Instinto

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Cada segundo parecía ser eterno. Ninguno de los dos hablaba. Keith sintió ganas de vomitar, y unas lágrimas silenciosas cayeron de sus ojos, por mucho que había intentado contenerlas. Su barbilla temblaba tanto que hacía que sus dientes chocaran entre sí. En su pecho un profundo agujero comenzó a abrirse, consumiéndolo en él. 

Se pasó la mano por el antebrazo y cerró los ojos con fuerza para eliminar las últimas lágrimas. Lance no podía creer aquella situación. Keith se agarró los codos con las manos, cruzando los brazos sobre su estómago.

-No lo entiendes...-susurró antes de darse la vuelta y comenzar a andar a su casa.

Claro que lo entendía. Lo que no llegaba a comprender era como Keith no hacía algo para parar aquel abuso. Sin duda, había algo más que se le escapaba. 

Su corazón volvió a temblar al pensar en aquel ángel intentando acabar con su vida. No era justo. Era un buen chico, dulce, agradable y sin duda no tenía que estar a sus 18 años deseando desaparecer del mundo. 

Se puso en pie y sin pensar, comenzó a andar tras Keith. Tenía que sacarlo de aquella pesadilla.

Keith se sorprendió al notar como algo le caía encima y tiraba suavemmente de él hacia atrás. Se dio la vuelta y encontró a Lance justo tras él. Le había puesto la capucha de su chaqueta y se la había dejado colgando.

-Lance...-dijo al ver como él iba sin nada que lo protegiera de la lluvia.

-Sólo póntela. -por alguna razón no miró a Keith al decírselo.

Keith metió los brazos en ella. Estaba caliente, era reconfortante. Se acercó las manos a la cara y se secó con los puños las lágrimas. Una vez más, se sonrojo. Olía a Lance, a su perfume. 

-Vamos.-Lance comenzó a andar junto a él.- Vente a mi casa hoy. No estes sólo.

Keith quería rechazar aquella oferta. Estar en casa de otra persona le hacía sentir incómodo. Pero no rechistó. Sólo asintió y siguió a su lado. Lance se alegró de que el chico no se pusiera terco.

Caminaba con la cabeza baja, Lance veía su flequillo asomándose por la capucha. Era más bajito que él, más de lo que pensaba. Pero eso aun le hacía parecer más tierno.

La chaqueta le iba grande. Pero le quedaba muy bien. Tras un rato andando en silencio, Lance tomó aire y pasó su brazo por los hombros de Keith.

-¿Lance?-susurró el pequeño bajo su brazo.

Pero no le respondió. No tenía ninguna explicación de por qué lo cogía así. Sólo tenía miedo de soltarlo. Lo mantuvo junto a él sin decir nada. Keith tampoco se apartó. Empezaba a hacer frío y los brazos de Lance le proporcionaban calor y seguridad.

Llegaron a casa del moreno. Era un piso sencillo, romántico y cálido. Nada más llegar encendió la calefacción y guió a Keith hasta el baño.

-Tienes toallas dentro. Usa la que quieras. Ahora te dejo ropa. -Lance se fue a su cuarto y cogió algo de ropa ancha y cómoda. -Aquí tienes...

Se quedó unos segundos en silencio frente al pelinegro, que lo miraba con timidez.

-Gracias...-se quitó la chaqueta y se la tendió a Lance.

-Te... te espero fuera.

Lance se fue a la cocina y tomó aire. Keith le hacía sentir extraño. Solo quería abrazarlo y mantenerlo acurrucado a él. No quería que volviera a sufrir.

Se quitó la camiseta, que estaba empapada. Se secó el pelo con un trapo de la cocina y se puso un pijama azul marino. Poco a poco la casa se fue calentando. A los diez minutos la puerta del baño se abrió y Keith salió.

Lance tuvo que apartar rápidamente la mirada del chico. El pijama negro le quedaba muy bien. Estaba guapo, y la ropa ancha de Lance le quedaba sexy.

-Lance...

-¿S...si?-lo miró intentando no parecer idiota.

-¿Te importaría darme alguna venda? Tengo que cambiarmelas...- hablaba encogido sobre su cuerpo y casi en susurros.

-Claro... -abrió un cajón.- ¿Te importa... si te ayudo?

-Prefiero hacerlo yo...

-Por favor... -sacó unas vendas.

Keith se acercó lentamente hasta él. Estaba avergonzado. Temblando, le mostró el brazo.

Lance se mordió la lengua al ver su brazo. Había un corte profundo con puntos que llegaba hasta su codo, desde la muñeca. Sin duda estaba hecho a conciencia para quitarse la vida. Pero allí estaba, vivo frente a él. ¿Cómo era posible? Quería preguntar, aunque no podía.

Con suavidad empezó a vendar su antebrazo. Sus manos eran delicadas, más que cuando montaba los ramos bajo supervisión de Keith.

-Me arrepentí.-susurró el pelinegro.

-¿Qué? - Lance miró al chico a los ojos, aunque Keith los evitó rápidamente.

-Tras hacerlo... llamé a urgencias. Llegaron antes de que me desangrara. -sus ojos se inundaron.- Me arrepentí.

-Keith... -terminó el vendaje.- Me alegro de que estés aquí. El mundo habría perdido sin ti... -era su corazón el que hablaba.

-Gracias. Por estar. -sus mejillas ardían de un tono rosado.

Lance tiró de los hombros del pelinegro y lo abrazó con fuerza. Esta vez Keith correspondió el abrazo posando sus manos en la espalda de Lance con recato.

Ambos cerraron los ojos y dejaron que su ser se perdiera en el calor del otro. Todo desapareció. Sólo existían ellos. No sabrían decir cuanto estuvieron abrazados, pero lo que parecieron segundos, se habían convertido en minutos. Muchos. Minutos hermosos.

-He preparado leche con cacao.-susurró Lance acariciando el pelo de Keith. Tan suave como siempre.

-Gracias... -dijo de nuevo. Levantó su carita y miró a Lance desde abajo.

OH, maldito. No me hagas esto, Keith. Pensó Lance al ver esos ojos brillantes. Ese chico sería su perdición. Su corazón se aceleraba cuando estaba con él. Hacía años que no sentía algo así.

Encendieron la tele y tomaron sus respectivos tazones de leche con cacao. Además Lance puso un plato con galletas y pastas de té.

Aunque no hablaban mucho, estaban cómodos y relajados. Aun evitaban el contacto directo a los ojos del otro, pero ya no había tensión entre ellos. Tras una hora, ambos comenzaron a sentir sueño y a bostezar.

-Ven. -Lance se levantó.- Te llevaré a tu cuarto.

En realidad era el suyo, pero en este piso sólo había una cama. Keith se dio cuenta rápidamente.

-Puedo dormir en el sofá.

-No digas tonterías. No permitiré eso. Venga.-lo acompañó al cuarto.- si necesitas cualquier cosa, sólo dímelo. ¿Bien?-Keith asintió.- Descansa.

-Descansa tú también. -se sentó en la cama y acomodó la almohada.

Lance dejó la puerta algo abierta. Apagó la luz del salón y se acurrucó en el sofá. Pensó en Keith, y en su abrazo eterno y sonrió. Estaba feliz de tenerlo allí, de saber que estaba bien y que de algún modo, arreglarían todos sus males. Tenía que hacerlo. Por él.

La Floristería [Klance]Where stories live. Discover now