XI

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-Joder.

Si había alguien capaz de representarla en ese momento era Amaia. Con una simple palabra resumía perfectamente todo lo que pasaba por su cabeza ante la imagen que tenía delante.

No le extrañaría estar con la boca abierta por la impresión, pero se lo tenían que perdonar, no todos los días tenías a Mimi Doblas bailando a escasos metros de ti.

-¿Cuántas clases tengo que hacer para poder moverme así?

La rubia rio y fue junto a Alfred, quien estaba intentando imitar el movimiento de caderas que Mimi había hecho hacía unos segundos. Mentalmente estaba maldiciendo al chico porque por su culpa Mimi había dejado de bailar, pero claro, quedaba muy mal decirle gilipollas a tu amigo allí delante de todos sin motivo aparente. Se lo diría después, en casa, sin gente alrededor.

-No te va a salir –Aitana acababa de entrar en la clase, tarde, para variar- Tienes que tener el cuerpo diseñado para eso, si no es imposible imitarla. Créeme, lo he intentado.

-¿Dónde está Ricky?

-Ahora viene. Prepárate porque hoy viene más dramático de lo normal –rodó los ojos la del flequillo.

Al parecer no hizo falta ni presentarlas porque lo primero que hizo Aitana fue ir directamente a hablar con Amaia. Así que allí estaba Ana, en medio de la clase de baile –en la que ya no quedaban alumnos, menos mal- mientras Amaia y Aitana daban grititos de emoción detrás de ella, Alfred miraba su movimiento de caderas en el espejo y Mimi acababa de recoger el material.

-¿Cómo es que no ha venido Mireya?

Le costó unos segundos reaccionar y darse cuenta de que Mimi le estaba hablando, posiblemente porque estaba más ocupada mirando cómo le quedaban esas mallas.

-Dijo que no pensaba hacer algo que le impidiera llevar tacones.

-Me lo creo –sonrió la rubia.

-Ignoradme como hacéis siempre. No pasa nada, ya me he acostumbrado.

Como había dicho Aitana, Ricky entró haciendo una escena digna de telenovela, y, como imaginaba Ana que iba a pasar, Mimi se rio de él y se apartó antes de que el chico pudiera darle una colleja.

-Ahora os reís de mí, pero que sepáis que soy quien aguanta la estructura de vuestra vida, sin mí no seríais nada. Ya veréis cuando muera ¡ya lo veréis!

-Ricky, como ves, hay gente aquí que ha venido a aprender a bailar...

-Intentarlo –interrumpió Ana.

-... y no podemos hacer eso si tú estás por aquí fingiendo ser un alma en pena.

-No finjo ser un alma en pena, soy un alma en pena –el chico cruzó los brazos sobre su pecho y miró hacia el lado contrario, donde no había nadie- Pero está bien, veo que no te importa lo que le pasa a tu amigo -Los otros cinco se miraron entre ellos- Si Thalía estuviera aquí diría algo ahora mismo.

-Posiblemente algo que no tiene nada que ver con tu problema –murmuró Aitana antes de poner una sonrisa al ver que el chico la miraba.

-No va a irse de ahí hasta que le preguntemos que pasa ¿no? –Mimi negó con la cabeza a la pregunta de Ana- Y vas a preguntarle que pasa para que podamos empezar con la clase ¿verdad? –el suspiro de la rubia fue la respuesta que necesitaba.

-A ver, Ricky, ¿Qué pasa?

-Ahora no sé si me apetece contarlo.

-¿Por qué los gays han de ser tan dramáticos?

Besos en GuerraWhere stories live. Discover now