final

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Tres años después.

Stiles guarda su cuaderno en su mochila y revisa su reloj mientras sale de la sala de lectura. Tiene media hora para volver a su dormitorio y empacar una maleta para el fin de semana.

— ¡Yo, Stiles! —Le grita Gabe— ¡Fiesta esta noche en Sigma Phi! ¿Vienes?

Sonríe y niega con la cabeza— Voy a casa por el fin de semana, bro. ¡Te veo el lunes!

Stiles había pensado alguna vez que la universidad significaría cierto grado de anonimato. No podía ser el chic raro, ruidoso y extraño, o al menos no el único. No sería el hijo del sheriff de una ciudad pequeña. Habría una multitud y él se mezclaría entre ellos.

En verdad no funcionó de esa forma.

Tiene diecinueve. Está casado con un hombre. Tiene un hijo.

Las personas lo notaron.

Su compañero de habitación, Mark, estuvo preocupado al inicio de que estuviera en algún culto. O una secta. O algo. Se había portado especialmente raro en ese entonces.

—En serio, tú nunca festejas. Vas a casa todos los fines de semana. Amigo, no creo que te haya visto jamás tomarte una cerveza. ¿Es algo prohibido para tu gente?

— ¿Mi gente?

— ¿No eres como súper religioso o algo así?

—De hecho, estoy súper casado —Stiles le había mostrado una foto de Derek y Claude. Una vez que Mark cerró la boca de la sorpresa, fue bastante cool acerca de todo el asunto.

Así que, sí. Tal vez Stiles se está perdiendo un montón de todas las experiencias universitarias, pero no le importa. Se queda todas las noches en la habitación y hace todos sus trabajos para poder ir los fines de semana a Beacon Hills y pasar tiempo con su familia. ¿Y qué tiene si no puede cuadrar su familia, su GPA y una loca vida social en la misma ecuación? Se irá por las primeras dos y no se arrepentirá de nada.

Sus fines de semana están tan cuidadosamente programados al igual que sus clases.

La noche de viernes es con la manada. Cualquiera que no esté en la casa de inmediato llega para la cena. Por lo general se pone bastante ruidoso.

La mañana del sábado es para pasar tiempo con Derek y Claude.

La tarde del sábado son entrenamientos de emisario con Deaton.

La noche del sábado es de Derek y él.

La mañana del domingo en desayuno con su papá, Derek y Claude en un restaurante. Su papá siempre ordena panqueques y tocino y un montón de mentiras sobre sus niveles de colesterol.

Las tarde del domingo es pasar más tiempo con Derek y Claude.

Luego, en la noche, abraza a Claude como despedida para que ella pueda ir a dormir a la hora que necesita y dejan a uno de la manada cuidándola mientras Derek lo conduce de vuelta a Stanford. A veces se siente como si pasaran la mitad de sus vidas en los asientos del Camaro. Aun así, no lo preferiría de otra forma.

Stiles se apresura a su dormitorio.

Cuando llega, Mark recién está saliendo de la cama. A las dos p.m. Pero, hey, Stiles no juzgará las decisiones de vida de nadie. Mark no ronca, no pone la música a todo volumen y no intenta robar su Adderall. Stiles pudo haber tenido peor suerte.

—Oh, hey —murmura Mark—. ¿Conoces al chico pelirrojo al final del pasillo?

—Um, supongo —Stiles arroja un par de ropas en su mochila. Luego saca el libro que Deaton le dio de la parte inferior de su cajón de ropa y lo desliza en la mochila. No quiere devolverlo aún, pero hay un par de cosas que quiere preguntarle a Deaton el fin de semana y será más sencillo teniéndolo con él. Además, no le gusta mucho la idea de dejar libros antiguos y raros –y poderosos- en su dormitorio cuando no está allí. Y este libro sí que es poderoso. La primera vez que lo abrió y pasó sus dedos por las líneas, sintió que su chispa le respondía. Como si la reconociera, como alguna especie de atracción magnética.

I Know Where Babies Come From, Derek; SterekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora