Capítulo 11: El virus sin nombre

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  Daniel seguía en cabeza, liderando a su pequeño pelotón por los estrechos y siniestros pasillos de la base. A medida que avanzaban, más cuerpos destrozados veían. Quizá eso no fuese una buena señal, algo que les decía que diesen marcha atrás ahora mismo, que aquel lugar ya no recibía abiertamente a las personas con pensamientos propios. Pero un buen agente nunca abandonaba una misión, por muy complicadas que se volviesen las cosas.

-Jesús...-Susurró Andy, aparentemente fascinado por el escenario del gran crimen masivo.- Mirad cuantos cuerpos hechos polvo y qué cantidad de sangre por todas partes...

-Tampoco tenías que ser tan desagradable.- Se quejó Tyler, que iba justo detrás de él. Andy se irguió y puso cara de fastidio. Odiaba cada vez más a su compañero, pensó en responderle, pero no lo vio necesario, no quería oír más su estúpido acento, así que dio la conversación por finalizada.

-Chicos, no es momento de que empecéis otra vez con vuestras malditas diferencias.- Regañó Mya, haciéndose oír por encima de los dos.

-Tranquila, nena.- Dijo entonces Tyler, con su fuerte acento latino.- Deja que el niñato suelta toda su ira frustrada sobre mi, le vendrá mejor estar sereno a la hora del combate.

-Ojalá no haya más combates...-Terció ella, incómoda.

-Eso espero yo también.- Añadió Bruce, asomándose a una de las puertas que se encontraban entreabiertas. Vio varios cadáveres dentro, a los cuáles tomó el pulso para averiguar de que bando estaban.- Están más que muertos...

-¿Eso qué tienen es un disparo en la frente? -Daniel se agachó ante ellos, examinándolos.

-Eso parece, quizá alguien acabase con su sufrimiento, o...quizá se mataron entre ellos.- Esa suposición lo hizo estremecer en sus adentros, de los pies a la cabeza.

-Me pregunto si el virus afectará a todos.- Daniel se puso en pie de nuevo.- Es decir...¿algún día acabaremos todos así? ¿Si morimos por alguna causa natural también seremos seres inmortales? -Bruce lo escuchaba, atento a sus palabras, ya que no le faltaba razón. ¿Y si era imposible acabar con aquella amenaza? ¿Y si se habían metido en una guerra que ya se sabía quién sería el vencedor?- El cerebro humano es un órgano muy complejo, me gustaría conocer más datos sobre esto, o encontrar a alguien que nos pudiese acercar más a la verdad. De algo estoy seguro, esto nos transforma en animales, el único aliciente que tienen los zombies es moverse, sin más, persiguen a los vivos, nos muerden...¿por qué?- Eso más bien fue una pregunta dirigida hacia él mismo, sabía que entre los presentes, nadie se la iba a responder. Y se dio cuenta de que los demás lo miraban con una mueca de desagrado, así que optó por seguir avanzando.

Pasaron por delante de un laboratorio, el cual se podía ver perfectamente desde el exterior, ya que todas las paredes estaban recubiertas de cristal. Pudieron ver varias camillas ensangrentadas y utensilios médicos desparramados por todas partes, así como también varios papeles hechos trizas. En el suelo había gotas de sangre y muchas marcas de huellas, señal de que algo, o alguien había luchado contra todas sus fuerzas para no ser arrastrado. También había dos cuerpos depositados contra la pared, pero uno de ellos no estaba tan muerto, o eso parecía a simple vista, ya que se movía como si lo estuviesen reproduciendo a cámara lenta.

-Oíd, mirad a ese de allí.- Señaló Bruce.- Al de la bata blanca.

-¿Es un zombie?- Andy se acercó al cristal, dando golpecitos con las palmas de sus manos.

-No, mírale los ojos. Sus pupilas tienen color, están bien...es un humano. Y no parece estar en buenas condiciones. ¿Deberíamos entrar? Quizá necesite nuestra ayuda.

-¿Y si está infectado? ¿Y si le han mordido? -Preguntó Mya, atemorizada.

-Escuchad, esté infectado o no, nuestro deber es ayudar a cualquier persona que lo necesite. Iremos con cuidado, pero debemos actuar. Bruce y yo entraremos en la sala.- Ordenó Daniel, haciendo gestos con sus manos.- Mientras que los demás os quedaréis vigilando y preparados por si las cosas se tuercen y hay algún ataque inminente. ¿Entendido?

Daniel era un buen líder, sabía lo que hacer en todo momento, así que ninguno de ellos tuvo nada que objetar. Asintieron y se colocaron alrededor de la puerta de la sala, con sus armas dispuestas a freír a todo enemigo que se les pusiese por delante. Daniel y Bruce consiguieron entrar sin problemas en la sala, ya que como no había electricidad, los medios de seguridad del sistema estaban desactivados. Se acercaron a paso lento hacia el hombre, en fila y cuando lo apuntaron con la linterna, este abrió los ojos, sobresaltado. Se encontró ante dos agentes uniformados a los que no conocía de nada, dos hombres que llevaban sus armas en las manos. No sabía que esperar de ellos, aunque había estado seguro de que les mandarían ayuda de un momento a otro, se había demorado, pero allí estaban. Intentó levantar los brazos, pero la tarea le resultó más difícil de lo que esperaba en un principio y se dio por vencido, dejándolos caer de nuevo.

-¿Q-quiénes sois vosotros...?- Tenía la boca seca y los labios agrietados, pero consiguió formular la pregunta.- T-tengo mucha sed...me duele la boca.

-¿Se encuentra usted bien? -Daniel se acercó más al hombre.- ¿Puede verme y oírme? ¿Ha sido atacado? ¿Le han mordido?

-Sí, claro que sí...¿por qué no iba a...?- Se quedó ausente unas milésimas de segundo, pero acabó volviendo en sí.- Sufrimos un ataque...mis compañeros, oh...cielos, qué horror...¿qué es lo que está pasando? Y-yo...¡Ah, el virus!

-¿El virus? ¿Es qué sabe algo sobre todo esto? -Bruce lo ayudó a incorporarse, mirándole el cuerpo, por si veía alguna mordida o herida superficial e hizo que se sentase en la esquina de una de las camillas metálicas.

-Todo esto es culpa nuestra...e-es decir, estábamos buscando un antídoto, algo que revirtiese este proceso, quizá una vacuna, sí...-Se acarició el mentón, aún bastante aturdido, hablaba de manera nerviosa, costaba entenderlo. Miró a su compañero, pero este no le devolvió la mirada, estaba muerto. Tenía una lacerante herida en la cabeza, casi se le podía ver el cráneo desde allí, era un agujero profundo y sanguinolento. Alrededor de la herida había trozos de carne y músculos deshilachados, quedándose colgando de manera grotesca. Y como aún sangraba, entendieron que no hacía mucho rato que abandonó la vida.

-¿Recuerda usted lo que le ha pasado a su compañero? ¿Cómo es que...está bien? No es por ofender ni nada, pero si ambos estaban en la misma sala...

-¡Fue esa loca! -Se inclinó hacia delante, con un verdadero terror instalado en sus ojos marrones.- Le pegó un mordisco en la cabeza, pude verlo. ¡Yo lo vi todo, joder! No me atacó porque un ruido de fuera la distrajo, quizá fuesen ustedes, pero me tenía aquí arrinconado...¡Casi me mordió! Se lanzó sobre mi, pero de pronto...se marchó, olisqueando el aire. Como un depredador que ha distinguido a su presa.

Daniel y Bruce se miraron de inmediato, quizá fuese la misma mujer con la que se habían encontrado ellos al entrar, y que al oírlos, dejase en paz a aquel pobre hombre asustado. Lo habían salvado indirectamente, sin saberlo siquiera. Le habían ahorrado la zombificación tan cruel que sufrían todos los que se ponían en contacto con ese infeccioso virus.

-Aquí, en esta sala.- Saltó de la camilla, más excitado por el rumbo que estaba llevando la conversación.- Era aquí donde estudiábamos el virus. Es una Pandemia que se está extendiendo por el mundo a la velocidad de la luz, es mil veces peor que la peste negra o la enfermedad de las vacas locas. No sólo se transmite mediante mordiscos o arañazos; también por intercambio de fluidos o picaduras de insectos que se hayan expuesto ante tal contaminación. Cómo ustedes ya habrán podido comprobar...los síntomas son muy variados, aunque se pueden apreciar rápidamente a simple vista, aún cuando esa persona ni sabe que está infectada aún. La forma de caminar es inestable, no podría ir en línea recta ni aunque quisiera, disminuye mucho su destreza física, así como el funcionamiento de sus extremidades, pérdida significativa de los rasgos en la personalidad, quejidos o espasmos involuntarios y sobre todo...es muy importante que se vigile la piel, ya que la carne comienza a pudrirse en seguida. -Hizo una pausa, para ver si los dos hombres aún lo estaban escuchando, y al comprobar que ahí seguían, pidió un poco de agua, la cual le resultó como si hubiese nadado en unas aguas termales, notaba como volvían sus energías, así que continuó.- Ha sido más rápido de lo que esperábamos, y...ya no se puede parar. Los militares nos dejaron experimentar aquí, dejándonos este pequeño laboratorio para nosotros solos, mientras que nos brindaban una protección digna. Ni nuestros mejores y resistentes antibióticos han podido hacer nada...También descubrimos porqué dicho virus revive de esta manera a los muertos, ya que únicamente hay una sola célula viva en sus cerebros que se regenera, buscando alguna manera la vida, sin éxito, mientras que todos los demás órganos vitales siguen inactivos.

