Capitulo 8

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Debía admitir el riesgo. Aunque mis instintos instaban a continuar, la razón clamaba cautela. "No podemos arriesgarnos en exceso, Barbara. Volvamos y mañana regresaremos, pero esta vez en helicóptero para sobrevolar toda la zona," le sugerí con convicción.

Contradicha, Barbara accedió de mala gana y nos dirigimos a recoger el vehículo. Casi al llegar, unas luces hacia el este llamaron nuestra atención. Con agilidad, corrí a ocultarme, intentando guiar el rastreador sin éxito. Decidí entonces dejarlo ascender y perderse de vista. Empujé la moto inerte detrás de una piedra y aguardé.

El vehículo que apareció era un robusto todoterreno, del cual descendió un hombre que se adentró en la cueva. Cinco minutos más tarde lo estacionó en su interior. Salía de nuevo cuando se detuvo y, alumbrando con su linterna, casi revela mi escondite con el pase de su haz luminoso. Luego, corrió hacia donde Barbara y yo habíamos planeado explorar.

"Fue un cercano encuentro", exclamé aún con el susto instalado en la voz.

"Es mejor esperar a que se marche y regresar luego. No es el momento de seguirlo", dictaminó Barbara, consciente de la prudencia requerida.

Asentí, me acomodé en la moto y, tras veinte minutos de inquietud, encendí el motor y conduje de vuelta a la ciudad.

"Me preocupa pensar cuán lejos estarán viviendo. Por un momento, nos aproximamos a su refugio," especulé, pero Barbara parecía ausente de mis pensamientos, o al menos sumida en un silencio tan profundo que no logré detectarla.

Pasaba casi una hora en carretera cuando un pensamiento repentino interrumpió el silencio. "¿Y el hilo de luz?", preguntó de súbito Barbara.

"Sorprendente que vuelvas, ¿Dónde estabas?", indagué ante su inesperado retorno.

"Había entrado en meditación y de repente recordé", explicó, ansiosa por ver si había recuperado el hilo.

"Meditaciones... Sigo sin comprender su propósito", expresé, no sin antes demostrarle cómo el hilo de luz había regresado a mi mano, casi con la misma magia con la que lo extraje.

"Qué sensación más extraña", comentó, y una ola de hilaridad recorrió mi ser al oírla.

Regresamos prontamente al hotel, y, pese al cansancio, el atisbo de Wanderer revitalizó mi espíritu. Comí algo, tomé otro baño refrescante y me dispuse en la cama, la televisión prendida como mero fondo al abrazo del sueño que no tardó en llegar.

Al amanecer, la puerta anunció una visita.

— Buenos días, Buscadora Esperanza, ¿ya está despierta?— , sonó la voz masculina.

— ¿Hola? ¿Está despierta?— , insistió, y yo apenas entornaba los ojos.

"¡Ah, Luis! ¡Es él!", proclamó Barbara con emoción.

Con esfuerzo me alcé, bostecé y permití su entrada.— Buenos días, Esperanza, veo que apenas te levantas— , observó Luis ante mi estado somnoliento.

— ¿Qué te trae por aquí? Imaginaba que estarías con... ya sabes quién— , formulé, mientras me dirigía al baño para un lavado de cara matinal.

— Por eso vine, antes— , dijo él, antes de que yo, impulsada por curiosidad, abriera rápidamente la puerta.

— ¿Ella... ella está aquí?— pregunté con los ojos desmesuradamente abiertos por la sorpresa.

— Tranquila, solo quiere saber qué han descubierto— , me tranquilizó Luis con su sonrisa habitual.

— Nada que ocultar, ¿cierto?— , se adelantó a decir, mientras en mi mente relámpagos de la noche anterior iluminaban recuerdos aún frescos.

"Si se enteraran, buena que las almas no leen mentes", bromeó Barbara mentalmente.

Claro que no, ¿Qué te hace pensar tal cosa?—  respondí a ambos, alcanzando mi uniforme y, antes de cerrar la puerta del baño para vestirme, añadí: — Dame diez minutos—

— Por supuesto, aquí estaré— , aseguró él con su encantadora sonrisa, mientras percibía la irritación de Barbara.

"¿Qué? ¿No puedo sonreír a un amigo?", repliqué ante su disgusto.

"Él te gusta, ¿verdad?", inquirió Barbara, dejándome perpleja.

"No, ¿cómo puedes pensar eso? Además, no entiendo realmente qué es amar", le contesté. Barbara respondió proyectando en mi mente recuerdos de su primer amor, pero opté por ignorarla.

Tomé la ducha más rápida de mi vida, afligida por la insinuación de Barbara, y en menos de diez minutos estaba lista.

Al abrir la puerta con una sonrisa renovada, el corazón se me congeló al ver a la Buscadora frente a mí, yo aun con una toalla en las manos, secándome el cabello.

— Buenos días, Esperanza. Veo que estás casi lista—  dijo con un aire de autoridad que me impulsó a responder mientras caminaba hacia el espejo, ajenas por completo a ella.

"Qué susto. Nunca imaginé que aparecería tan de improviso", confesó Barbara en mi mente.

"Yo tampoco. Ya empieza a sospechar, Barbara", le respondí, apartando su intrusión y peinándome con determinación.

La buscadora me pidió un informe de nuestros hallazgos mientras yo declaraba mi deseo de desayunar antes de cualquier conversación formal. No pude evitar preguntar por Patric.

— Patric, ¿quién es él?— , se sorprendió Luis desde su asiento.

— Oh, Patric, el otro buscador que me acompaña, ¿cómo era su nombre...?

"SkyDark, cómo puedes ser tan olvidadiza", me reprendió Barbara mentalmente.

"Agradecida por tu ayuda", le dije internamente.

— SkyDark. Aquí lo llamo Patric— corregí y emprendí camino hacia la puerta.

— Él está abajo, informando a otros buscadores— , respondió la buscadora con solemnidad.

Descendimos juntas a la recepción, donde en un aparte la buscadora me instó a hablar.

Un Alma Especial (basado en The Host)Where stories live. Discover now