Capitulo 9

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—Quisiera que me informaras con precisión sobre lo investigado. ¿Por qué no se han comunicado conmigo?

— Buscadora, ¿realmente espera un informe a esta hora? No he desayunado aún, y me atrevería a decir que ustedes tampoco.

La sorpresa se dibuja en su rostro ante mi tono desenfadado. Nunca he sido intimidada por nadie, ni siquiera en los tiempos en que habitaba el planeta de fuego, circundada por esas mortíferas aves de gas y llamas.

Ante su silencio, suavizo mi actitud y propongo: —Quizá sería mejor comer algo primero. Después, más saciados y relajados, podremos hablar del informe. Al darme cuenta de que no me sigue, insisto con una sonrisa: —Por favor, Buscadora, no sea tan severa. La invito.

Abandonamos el hotel y Patric nos guía a un restaurante cercano, situado a una cuadra hacia el este. Es un sitio familiar para nosotros. Al entrar, una campanilla anuncia nuestra llegada. La Buscadora, Luis y yo nos acomodamos en una pequeña mesa, mientras el resto del grupo se sienta más aparte. Una amable camarera se acerca y saluda: —Hola, Buscadora Esperanza, qué gusto verla de nuevo. ¿Qué les sirvo para desayunar?

—Buenos días, Susan. Lo mismo de siempre —digo con un gesto cordial.

Luego le pregunto a la Buscadora, que parece incomoda y callada: —¿Qué le apetece?

—Un café y un par de tostadas con mermelada —responde con un semblante tan serio que la camarera no puede ocultar una reacción.

Intento aligerar el ambiente: —Tranquila, Susan. No muerde.

Me dirijo a Luis: —¿Qué vas a pedir?

—Lo mismo que tú, confío en tu buen gusto —bromea y luego le hace una señal a la camarera.

Una vez que nos deja solos, me inclino hacia la Buscadora y pregunto con curiosidad: —¿Qué tal su viaje al norte?

—Los informes no revelan mucho, salvo por los robos en almacenes.

—¿De qué tipo de bienes?

—Alimentos, agua, conservas, luces, baterías. Cosas así —contesta presta.

—Interesante —murmuro, pensativa.

<<porque le dices eso>>, insiste Barbará, ante mi actitud confianzuda.

<<Tranquila. No olvides que soy la mejor rastreadora>>, respondo con sarcasmo, provocando que frunza el ceño.

La conversación se prolonga hasta que la Buscadora me interrumpe con curiosidad: —¿Qué te parece tan intrigante, Esperanza?

—Más allá de la curiosidad, aclaremos una duda.

—Adelante, pregunta —responde ella, inclinándose hacia mí con un semblante juguetón.

—¿Podría decirme su nombre? ¿O al menos cómo le llaman aquí?

Su respuesta se queda suspendida en el aire cuando Susan regresa con el desayuno justo en el momento crítico.

—Gracias, Susan —dice la Buscadora, apresurándose a consumir la comida.

Tras el desayuno, regreso a mi habitación para recoger unos documentos. Frente al espejo, reflexiono sobre la conversión en la cafetería, que Barbará malinterpreta en tono de broma. Antes de que pueda expresarle la verdadera razón, alguien toca a la puerta.

Un Alma Especial (basado en The Host)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora