46. Cucaracha

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Bill Grant arrastraba el cadáver de Selene por la blanca y fría nieve

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Bill Grant arrastraba el cadáver de Selene por la blanca y fría nieve. Por allá por donde el cuerpo de la chica pasaba, dejaba un espeso y rojo reguero de sangre. Sus ojos seguían abiertos de par pero carecían de cualquier tipo de vida.

Unos fuertes y largos aullidos retumbaron en la espesura del nevado bosque, haciendo que algunas pequeñas aves salieran volando en bandada.

- Malditos lobos...- se dijo a si mismo mientras seguía arrastrando a Selene.

Se detuvo en mitad del bosque y miró hacia todos los alrededores, en busca de aquellos ojos rojos que tantas veces había visto en aquel bosque. Tras varios segundos en los que lo único que veía eran árboles y nieve, Bill Grant levantó el cadáver de Selene y lo apoyó sobre su hombro derecho, para después continuar andando hacia su rupestre granja. Selene no había conseguido avanzar demasiados metros con el coche, por lo que la distancia entre Bill y la granja era de unos diez minutos.

Caminó sin descanso, hundiendo sus sucias botas sobre la nieve mientras los lobos se manifestaban de vez en cuando, perturbando la tranquilidad de la noche. Bill Grant caminaba a buen ritmo, mientras entonaba aquella característica melodía con sus labios. Siempre interpretaba la misma melodía, una melodía que convenía jamás escucharla cerca.

Para una persona normal, aquel frío invernal sumado al fuerte viento supondrían un agotador esfuerzo y sin duda podría llevarse la vida de más de uno. Pero sin embargo, Bill Grant recorría el denso bosque como quien camina por su casa. Su piel muerta y calcinada ya no sentía ningún tipo de dolor, sensación o estímulo, por lo que el frío no hacía mella en él.

Ya había recorrido más de diez minutos a pie, cuando ante él apareció la tan conocida fachada de su granja. Habían algunos ventanas por las cuales la luz se dejaba ver, por lo que Bill Grant intuyó que su mujer seguía esperándole allí dentro.

Avanzó con Selene a cuestas a lo largo del destrozado trigal, mientras el viento mecía los trigos armónicamente. Aquella noche era demasiado tranquila, a parte de los lobos no se escuchaba nada más, ni siquiera el habitual canto de los buhos.

Bill Grant se acercó de nuevo a su enorme y feo espantapajaros y depositó en él de nuevo su escopeta para después continuar andando hacia la puerta principal. Al llegar hasta ella, la abrió con una leve patada con su planta del pie y una vez dentro, la cerró con el talón de su bota.

- ¿Beth?- preguntó Bill elevando la voz.

Su grave voz retumbó e hizo eco a través de las agujereadas y podridas paredes, pero tras largos segundos su mujer no contestaba.

- ¿Beth?- volvió a preguntar Bill mientras avanzaba hacia el comedor.

Al no recibir respuesta de nuevo, Bill dejó el cadáver de Selene sobre el suelo y se acercó al comedor. Allí tirado sobre el suelo, se hallaba también del decapitado cuerpo de Ethan, sobre un espeso chargo de oscura sangre. Bill cogió al cadáver de Ethan de la pierna mientras con la otra mano cogía su cabeza.

Sus ojos estaban abiertos y mirando hacia arriba, mientras su mandíbula estaba desencajada. Caminó de nuevo hacia el pasillo y trató de coger ambos cadáveres a la vez, pero al verlo imposible, se dirigió hacia las largas escaleras tan solo cargando con Ethan. Subió las largas escaleras hasta llegar al segundo piso y avanzó por él hasta llegar de nuevo hasta las pequeñas escaleras que llevaban al matadero donde encadenaron a la pareja. Se hizo hueco entre los multiples cadaveres porcinos colgantes hasta que halló un gancho libre.

Levantó el cadáver de Ethan a pulso y clavó el gancho justo debajo de sus costillas. Al sotarlo, el cadáver quedó colgando por su pecho, mientras nueva y oscura sangre salía a raudales de este nuevo orificio. Respecto a su cabeza, Bill Grant se limitó a cerrarle los ojos y dejarla en una estantería cercana, junto a pezuñas y caretas de cerdo.

Bajó de nuevo al segundo piso y todo se hallaba en un profundo silencio. Pensó que quizás su mujer y Collin se habían quedado dormidos, por lo que no le dio más importancia y bajó de nuevo al primer piso.

Cargó con Selene y repitió el proceso que había hecho con Ethan. Subió hasta el matadero, buscó un gancho libre y al encontrarla, la colgó por su mandíbula inferior, dejando una escena espeluznante. El cuerpo de Selene se tambaleaba suavemente provocando un leve sonido metálico, a la vez que su boca se llenaba de sangre. Bajó de nuevo hacia el segundo piso y se decidió a ir hacia su cuarto matrimonial. Pero primero, se acercó a un gran armario que se encontraba a las puertas del cuarto y lo abrió para cambiarse de ropa. Sacó de él un sucio y mugriento pijama, el cual se podía suponer que antes era de color azul, pero ahora la enorme suciedad lo hacía ver negro. Se quitó su ropa hasta quedar desnudo y lanzó su ropa del día contra una esquina. Al verse desnudo, notó un pequeño bulto en su tibia derecha. Se agachó hacia él y lo tocó repetidas veces con su dedo índice. Notaba pequeñas cosas moviéndose en su interior. Intrigado por qué era aquello, se acercó a la cocina como su madre lo trajo al mundo y buscó en los destartalados cajones un cuchillo. Al encontrarlo, lo acercó a su tibia e hizo un profundo y largo corte en aquel bulto sin un gesto de dolor, como quien corta mantequilla.

Al cabo de unos segundos, de aquel corte comenzó a supurar una nauseabunda y espesa cantidad de blanco pus, el cual se deslizaba por su pierna y chocaba contra el suelo. Bill apretó el bulto con sus yemas, haciendo que más y más pus saliera despedido de la herida, dejando una escena sumamente desagradable. Cuando el pus parecía estar llegando a su fin, una gran e incluso peluda cucaracha salió de la herida y comenzó a agitarse en el charco de pus.

Bill Grant la agarró con dos dedos y la analizó durante pocos segundos, para después llevarsela a la boca y masticarla energicamente. Mientras masticaba aquel exótico manjar, decenas y decenas de nuevas y cada vez más grandes cucarachas salieron a toda prisa de la herida de Bill, mezclándose con el pus. Salían en trompa, huyendo juntas en busca de un nuevo nido.

Bill Grant rió sonoramente viendo a las cucarachas huir y tras rascarse la barbilla, se dirigió de nuevo hacia el armario y se colocó su bonito pijama. Una vez vestido, abrió la puerta y lo que se encontró al hacerlo, rompió por completo sus esquemas.

Collin se encontraba de pie en mitad de la habitación, agarrando a Beth Grant con una de sus manos, mientras con la otra sujetaba un afilado cuchillo junto a su cuello.

- ¿Qué haces cariño?- dijo Bill Grant mirando a Collin.- Suelta a mamá.

Bill Grant intentó acercarse lentamente hacia ellos, pero Collin apretó el cuchillo todavía más contra la nuez de Beth y gritó :

- ¡Da un paso más y le rebanó el cuello!

Bill Grant soltó una incómoda carcajada mientras daba pequeñas palmadas.

- Que inocente eres dulce hija mía. No puedes matar a tus papis, porque papá y mamá ya estamos muertos.

 No puedes matar a tus papis, porque papá y mamá ya estamos muertos

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