-Dios mío...-Exclamó Daniel, llevándose las manos a la boca sin poder evitarlo. Bruce, sin embargo, parecía furioso.

-¡Todo esto es culpa vuestra, de los científicos que jugáis a ser Dios! ¡Debería pegarte un tiro ahora mismo! -Bruce lo apuntó, posicionando su dedo índice sobre el gatillo.

-Cálmate, compañero.- Le pidió Daniel, bajándole el brazo.- No está bien lo que han hecho y te entiendo. Yo también estoy muy furioso, pero matarlo ahora no arreglaría las cosas, ni salvará el mundo.

Bruce se quedó en silencio, una sensación de impotencia recorría de lado a lado su cuerpo, manifestándose más tarde en una rabia justificada. Hacía tiempo que no se sentía así, no desde la última pelea violenta que tuvo con su hermano menor, Abraham. Pensó que ya lo había superado, que jamás se vería a sí mismo como su sombra, o un ser inferior. Él ahora era un buen policía, ayudaba a las personas y nunca tendría el corazón tan vacío y disecado como su hermano. Cuando pasaron unos segundos, fue sintiendo como su irritabilidad disminuía, no podía dejarse llevar por esos sentimientos, ahora tenía que centrarse en cosas más importantes, como la cantidad de trabajo que aún tenían por hacer y la lucha contra el mundo muerto. Eso sería su prioridad, su punto ciego. Había trabajado muy duro para llegar hasta allí y no permitiría que lo echasen del camino que él mismo había forjado.

Daniel, mientras Bruce volvía en sí, echaba vistazos de reojo al exterior, esperando que Mya, Tyler y Andy estuviesen bien. En aquella base se estaban amontonando muchos cadáveres, empezaban a estar en problemas de verdad. Un edificio tan grande, que contaba con con tantas plantas y sus numerosas salas y habitaciones, podía albergar cientos de zombies, eso sin contar que podía haber más gente viva en apuros. Estaban a oscuras salvo por los rayitos de luz que emitían las linternas, lo que llamaba más al peligro.

-Doctor, este lugar no es seguro para nadie.- Buscó alguna pegatina o tarjeta de identificación del hombre, pero no encontró nada.- ¿Cuál es su nombre, si no es mucho preguntar? Le sacaremos de aquí.

-Soy el doctor Misha Vanhuttem.- Ahora que sonrió, sus gestos severos desaparecieron, esa sonrisa le había quitado al menos unos cinco años de encima.- Espero que nos podamos presentar en condiciones más tarde, agentes.

-¿De verdad vamos a llevarnos a este tío con nosotros?- Se impuso Bruce, malhumorado.

-Bruce, no olvides a lo que veníamos...debemos sacarlo de aquí. Además, quien sabe, él es un científico, dispone de datos que nosotros no. Y sigue siendo una persona también, no podemos abandonarle aquí a su suerte. ¿Dónde se han quedado tus valores, tío?

-Supongo que tienes razón...-Miró al doctor con cierto desdén, y este le regaló una sonrisa simpática, lo que hizo que se aliviara un poco la tensión entre ambos.- Vamonos.

Los tres salieron al pasillo, reuniéndose con el resto del equipo. Ellos se encontraban asomados a las escaleras inferiores, en posición de ataque. Jadeaban, pero estaban impolutos, ninguno de los caminantes que ahora estaban tirados sobre los escalones de mármol les había tocado un solo pelo. Tendrían sus diferencias, pero a la hora de la verdad, no había quien los derribase, eran como una muralla inquebrantable.

-¿Qué ha pasado aquí? -Quiso saber Daniel, asegurándose de que todos estaban bien. Al ver que así era, se relajó.

-Nos han ataco de improvisto, esta vez han sido silenciosos.- Contó Andy, mirando la pila que habían formado los cuerpos, sin experimentar ningún tipo de emoción.

-Pero estamos bien- Añadió Mya, fijando su mirada en el doctor.- ¿Está sano? ¿Viene con nosotros?

-Así es, pero...-Misha se rascó el cabello oscuro y corto, despuntando en todas direcciones.- Nunca he usado un arma, tendrán que protegerme si me quedo con ustedes.

-Pero qué...-Andy lo miró, arqueando una ceja.- ¿De dónde coño has salido tú, que ni sabes usar un arma? Menudo inútil.

-Andy...-Daniel le llamó la atención.- Cállate.

-Tsk...-Andy chasqueó la lengua, mirando a su jefe.- ¿Bien, ahora qué hacemos? ¿Nos largamos ya de aquí? Quiero salir de este puto sitio.

Se dirigieron a la sala común, donde había varios sofás de cuero negro, algo raídos, una mesa de billar y unas cuantas sillas volcadas, una de ellas incluso había perdido sus patas. Todo seguía muy oscuro, las sombras acechaban feroces, pero los haces de las linternas recorrían cada recoveco, liberándolos de dicho mal. Fuera, se oían pisadas, algunas muy rápidas, otras siendo casi arrastradas.

-Están ahí fuera...-Susurró Misha, muerto de miedo.- ¿Cómo vamos a salir?

-Habrá que esperar a que pasen. Enfrentarnos a ellos en la oscuridad sería como meterse en un pantano lleno de caimanes, y probablemente sería lo último que hiciésemos en vida.- Por debajo de la puerta, se veían los pies de los seres, algo no iba bien. Había demasiados caminantes, algunos incluso subiéndose encima de otros, inquietos.

-¿Qué les pasa? ¿Por qué andan de esa manera tan extraña? -Mya no tenía buenas vibraciones.

Escucharon un fuerte estruendo fuera, lo que los sobresaltó. Se habían tropezado entre ellos, cayendo al suelo. ¿Es qué acaso estaban desorientados? ¿Los espectros no veían bien en la oscuridad? ¿Es qué veían por algún casual? Estaban aleteando, moviendo sus brazos podridos al azar, como si fuesen echar a volar de un momento a otro.

-A este paso no vamos a salir nunca...-Dijo Tyler, sin perderse movimiento alguno de lo que estaba pasando detrás de la puerta.

-¿Sabéis qué? -Andy se sentó en el suelo.- Me importa una gran mierda lo que pase. Nos han mandado a esta puta misión suicida, no les importamos nada, ni si morimos.

-¿Cómo puedes decir algo así? -Exclamó Daniel.- El General Cox jamás nos haría algo así. No tolero esta conducta, agente.

-¿Qué no? Mira donde estamos metidos, en una trampa mortal. ¡Abre los ojos, lameculos!

-¡No me hables así! -Alzó el dedo índice, amenazante.- No es momento para pelearnos, pero como me sigas buscando...me vas a encontrar. Ahora llevo el mando, no te conviene para nada cabrearme.

Uno de los zombies que reptaba por el suelo se acercó a a ranura de la puerta y asomó su rostro podrido, emitiendo un grave gorgojeo espeluznante. Un hilo de sangre se escapó de entre sus dientes escalonados y manchó todo el suelo, gota a gota. Antes de sentir asco, les llegó el amargo y fuerte olor. Ese olor que tanto odiaban.

-O-oh, dios...-Murmuró misha, tapándose los ojos con las manos.- Nos encontraron...t-todos estos zombies, antes eran personas...Y-yo...lo conozco, era mi compañero Dustin.- Hablaba con el corazón encogido. Mejor eso que ponerse a gritar, lo cual agradecieron.

Manos y pies pasaban por debajo, si seguían presionando así contra la puerta de aquella manera, la acabarían derribando y se verían en serios problemas. Duros y serios problemas. Los habían visto, se habían vuelto locos. Ahora rugían, arañaban, se retorcían y golpeaban, furiosos. De repente, estallaron en una algarabía de gritos y aullidos, inhumanos, malvados. La puerta rugía, quejándose, cediendo cada vez más. Pronto los tendrían dentro y debían estar preparados.

-¡Disparad a todo aquello que cruce por esa maldita puerta! -Gritó Daniel, poniéndose delante de ellos.- ¡Los tenemos encima!

El primer caminante que entró en la habitación tenía un aspecto deforme. Su cabeza estaba ovalada, quizá debido a algún golpe, y sus ojos estaban hinchados y cerrados, parecían dos almendras. De su boca colgaba una lengua negra y horripilante. No fue su aspecto lo que hizo que el grupo de Daniel se quedase petrificado en el sitio, sin poder disparar, sino el gesto que hizo el zombie. Levantó su brazo con total normalidad, olvidándose de que toda su piel estaba podrida y varias ronchas enormes, llenas de un pus amarillento, como invitando a los demás despojos a entrar, como si les estuviese dando órdenes.

-Qué coño...-Susurró Daniel.  

El último bocado.Where stories live. Discover now