IV

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Si la chica se sorprendió al verla entrar por la puerta ese lunes, su cara no reflejó nada. Por lo menos en un principio. En cuanto vio que se estaba acercando a la barra su expresión cambio a una mezcla entre pánico y sorpresa y dirigió su mirada hacia cualquier lado excepto hacia donde estaba ella.

-Veo que ya estás más tranquila –Mimi nunca desperdiciaba la ocasión de sacarle los colores a alguien. Mucho menos si ese alguien parecía tan adorable cuando se sonrojaba- Es normal, has tenido un día entero para recuperarte.

Ana seguía sin mirarla y lo único que hizo para demostrar que la estaba oyendo fue un ligero movimiento afirmativo con la cabeza. Al parecer no quería entrar en detalles sobre el encuentro del sábado y Mimi iba a respetarlo, aunque no entendía el motivo, ya que tampoco había hecho algo tan fuera de lugar como para sentirse avergonzada. Solo había dado un espectáculo de baile a toda la discoteca. Ella había hecho cosas peores sin haber bebido, como cargarse un escaparate de una tienda, aunque no era un tema del que le apeteciera mucho hablar. Imaginaba que sus dos amigos habían exagerado bastante a la hora de contarle lo que había hecho, porque si no, no se explicaba esa cara de terror que ponía al creer que Mimi iba a decir algo más sobre el sábado.

-En mi defensa –de repente la camarera se había plantado delante de ella y la miraba fijamente- yo no quería salir.

-¡Pues nos engañaste a todos!

La morena hizo una mueca de desaprobación pero no trató de llevarle la contraria.

-¿Qué haces en un bar casi desierto a medio día? –Ana había apostado por cambiar de tema. Prefería que Mimi no le confirmara las cosas que sus amigos habían dicho que había hecho.

-No podía pasar más tiempo sin volver a ver tu cara –Ana enarcó una ceja sin creerse lo que salía de su boca- Bueno, vale, he venido a ver si eres la misma persona que vi el sábado.

-Joder –masculló la canaria y Mimi no pudo controlar la carcajada que le provocó- Sabía que no tenía que salir, lo sabía.

-Vamos, fue muy divertido. Quiero decir que no me esperaba para nada que cambiaras tanto de estar detrás de la barra repartiendo cubatas a estar bebiéndotelos.

-Por favor, para ya –Ana apoyó los brazos sobre la barra y pudo su cabeza entre ellos a modo de avestruz- No quiero saber nada.

-A veces va muy bien hacer lo que tú hiciste ayer. Salir y disfrutar como si no hubiera nada tan importante como pasárselo bien.

-Sí, bueno. La verdad es que lo necesitaba.

-Oh. ¿Una mala temporada?

Ana alzó la cabeza y segundos después la volvió a bajar, sin responder directamente pero haciendo un leve movimiento de hombros que daba a entender que así era.

La rubia se quedó mirándola un momento. Ana parecía estar decidida a no decir nada al respecto, pero Mimi era una persona bastante cabezota e iba a seguir insistiendo hasta que, o bien se desahogara o bien la mandara a paseo. Cualquiera de las opciones era válida.

-Sé que no soy yo la camarera, pero veo que necesitas un whiskey.

En cuanto salieron esas palabras de su boca, la cabeza de la morena se alzó como un resorte y sus ojos se clavaron en los verdes de Mimi. Por lo que veía no le había parecido tan mala idea porque parecía estar planteándoselo.

-Mejor no –finalmente la voz de la razón se impuso a la de Mimi.

-Venga –la andaluza le dio un suave golpe en el brazo- Haz como que la camarera soy yo y cuéntame tus problemas.

Besos en GuerraWhere stories live. Discover now