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A veces pienso que mis decisiones, son seleccionadas para ser las más estúpidas.

Ahora, bajo la lluvia, puedo ver que mi cabello sigue viéndose rojo. Aún bajo la lluvia, el color no se oscurece, sigue viéndose rojo profundo, rojo sangre. Es un color extraño para ser natural. Papá solía decirme de niña, que mí cabello era así, porque él dejo caer una lata de pintura roja permanente en mi cabello. Era una niña y solía creerle. Siempre hallaba la manera de dar explicaciones divertidas y extrañas.

Por quinta vez me he detenido en un semáforo. Espero hasta que esté en rojo para poder pasar, lo cual es estúpido e ilógico, ya que, no hay muchos automóviles transitando a estas horas de la noche. De hecho solo he visto dos hace poco. Están completamente muertas las calles en esa zona.

Ha dejado de llover pero, eso no impidió empaparme. Estoy terriblemente mojada. Me cuesta hasta moverme. Esto es horrible. Detesto esto.

Tal vez, esto no sería tan malo si, Max estuviera ahora conmigo. Se ha ido a ver a su padre, me pidió que lo acompañara, pero, odio a su progenitor. No me simpatiza y yo no le agrado. Aborrezco a ese hombre. Siempre está sentado bebiendo una cerveza y comiendo frituras, por eso es que tiene esa pronunciada barriga. Yo espero que Max no se quede calvo, como su terrible padre.

Estoy cansada de caminar. He dejado mi billetera en casa esta mañana, también he roto mi sombrilla tratando de matar una desquiciada y asquerosa cucaracha, que por mi mala suerte, ha logrado escapar. No sé qué propósito en la tierra tienen porque no sirven para nada, solo para el temible caos.

Maldigo por lo bajo. De seguro enfermaré. Mi padre siempre solía decirme, que siempre mostrará mi radiante sonrisa. Que provocaría que los demás también mostraran sus sonrisas. Que la mejor medicina, era una enorme sonrisa. Deshonro las sonrisas de manera empalaga y fastidiosa, mientras continuo con mi abominable expresión de pocos amigos.

Mi día no podría ser peor ¿verdad? Es como magia, una respuesta llega enseguida. La tira de mi bolso se rompe y hace que mi bolso se desplome hasta el suelo, deplorablemente, en un charco. Me inclino con unas interminables ganas de gritar de rabia y recojo mi bolso —aún más mojado— del piso. Al parecer no era suficiente con ya haberse mojado con la lluvia.

Tenía la pequeña esperanza de que mis cuadernos sobrevivieran al agua, ahora ya no lo hago más.

Tomo ambas tiras rotas e intento un nudo, que al menos me dure hasta llegar a casa y con algo de asco, coloco en mi hombro mi penoso bolso, esperando que sobreviva en lo que me queda de camino.

Aumento mi paso, frunciendo el ceño lúgubre.

Me detengo antes de cruzar la calle, pensando en sacar mis audífonos. Se me ha ocurrido escuchar música. Muchas veces la música ha logrado cambiar estados de ánimo y mejorar tu día y espero que hoy no sea la excepción, así que busco en mi chaqueta mis auriculares. Están justo donde los deje y milagrosamente, están sanos y salvos.

Levanto la mirada ante el desorbitante ruido de una motocicleta que recorre mi visión a gran velocidad, el rugido de su motor retumba en los edificios mientras se aleja con la rapidez que hizo acto de presencia y finalmente se desvanece ante mis ojos. Me aseguro de inmediato que en cuanto llegué a casa y encienda la televisión mostraran la noticia que alguien ha tenido un accidente en motocicleta y lo más probable es que haya muerto o este herido de gravedad. Simplemente las personas no deberían conducir así, como si el fin del mundo, les persiguiese.

Niego con la cabeza resignada y decido colocarme los auriculares. Reproduzco las canciones en aleatoria. La canción que ha sonado primero, es Halo de Beyoncé. Me gusta esta canción. Cálida y suave. Al fin algo bueno.

Black AngelsWhere stories live. Discover now