7.

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Estuve dándole tantas vueltas al asunto que ni siquiera preste atención absoluta a lo que Chris seguía diciendo, solo cuando cortó la llamada y se dio la vuelta para marcharme me di cuenta que era hora de correr, entonces contuve un grito, al sentir unas manos en mis hombros.

—¿Qué haces aquí, Joy? —era Allen.

Por primera vez, agradecía que me llamará Joy. Si me hubiese llamado por mi nombre, Chris se hubiese percatado de mi presencia, si no lo hacía cuando saliera del callejón, no tuve más remedio que actuar y seguir la fugaz idea que paso por mi mente en ese momento, me di la vuelta y abracé a Allen, escondiendo la cara en su pecho.

—¿Qué pasa, Joy? —me preguntó con confusión.

—Shhh —le calle.

Con inseguridad Allen optó por pasar sus manos alrededor de mi espalda. Yo aún inmóvil, pude sentir unos segundos después como Chris pasaba a nuestro lado y sin decir nada se marchaba.

Disimulé una mirada, hasta ver cómo se retiraba por la acera, caminó hacia el lado derecho hasta que no lo pude ver más.

—Esto es extraño.

—No te lo voy a explicar —le conteste sin aliento, mientras me apartaba de él sigilosamente.

Tengo que volver a casa inmediatamente, sospecho que si Chris va a donde Amie se encuentra, volverán a casa de inmediato. Estoy tan perdida, sin entender qué hacía Chris aquí, sin entender porque su apariencia había cambiado, ya no sabía qué creer.

Allen me ha dicho algo, pero no le he prestado atención.

—¿Que?

—Que volvamos adentro.

—No.

—Creo que no has entendido que es el chantaje, tienes que hacer lo que digo o le diré a tu mamá.

—Pues de todos modos mi madre se dará cuenta que no estoy en casa, si no me llevas ahora, por favor, llévame a casa ahora.

—¿Ahora?

—Sí, ahora.

—Esto no se vale, acabamos de llegar.

—Llévame a casa ahora —le exijo.

—Está bien —responde sin más preámbulos.

Caminamos con prisa hasta donde está estacionada su motocicleta, me devuelve el casco y no digo nada cuando me lo pongo.

Allen me mira sonriente en lugar de montarse de una vez.

—¿Que miras? —Le digo— ¿Vas a volver a decirme que tengo un moco?

Allen echa la cabeza hacia atrás y ríe.

—Eres un idiota.

—Tú no te quedas atrás.

Sonríe y por fin se monta en su motocicleta, yo le sigo y suspiro enfrentando mi temor.

—Ahora si puedes manejar como maniaco, con tal de llegar lo más pronto posible.

—Yo no conduzco como maniaco...

—¡Conduce ahora! —grité frustrada.

—Lo que digas.

Me aferre a él tratando de comprimir todo mi miedo mientras iba a toda velocidad, con desespero buscando la manera de asimilar mis emociones y lo que estaba ocurriendo.

¿Por qué tenía que estar aquel día, cruzando esa calle? Si hubiese hecho solo una cosa diferente ese día, no estaría en esa situación, porque no lo hubiese conocido. Quizá debí cruzar la calle de una vez, si mi bolso no se hubiera roto, si hubiera olvidado mis audífonos, si no hubiera olvidado mi billetera o tan solo hubiese ido con Max, yo jamás me habría cruzado con su mirada

Allen estacionó casi en el mismo lugar donde había tenido su motocicleta antes. Yo me bajé de la motocicleta y sin fijarme le entregue el casco, para admirar la casa, las luces seguían apagadas y el auto de Chris no estaba. Ahora solo quedaba encontrar la manera de entrar. No quería ir en busca de la ayuda de Max, no en ese momento porque temía que reaccionará mal y yo solo debía entrar en la casa y aparentar que siempre había estado en mi habitación.

Corrí a la casa y fui de inmediato hacia el árbol, no podía ir a la parte trasera porque la puerta estaba cerrada y la cerca era alta con puntas al final que me quitaban la idea de saltarla. No sabía qué hacer, miré desesperada hacia la ventana y seguí hasta las ramas del árbol.

Mi única opción, era entrar por donde salí. La ventana. Pero no tenía ni la menor idea de cómo lo lograría. ¿Cómo diablos subiré ahí?

—Voy a subir por el árbol —me dije, Allen que me había seguido se rio.

—¿Crees conseguirlo?

—No. Igual lo intentare.

—Bueno, te ayudaré.

Realmente no creo que sea de ayuda, pero de todos modos le pido que al menos me ayude a subir al principio. Cogí fuerzas y con su ayuda tomo apoyo al subir.

Me toma de la cintura y me levanta, su tacto me incomoda, pero trato de no pensar en ello esperando llegar de una vez a la ventana sin matarme. Con esfuerzo trato de subir el árbol, reteniendo el temor de caerme, cuando siento una mano en mi trasero. Allen me empuja desde atrás, su mano justamente en mi glúteo derecho. Bajo mi mirada hacia él.

Estoy más que molesta.

—¿Qué demonios haces? —digo entre dientes.

—Lo siento es necesario. —se encoge de hombros.

¿Necesario? Ja. Necesario son las ganas de golpearlo.

Le miro enfurecida.

Está justamente a la altura de mis pies, entonces le propino una buena patada en la cara, él cierra los ojos y gruñe.

—¿Por qué hiciste eso? —se queja, frotándose la frente.

—Lo siento era necesario —replico desafiante.

—Está bien, está bien. Estamos a mano.

Sigo subiendo y Allen me sigue. Y de una forma que no llego a entender, consigo llegar a mi habitación. Literalmente, me había lanzada por la ventana. Recibiendo un gran golpe.

—¿Joy, estas bien? —pregunta Allen asombrado, entrando en la habitación.

—Sí... sí, estoy bien.

Recobro la postura, sacudiendo la cabeza y examino como Allen mira con curiosidad toda mi habitación.

—¿Qué estás haciendo?

—Viendo como es tu habitación...

—No, largo. No tienes permiso de estar en mi habitación, así que vete.

—Tranquila —murmura.

—¿Tranquila? No puedo estar tranquila contigo cerca. ¡Me vuelves loca!

—Y eso es... ¿bueno?

—Es terrible. Ahora vete, no quiero meterme en más problemas.

Se ve intimidante cuando de modo sutil, se acercó a mí y rodeado de un aura peligrosa sus labios se acercaron a mi oreja.

—Cuando te meta en problemas, no será por tonterías —susurró, me estremecí y de inmediato lo alejé. Él empezó a reír mientras se daba la vuelta e iba hacia la ventana, antes de salir se despidió con un saludo militar y luego salto.

Literalmente salta.

Asustada de que se haya hecho daño, corrí hacia la ventana. Nadie sobrevive a eso sin recibir algún daño. Pero cuando me fijo, él está de cuclillas. Se levanta sin dificultad y camina tranquilamente hacia la acera.

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