Despedida

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Se quedaron mirándose a los ojos unos segundos. A su alrededor todo estaba borroso. Las manos de Lance seguían en la cintura de Keith. Era delgado, sus manos se adaptaban perfectamente a él. Sintió un grito en su corazón, una vez más. Algo le pasaba con ese chico. Algo que jamás le había pasado antes. Una fuerza de atracción que derribaría a un avión. Quería pegarse a él, quería abrazarlo. Quería besar aquellos labios rosados.

Su estómago se encogió y tras dudar, se separó de él y sonrió.

-¿Vamos? -dijo en un susurro dulce.

-Si...-sonrió el pelinegro. A Lance le pareció observar que se mordía el labio, pero no estaba seguro. Su mente seguía algo nublada.

Caminaban en silencio. Miraban los escaparates y de vez en cuando se sonreían cuando se pillaban el uno al otro mirándose de reojo. Entonces Keith sin querer rozó su mano con la de Lance. Los dos la apartaron rápidamente sonrojados. Sus pulsaciones se aceleraron drásticamente. Mierda, mierda. Keith trató de disimular, pero sus mejillas comenzaron a arder. Apretó los ojos con fuerza.

Llegaron a una hamburguesería. No era muy lujosa, pero parecía agradable. Les dieron una mesa junto al cristal, y podían ver el parque por él.

-Venía aquí con mi madre antes de mudarme.-Lance sonrió.- déjate un hueco para los postres.-le tendió la carta con todos los helados, batidos y tartas.

-Vaya...-Keith prestaba más atención a los postres que al resto de la comida.- son todos geniales.

-¿Les tomo nota por aquí?-dijo el camarero.

-Si...-Lance sonrió.- Nos sacas un postre de cada. Los batidos de chocolate. -vio la cara de sorpresa de Keith. Cerró la carta y se la entregó al camarero.

-¿Estás loco?-dijo Keith.

-Estamos celebrando tu cumpleaños. Y ya que te gusta tanto el dulce... pues... ¿por qué no?-le sonrió.- Un día es un día.

-Eres increíble Lance...-dijo mirando la mesa.- gracias.

-Oh venga, no me digas eso o me matarás.-dijo agarrándose el corazón de forma graciosa. -Por cierto, toma.-le dio una bolsa que el camarero le había sacado de la barra.- pedí que lo guardasen aquí.

-¿Qué es esto?-dijo cogiendo un enrome paquete. Era blando.- No tenías que regalarme nada... dios mío... -pero la emoción le pudo. Hacía años que no tenía un regalo de cumpleaños. Lo abrió y sus ojos se iluminaron como estrellas en el cielo.- ¡Me encanta! -dijo casi gritando abrazándose al hipopótamo de peluche.

- ¡Me encanta! -dijo casi gritando abrazándose al hipopótamo de peluche

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-Veo que te gusta. -se sintió bien por haber acertado. Ver aquella sonrisa llena de felicidad le hizo sentirse especial. - Así puedes... abrazarlo a él cuando... no este yo.-dejó caer poniendo morritos hacia un lado.

-Siempre preferiré abrazarme a ti. -dijo sin soltar su peluche.

Keith se quedó helado al darse cuenta de lo que acababa de decir. Enterró la cara en el hipo y trató de no moverse. Lance también se había quedado de piedra al oírlo. Iba a morirse. Si, se moriría por culpa de Keith y sus adorables y tiernas frases y gestos. ¡Aquello era un claro intento de asesinato!

La Floristería [Klance]Where stories live. Discover now