XVII

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-Claro. Claro, pasad –se apartó un poco para que entraran y cerró la puerta tras de ella.

-Bueno, yo... creo que voy a apartarme del medio –murmuró Nerea antes de dirigirse al salón.

-Nerea –la llamó Ana al recordar la estampa que había dejado en el sofá- Yo no sé si es buena idea que vayas ahí...

-Créeme –dijo la pequeña- cualquier idea es mejor que quedarse aquí en medio.

En cuanto Nerea desapareció y escuchó la voz de quienes estaban en el salón, se giró a mirar a Mimi. La rubia no había abierto la boca en todo el rato y ahora se balanceaba incómoda de una pierna a otra. Ana también estaba un poco nerviosa, se había quedado descolocada al ver aparecer a esas dos en la puerta de su casa pero, como sabía que cerrar la puerta respirar un poco y volver a abrirla quedaría mal, había asentido ante las palabras de Nerea y las había dejado entrar como si nada.

Por fin tenía lo que tanto había pedido, que Mimi se dignara a aparecer por allí para explicarle por qué no respondía a sus mensajes ni llamadas –aunque gracias a Aitana y su incapacidad de guardarse las cosas para ella ya supiera el motivo- pero la rubia no abría la boca y, sinceramente, la estaba poniendo más nerviosa de lo que debería.

-Hola.

Ana enarcó una ceja y Mimi se rascó la nuca mientras intentaba sonreír un poco. En su defensa había que intentar empezar la conversación de forma suave, la mejor manera de hacerlo era así, un saludo normal.

-Hola.

-Eh... no sé cómo seguir.

-¿El qué?

-La conversación. Esta conversación.

-¿Vamos a tener una conversación ahora? Así que solo podemos tener conversaciones cuando a ti te apetezca.

Desde luego Ana no estaba dispuesta a que la cosa fuera tranquila. No la culpaba, si de algo le había servido la insoportable charla con Thalía y Nerea era para darse cuenta de que, aunque la discusión no fuera del todo su culpa, sí lo había sido ignorar voluntariamente a Ana cuando ella solo quería hablar las cosas y ahora no sabía que hacer exactamente para que la morena no se le lanzara al cuello y la intentara estrangular –tampoco la culparía si lo hiciera.

-Bueno, es que soy un poco idiota.

-Mira, algo en lo que estamos de acuerdo.

-¿Crees que nos están oyendo desde el salón?

-Seguramente estén demasiado ocupados con su drama personal como para prestar atención –rodó los ojos Ana- pero si lo prefieres podemos ir a mi habitación.

-Que directa.

-No te pases, Mimi, sigues en terreno pantanoso.

La canaria se dio la vuelta y se encaminó hacia su habitación, totalmente consciente de que iba a pasar por delante del salón y de que todos, desde ese momento, iban, ahora sí, a prestar atención al ruido que saliera de su cuarto. Esperaba que no se hubieran matado en el rato que ellas llevaban en la entrada, más que nada porque la sangre era muy difícil de quitar del sofá.

En cuanto puso un pie en el comedor vio que el único que verdaderamente estaba a gusto era Roi y que los otros tres estaban entre incómodos y con ganas de lanzarse por la ventana. Aitana estaba sentada al lado de Roi –que le hacía de barrera con Cepeda-, su amigo miraba alternativamente de Aitana a Nerea y, la rubia, había sacado el móvil para intentar esconderse detrás de él.

Besos en GuerraWhere stories live. Discover now