II

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Se levantó de golpe al oír la alarma por lo que era la décima vez desde que la había pospuesto. Siempre murmuraba 'cinco minutos más' y volvía a dormirse. Como ya había estado haciendo esto una media hora, cuando su alarma volvió a sonar, se obligó a si misma a abrir los ojos y apagarla. Rodó sobre su espalda y se fue acostumbrando poco a poco a la poca luz que entraba a su habitación. Un sol espectacular brillaba sobre Madrid, lo que era sorprendente teniendo en cuenta que no hacía nada habían caído litros y litros de agua. El tiempo cada vez estaba peor. Se quedó un rato mirando el techo de su habitación hasta que notó unas ganas tremendas de ir al baño.

Saltó por encima de todos los trastos que había en su habitación y evitó tropezar con una raqueta que estaba en medio del pasillo justo a tiempo. Por suerte ninguna de sus compañeras se había levantado todavía, así que decidió aprovechar esa fortuna y darse una ducha con agua caliente. Quería mucho a Nerea y Thalía, pero medir la cantidad de agua que correspondía a cada una de ellas no era su fuerte.

Justo cuando acabó de tomarse su desayuno y estaba a punto de salir del piso, Nerea se asomó por la cocina.

-Buenos días. ¿No tenías clase hoy?

-Eso de tener clase es muy relativo –Nerea hizo un gesto con la mano como si estuviera quitándole importancia- No siempre es necesaria.

-Te voy a dar la razón. Dormir siempre es más importante –asintió Mimi.

-¡¿Estáis preparadas?!

El torbellino de energía que conocían como Thalía apareció en la cocina dando saltos de un lado para el otro. Esa imagen a primera hora de la mañana podría haber sorprendido a cualquier persona, pero no a alguien que llevaba viviendo con la morena tanto tiempo.

A decir verdad Thalía se había relajado cada vez más. Al principio tenía la costumbre de pasearse por la casa haciendo el ruido de una sirena sin preocuparse por si molestaba al resto de personas de la casa y ahora lo único que hacía era chillar mucho y dar saltos alrededor de ellas. Era una clara mejora, tanto para ellas como para los vecinos.

-¿Para qué? –preguntó Mimi mientras le acercaba una taza de café.

-¡Para ver cómo le queda el pelo azul a Ricky!

Bueno, a veces gritaba demasiado alto, pero eso era algo que ya no le podrían corregir.

-¿Ha enviado algo Agoney? ¿Han ido ya? –Nerea salió corriendo hacia su habitación, seguramente para buscar el móvil y ver si su amigo había dado señales de vida.

-No, aún no ha dicho nada –dijo Mimi mientras revisaba su teléfono. Cogió sus llaves y la chaqueta y se dirigió a la puerta- Decidle que grabe todo, quiero ver la cara de Ricky mientras le tiñen. Hablamos cuando acabe –hizo un amago de salir pero volvió a asomarse rápidamente- Por cierto, no quedan aguacates.

Cerró la puerta tras de sí, bloqueando así las protestas de sus amigas porque se hubiera acabado otra vez todos los aguacates y subió a su coche. Todavía le quedaba una media hora antes de empezar el trabajo, pero siempre disfrutaba de llegar antes y mirar cómo iban el resto de clases.

Desde hacía dos años estaba trabajando en una academia de baile y no podía estar más contenta. Siempre había amado el baile y tener la oportunidad de continuar practicándolo y además vivir de ello era increíble.

No sabía qué clase de magia negra se había conjurado a su favor para poder encontrar un hueco cerca de la academia, pero no tenía pensado quejarse por ello. Lo primero que hizo después de dejar todos sus trastos en la clase fue ir a ver cómo estaban haciéndolo el resto de alumnos, en concreto a los de Miriam. La gallega era una bailarina increíble, aunque ella no fuera del todo consciente de lo bien que bailaba, con especial talento para los bailes latinos, la bachata principalmente, que era precisamente la clase que tenía en aquel momento. Por desgracia solo había pillado los últimos cinco minutos y en cuanto se dio cuenta los chicos estaban saliendo de allí a toda prisa y Miriam se había quedado sola en su clase.

Besos en GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora