Amigos en proceso

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Nueve años antes

—¡Julieta deja en paz al gato!

La pequeña pelirroja bajó al minino atigrado de su regazo sin chistar, Fernando ya había hecho enojar a su madre lo suficiente y apenas eran las 7, ¿a caso no podía comportarse? Pensó con frustración.

—Cariño, deja a la niña—su padre apareció con su habitual maletín y una tasa de café en la mano que dejo sobre la mesa.

—Se lleno de pelo de gato, ¡solo mira!—su madre la señaló— todo su uniforme esta sucio.

—Es el Kinder Marta, no la milicia.

La pelirroja mayor bufo antes de desaparecer en busca del castaño mayor.

—Vamos Jul.

La pelirroja asintió, nunca entendió porque su padre se empeñaba en poner una "Y" donde debía ir una "J", para tener 7 años su madre se había encargado de instruilar muy bien.

—Hola Sebas, venimos por Romeo.

Julieta levantó la mirada para toparse con el pequeño niño azabache escondido detrás de su tío, fruncio él ceño, ¿porque debían llevar a ese niño molesto?

—Te debo una Elias.

Su padre soltó una risa.

—No te preocupes, a Jul le agrada mucho Romeo, que mejor que darles más tiempo juntos.

La pelirroja compuso una sonrisa cuando los dos adultos la miraron.

—¿Verdad cariño?

La pequeña asintió energéticamente.

—¡Si! —miró al niño que también sonreía de manera falsa— ¿vamos al auto?

Romeo asintió feliz.

—Vayan, en un minuto nos vamos.

Julieta estiró la mano y tomo la de Romeo para ir juntos al auto, al llegar al convertible azul y ya fuera de la vista de los adultos Romeo se soltó furioso.

—No me toques niña fea.

Julieta no se inmuto.

—Que inmaduro —comenzó a sacudír su falda blanca con paciencia —no puedes ni fingir por nuestros padres, ¿a caso quieres que se enteren de nuestra mala relación?

Romeo contrajo el gesto.

—Eres rara.

Julieta levantó las cejas.

—Y a ti que te importa.

Romeo se acomodo los lentes.

—Tienes razón, no me importa— la miró mal —con razón le caes mal a todos.

La pelirroja sonrió de lado cuando Romeo subió de un salto al auto, no le importaba, sus padres estaban felices con sus mentiras, mentir era bueno.

(...)

—Dame tus crayolas.

Julieta dejo de pintar para mirar a la chica castaña que la miraba enojada.

—¿No me escuchaste? Dame tus crayolas —repitio la pequeña.

—Tarde Harper, Susan ya se las llevó.

Harper se cruzó de brazos enojada, no le caía bien esa niña, era rara, no jugaba ni se metía en problemas, recordaba como hacia una semana esa pelirroja había interrumpido a la maestra pues alegaba que no era posible que un lobo tirara a soplidos una casa, ¡si lo era!

Tu No Eres Mi Romeo Ni Yo Tu Julieta [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora