Capítulo 16

129 21 8
                                    

No... n-no, aquello no puede ser posible, es algo terrible, algo que no tiene explicación. Debe ser un error, ¡un terrible error!

—Je... n-no, no puede ser cierto.

—Lo siento—Pattie me tomó de las manos—, pero eso ha hecho Linda.

—Y... ¿Paul?

—No lo sabemos, ¿no te dijo que pasaría si derrumbaban la casa o algo así?

—No... él no me ha dicho nada, n-no lo he visto, no he podido verlo.

—Dios... Todo esto es una verdadera locura—suspiró abatida— ¿Qué podemos hacerlo?

—Él me ha venido a ver, lo he visto todo el tiempo. P-pero... se queda en la esquina de mi habitación y no quiere hablarme, sólo está ahí—señalé un rincón cualquiera—, me mira con sus grandes y destellantes ojos. Pero no mencionada nada, le he pedido mil veces que hable, p-pero se niega.

—Jane, creí que Paul no podía salir de la casa.

—¡Claro que puede! Por supuesto que puede, él sale y está conmigo. Así que—dije tiernamente— él, estará bien.

—¿Está aquí ahora?

Sí... sí... podía verlo, justo en aquel lugar de siempre, siempre ahí... A mí lado, esto me hacía suspirar enamorada.

—Nuestra casa ha sido derrumbada, pero nuestro nido de amor verdadero, no.

—¿Qué?

—Vamos a casarnos—deliré.

—Jane, ¿cómo te podrás casar con un fantasma?

—Lo haremos, de verdad que lo haremos. No necesito la aprobación de nadie.

—Jane...

Empecé a reírme compulsivamente mientras mi cabeza se agitaba y enredaba a propósito mi cabello, sonreía de oreja a oreja, y pensaba que Paul estaría siempre a mí lado.

—Aquí está... Pattie, salúdalo—señalé el centro de la habitación.

Por alguna razón, Pattie se veía asustada, ¿por qué? Si ella había visto a Paul antes.

—Mi amor... acércate, dinos algo, querido, por favor.

Pattie se levantó de su silla, y yo me recargué en la mesa, mientras mis ojos miraban a Paul.

—Di algo, dile hola a Pattie. ¡Hola!, ¿lo escuchaste?

—Jane, creo que ya me tengo que ir.

—No necesitamos aquella casa para estar juntos, estaremos bien aquí... por siempre—dije débilmente.

Ella se fue sin decir nada más, vaya, algunas personas sí que envidian al verdadero amor.

(...)

Me voy a tardar como un año en olvidar a Paul.

Menos, como en cinco.

Yo siempre lo veía, siempre sentía sus ojos observándome por todos lados, a pesar de todo el terrible sufrimiento que estaba pasando.

—Vamos, señorita Asher, dígalo de nuevo.

—Paul está muerto.

—Otra vez—decía el doctor.

—No... no puedo, él no está muerto. Él está ahí, mirándome.

—Debe decirlo 100 veces al día si quiere que la suelte de aquella silla.

He's Leaving HomeWhere stories live. Discover now