegados a la pantalla…

Un ligero crujir de bisagras la distrajo de la tele, miró hacia la puerta con el ceño fruncido.

-       ¿Qué te pasa? – preguntó Inés al ver la cara de pocos amigos de su compañera de habitación.

-       Nada – Ángela volvió a mirar a la tele.

-       ¡Ay, deja eso! Quiero ver si al final es niño o niña… - dijo Inés señalando a la pantalla. Un reality muy curioso es uno que se recrea en la situación, complicada y maltrecha, que sufren las adolescentes embarazadas. Siguen a la joven en cuestión y la graban durante todo el embarazo: las ecografías, las peleas con su madre, las peleas con su novio, las peleas con sus amigas, sus problemas físicos, mentales, y demás problemas… Lo cierto es que, cuanto peor y más difíciles se tornen las circunstancias, más audiencia tendrá el reality.

Ángela apagó la televisión de golpe.

-       Vaya, gracias – protestó la pelirroja.

Fuera de juego © Cristina González 2012//También disponible en Amazon.Where stories live. Discover now