Subconsciente

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Al día siguiente Lance se levantó de un brinco de la cama. Estaba deseando ir a trabajar, algo raro en él. Pero saber que al entrar estaría Keith en el mostrador esperándole con una sonrisa era demasiado motivador.

Ahora se arreglaba más. Utilizaba perfume diariamente, se retocaba el pelo y hasta había empezado a darse crema especial para la cara. Todo impulsado por su pelinegro.

-Soy idiota.-dijo a sí mismo. No sabía del todo bien por qué hacía aquello si no tenía valor como para decirle algo. Tomó aire y cerró los ojos.

Se ponía nervioso siempre antes de verlo. Su corazón se aceleraba y sentía un nudo en el estómago. Cuando estaba ya un rato con él se le pasaba, pero de primeras lo pasaba muy mal.

Para encima hacerlo más incómodo, había empezado a tener sueños con él. Se avergonzaba por pensar así, pero además del amor que sentía hacia él, deseos más carnales se habían despertado en su interior. Maldita sea, por qué tenía que ser tan débil.

Se armó de valor y entró en la tienda. Keith le sonrió nada más cruzar la puerta. Fue como si un foco de luz le azotara en la cara.

-Buenos días Lance.-dijo casi cantando.

-Bue...buenos días Keith.-dijo nervioso. Le daba la sensación de que se le olvidaba como andar cuando iba hacia él. El día anterior había sido tan mágico que no sabía como saludarlo ahora. Se acercó a él y se quitó la chaqueta para ponerse el uniforme.

Keith no le quitaba el ojo de encima. Lance era alto y tenía las piernas largas y delgadas. Solía llevar pantalones muy ajustados que las marcaban bien. Muy bonitas.

-¿Me observas?-dijo Lance sonriéndole de medio lado.

-Un poco.-dijo sonriéndole.

-¿Pasa algo?-dijo mirandose. - Dime que no es caca de paloma.

-No, tonto.-rió. - sólo te miraba. Eso es todo.-se sonrojó.

-Oh. -Lance se mordió el labio. Tenía que frenarse demasiado para no sobrepasar cierto límite.

Cualquiera diría que sus chistes y conversaciones eran un tonteo constante. Se sonreían y Lance de vez en cuando le guiñaba un ojo para hacer que se sonrojase. Sólo querían cualquier excusa para poder mirarse.

Después del trabajo andaban juntos hasta casa de Lance. Ya no cogía el bus. Eran sus 20 minutos con Keith.

-Nos vemos mañana.-dijo el pelinegro. Parándose en el portal de Lance.

Le daba pena saber que él andaría sólo más de media hora.

-Hasta mañana.

Se quedaron quietos el uno frente al otro. Sabían que faltaba algo. Lance dio un paso hacia delante y muy lentamente pasó su mano por la cintura de Keith, rodeándolo.

Keith entreabrió los labios y suspiró. El pelinegro cerró los ojos al notar como lo abrazaba. Apoyó sus manos en el pecho de Lance y después colocó la cabeza en su hombro.

Sin duda ese era el mejor momento del día. Los dos lo esperaban con ansias. Su abrazo.

Dejó una mano en la cintura de Keith y la otra la usó para entrelazar sus dedos con el pelo del chico. Lo quería tanto... ¿cómo había llegado a enamorarse así de Keith? No quería dejarlo ir. No quería que terminase ese abrazo, eso significaría alejarse de él. No quería dejarlo sólo.

-Te veo mañana.-Keith se puso de puntillas y le dio un tímido beso en la mejilla, acompañado de una leve caricia.

Lance fue quien cerró los ojos esta vez para sentirlo mejor.

La Floristería [Klance]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora