I

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-Aquí tienes, tu cerveza –Ana le acercó la botella al chico con una sonrisa forzada mientras sus ojos escaneaban todo el lugar. El joven no le prestó mucha atención y, tras recoger su botella, desapareció hacia el otro lado del bar.

La morena giró sobre sí misma buscando a Amaia con la mirada y vio que la cara de la muchacha reflejaba exactamente lo mismo que la suya; pánico.

La semana había empezado bien, tranquila, el lunes había sido como siempre, poca gente acudió al bar y la mayoría de los que lo hicieron eran jubilados que pasaban las tardes allí, bien leyendo o bien conversando sobre temas de los que creían saber muchísimo y en realidad no tenían ni idea. El martes tampoco había sido muy diferente. Sí que era cierto que había ido más gente, ya que era día de Champions –de verdad, ¿era necesario un partido de fútbol cada día?- pero tampoco se les había ido de las manos. Pero ese miércoles estaba siendo terrible.

-Raoul, ¿Qué está pasando? –Ana miró al encargado reflejando la misma curiosidad y preocupación con la que Amaia le había preguntado.

El rubio se encogió de hombros mientras servía a un joven –sin perder la sonrisa, por supuesto- el que parecía ser su octavo gin-tonic de la noche.

-Universitarios, ya sabéis que les encanta la fiesta.

-¿Pero ellos no salen los jueves?

-¿Eh?

-Sí, los jueves universitarios, Raoul. Por eso se llaman así.

-Vaya –el muchacho se quedó parado unos instantes antes de volver a encogerse de hombros- Pues ni idea de que hacen aquí.

Amaia se giró hacia Ana al ver como Raoul salía corriendo de detrás de la barra para parar a dos chavales que intentaban subirse a la mesa de billar.

-¿Y ahora qué hacemos?

-Pues aguantar el tipo. No hay otra.

-Ay por favor, yo no sé si estoy preparada –la castaña miró alrededor- ¿Pero tú has visto cuantos son? ¿Y lo jóvenes que son todos?

-Amaia, solo son universitarios –rio Ana- El único peligro que tienen es acabarse hasta el agua de los floreros o quejarse de la cantidad de trabajos hasta que entran en depresión.

-Tienes razón, madre mía, que nerviosa me he puesto de repente.

-Vamos, si hemos sobrevivido a la ruta de la tapa podemos con esto perfectamente.


-Visto así... –Amaia movió la cabeza medio asintiendo- Bueno, tampoco será para tanto, ¿no?

****


-¿Pero yo por qué tengo que ir?

-Vamos, prometiste que saldrías con nosotras.

-Y no vale tirarse atrás ahora.

Las dos chicas se plantaron delante de ella mirándola de forma suplicante y Mimi no pudo hacer otra cosa que rodar los ojos ante su insistencia. No entendía el porqué de su empeño en que las acompañara esa noche, nunca habían tenido ningún problema en salir ellas dos solas, pero cuando ponían esa carita no podía decir que no a nada.

-Está bien, iré.

El grito de Nerea y el baile de Thalía, que empezó a hacer por todo el lugar, fueron la recompensa que recibió por esa respuesta.

-¡Va a ser genial! –eso era algo que Mimi dudaba. Especialmente si tenían en cuenta que al día siguiente era jueves y tenían que hacer cosas de provecho como ir a trabajar o a estudiar.

Besos en GuerraWhere stories live. Discover now