V

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¿Lo había soñado o la puerta de su casa se acababa de abrir? Se incorporó en la cama de forma muy brusca, provocando que Mimo hiciera un ruido de protesta, y escuchó atentamente. No cabía duda, ese sonido había sido su puerta.

A pesar de que nunca se le había dado bien despertar, en menos de tres segundos todo su cuerpo estaba alerta. Se levantó y le hizo un gesto a Mimo para que no se moviera de allí. Como si el gato tuviera pensado hacer algo más que revolcarse por las sábanas.

Abrió la puerta del dormitorio y, con toda la calma que había sido capaz de reunir, avanzó por el pasillo intentando no pensar en por qué demonios estaba oyendo ruidos en su casa.

Tratando de bajar su ritmo cardiaco un poco, se acercó a la cocina, que era donde ahora mismo se estaban produciendo los ruidos que la habían sorprendido. La puerta estaba entreabierta y, intentando no llamar la atención, se asomó para tratar de ver quién o qué se había colado en el apartamento. Una figura estaba apoyada sobre la mesa, sin prestar atención a nada más que a lo que fuera que tenía en la mano.

Ana se acercó un poco más pero la discreción nunca había sido su fuerte, así que antes de que pudiera hacerse con cualquier objeto para golpear al intruso, este se volteó.

-¡Joder, que susto!

La chica parpadeó un par de veces y centró la mirada en la persona que había delante de ella.

-No sabía que ibas a volver ya.

Esa no era la mejor respuesta para recibir a tu novio después de estar dos semanas sin verle, pero fue lo primero que le salió. Jadel la miraba confuso por su reacción, seguramente había esperado lo de siempre, un grito ilusionado y que se lanzara a sus brazos, pero esa vez no. Ana no tenía ganas de andar con tonterías y lo único que le apetecía en ese momento era estar durmiendo, pero Jadel había entrado como un elefante en una cacharrería y seguramente no solo la había despertado a ella, sino que también a medio edificio.

-¿Y ya está? ¿No me saludas?

-Es que pensaba que ibas a volver a irte ya mismo, como haces siempre.

El chico se quedó mirándola fijamente bastante sorprendido por lo que su novia acababa de decir. No entendía que era lo que había pasado para que de repente Ana reaccionara así, pero no le gustaba en absoluto.

-No entiendo a qué viene esto.

-Porque será que no me sorprende.

Ana tampoco tenía claro de dónde había sacado esa fuerza de voluntad para decirle por fin a Jadel como se sentía con sus continuos viajes y su falta de empatía a la hora de hablar del trabajo de ella. Una vez que lo hubiera soltado ya no habría marcha atrás y era muy consciente de que había dos posibilidades, que se lo tomara bien e intentara colaborar y mejorar su relación, o que se lo tomara mal y se largara sin decir nada. Tenía una leve idea de que era lo que iba a pasar, pero aún le quedaba un poco de esperanza.

-Mira Ana, no sé por qué estás enfadada, pero no me gusta nada el tono que estás usando.

-Que no te está gustando el tono, yo alucino –la chica resopló al escuchar lo que acababa de salir de la boca de su novio- A veces creo que no te importa nada que no seas tú mismo o que no te afecte a ti.

Y ahí estaba, lo había dicho. Era cierto que tenía pensado decirle eso, pero quizá más hacia delante en la conversación, bueno, más bien discusión, pero su cabeza en ese momento era un hervidero de ideas y no podía ir punto por punto hasta que a Jadel le quedara claro cómo le afectaba su forma de comportarse.

Besos en GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora