38. Perfume

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- ¡Mierda! ¡Vamos, vamos!- gritó Ethan mientras trataba de acelerar su paso lo máximo posible

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- ¡Mierda! ¡Vamos, vamos!- gritó Ethan mientras trataba de acelerar su paso lo máximo posible.

Selene arrastraba de él lo más fuerte que le permitían sus piernas mientras a sus espaldas se escuchaban cada vez más cercanos los pesados pasos de Bill Grant. Notaban como la adrenalina comenzaba a correr por sus venas, haciendo que su respiración y pulsaciones aumentaran considerablemente.

Al cruzar la puerta se encontraron frente a un corto pasillo, del cual nacía una puerta a la izquierda y otras dos a la derecha, pero la joven pareja decidió avanzar totalmente en recto hacia las escaleras. Estas estaban muy podridas y en mal estado, por lo que parecía más que posible que en cualquier momento se derrumbaran bajo sus pies.

- ¡¿Dónde estáis hijos de puta?!- preguntaba furioso Bill Grant.

Por suerte para Selene y Ethan, el resucitado anciano comenzó a buscarles por cada una de las habitaciones que segundos antes ellos habían ignorado. Esto les entregó unos valiosisimos segundos de ventaja sobre su perseguidor.

La respiración de Ethan estaba muy agitada y sudor frío recorría su frente. Su piel aumentaba su palidez a cada segundo que pasaba. La hemorragia le estaba pasando demasiada factura. Seguramente, si Selene no le hubiera realizado aquel improvisado vendaje y torniquete, Ethan ya habría perdido el conocimiento.

Aquellas escaleras eran largas y anchas, por lo cual les costó varios segundos llegar a su final, pero al hacerlo, se encontraron en el primer piso, lugar donde Ethan vio a Bill Grant por primera vez.

Si seguías bajando las escaleras llegabas hasta el establo donde supuestamente los Grant mantenían encadenada a Selene días atrás, pero debían avanzar por los intrincados pasillos si querían alcanzar la puerta. Avanzaron con rapidez hasta llegar al final de aquel pasillo principal y justo cuando se disponían a girar hacia la derecha, escucharon como Bill Grant comenzaba a bajar las escaleras a pasos agigantados.

- ¡Ya estamos casi!- gritó Selene al ver la puerta principal frente a ellos.- ¡Un último esfuerzo!

Ethan tragó saliva mientras asentía y siguió arrastrando su sangriento muñón por el mugriento suelo. A penas unos veinte metros les separaban de la puerta. Veinte últimos metros para huir de aquel infierno convertido en granja.

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